

En pleno siglo XXI, el desarrollo económico de un país del tamaño y la complejidad de México requiere de la participación activa de profesionales en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). En los últimos años, han surgido diversas tecnologías disruptivas a nivel global que, sin duda, impactarán a México de manera positiva y negativa.
Por un lado, el avance en áreas como las comunicaciones a distancia, la ingeniería de nuevos materiales, la industria automotriz y aeroespacial, la inteligencia artificial, la agricultura de precisión y la medicina personalizada, traerán beneficios significativos para la población. Sin embargo, también existe un riesgo: la dependencia económica en ciencia y tecnología desarrollada en el extranjero, lo cual resulta inaceptable para un país con las capacidades y recursos de México.
Por si fuera poco, las particularidades de nuestra población, los contrastes geográficos, la biodiversidad única, la contaminación de ríos y la pérdida de bosques y selvas son problemas que nos competen directamente y en los que otros países podrían no tener interés. Por ello, es urgente acelerar el paso y abrir oportunidades de inversión en ciencia y tecnología para construir un México moderno y próspero, atendiendo nuestros propios problemas.
¿Cuánto cuesta la investigación científica en México?
La respuesta rápida es: «Cuesta mucho menos que dejar de hacerla». Sin embargo, hay datos concretos que ilustran la situación. En 2025, el presupuesto asignado a ciencia y tecnología en México representa apenas el 0.16% del Producto Interno Bruto (PIB), lo que equivale a aproximadamente 58 mil millones de pesos. De esta cantidad, la nueva Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnologías e Innovación (SCHTI) destinará alrededor del 38% a programas de becas de posgrado, apoyos a la calidad académica y al Sistema Nacional de Investigadores (SNI). El resto se distribuye en iniciativas de apoyo a la investigación científica, desarrollo tecnológico, innovación e infraestructura.
Considerando que México cuenta con aproximadamente 45,000 investigadores y una amplia red de centros e institutos de investigación distribuidos en todo el país, es evidente que el presupuesto actual es insuficiente. Por ejemplo, en el estado de Morelos existen 42 centros e institutos de investigación que desarrollan más de 400 líneas de investigación, cuya contribución al conocimiento y la tecnología supera con creces la inversión que reciben.

Desde 2015, cuando se asignó el mayor presupuesto a ciencia y tecnología (90 mil millones de pesos), la tendencia ha sido a la baja. De continuar esta reducción, la viabilidad de las instituciones de investigación se verá comprometida en los próximos años, y con ello, el futuro del país.
La paradoja de la formación de recursos humanos
En el ciclo escolar 2023-2024, según datos del Sistema Integral de Información de Educación Superior (SIIES), hubo poco más de 459,000 estudiantes inscritos en programas de posgrado (maestrías y doctorados). Sorprendentemente, el 65% de ellos cursan sus estudios en instituciones particulares, mientras que el resto lo hace en el sistema público federal y estatal. Sin embargo, existe una carencia de información precisa sobre cuántos de estos estudiantes se especializan en áreas STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Una estimación basada en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sugiere que alrededor de entre 5,000 estudiantes están cursando posgrados en áreas STEM. No obstante, el número de plazas de investigación disponibles en el país es significativamente menor al de egresados. Este déficit ha llevado a muchos jóvenes investigadores a realizar posdoctorados, ya sea en el extranjero o en México.

Aunque los posdoctorados enriquecen la formación científica, también representan una posición laboral vulnerable. Las becas posdoctorales suelen ser temporales (de dos a cuatro años), no cuentan con prestaciones sociales (como aportaciones para el retiro) y, en muchos casos, las investigaciones están supeditadas a las líneas de trabajo del investigador principal. Además, las oportunidades para obtener financiamiento independiente son limitadas.
La incorporación de investigadores y los desafíos laborales
De acuerdo con el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), cada año se incorporan entre 1,000 y 2,000 investigadores a las instituciones científicas del país. En 2014, el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT) implementó el programa Cátedras CONACYT, cuyo objetivo era incorporar a jóvenes investigadores talentosos en instituciones científicas. Hasta 2018, este programa logró integrar a más de 1,500 investigadores, pero desde entonces la cifra ha disminuido, y actualmente se estima que hay alrededor de 1,000 investigadores bajo el programa Investigadores por México. A pesar de su valiosa contribución académica, este grupo enfrenta inestabilidad laboral, lo que ha generado críticas hacia el programa.
Por otro lado, muchos investigadores formados en México migran a países desarrollados (como Estados Unidos, Europa, Japón y China) en busca de mejores oportunidades para desarrollar sus investigaciones y mejorar su calidad de vida. Esta fuga de talentos representa una pérdida significativa para el país.

Reflexión final
Ante este panorama, surgen dos preguntas cruciales: ¿cómo sostener y ampliar el sistema científico del país?, y ¿cómo motivar a los jóvenes a seguir carreras científicas si, al terminarlas, no encontrarán oportunidades laborales adecuadas? La solución no recae únicamente en el gobierno, sino también en la iniciativa privada, que debe colaborar en el diseño de políticas de inversión para incrementar y consolidar las oportunidades para los jóvenes investigadores mexicanos. Solo así podremos retener el talento y aprovechar su creatividad para impulsar el desarrollo científico y tecnológico del país.
Frase para resaltar:
“Desde 2015, cuando se asignó el mayor presupuesto a ciencia y tecnología (90 mil millones de pesos), la tendencia ha sido a la baja. De continuar esta reducción, la viabilidad de las instituciones de investigación se verá comprometida en los próximos años, y con ello, el futuro del país”

“… muchos investigadores formados en México migran a países desarrollados (como Estados Unidos, Europa, Japón y China) en busca de mejores oportunidades para desarrollar sus investigaciones y mejorar su calidad de vida. Esta fuga de talentos representa una pérdida significativa para el país”.
Tendrá presupuesto 2025 nivel más bajo en ciencia desde 2008