En defensa del Dr. Luis Tamayo, exrector del Colegio de Morelos
Comentario obligado en torno al lamentable artículo de Braulio Hornedo Rocha, publicado en La Jornada Morelos el 9 de septiembre y que injusta y gratuitamente ataca al Dr. Luis Tamayo.
Lo digo y lo sostengo: Es una desmesura llamar “pensión dorada” del Dr. Tamayo a una jubilación que corresponde a un profesor de tiempo completo (y no de asignatura como dice el señor Hornedo) que, por cierto, se redujo en un porcentaje significativo.
Quienes conocemos a Braulio Hornedo Rocha por haber compartido en su momento cierta “amistad” con él, ya no caemos en las trampas de su labia tramposa. El señor Hornedo carga resentimientos largamente cultivados y dolosamente dirigidos a quienes alguna vez le tendimos la mano porque compramos su bien ensayado victimismo sin satisfacer su insaciable apetito por exprimir a los amigos y conocidos en cualquier aspecto que le resultare conveniente: económico, de relaciones públicas, de publicación de sus escritos, de búsqueda de escenarios, etc.
Lo digo con conocimiento de causa, luego de interactuar con el señor Hornedo en diversas circunstancias. En varias ocasiones compartimos escenarios, incluyendo la UAEM, el Palacio de Cortés y el Jardín Borda, entre otros. Al final, me resultó carísimo deslindarme de la trampa en que me vi enredado, a saber, un ente polimorfo que ha adoptado diversos nombres y que pomposamente se puede encontrar en la red como “Universidad Virtual Alfonsina”, “Universidad Virtual Autogestiva Iván Illich”, “Universidad Virtual Anarquista”, más los ocurrentes nombres que, supongo, todavía habrán de aparecer en el futuro. Reconocemos, al menos, la constancia del adjetivo: virtual. Efectivamente, esta fantasiosa iniciativa hace honor a su nombre porque esa virtualidad no ha producido más que humo y palabrería, rimbombante y sonora, pero irremediablemente hueca.
Insisto que, mediante una “desgracia vital” hábilmente esgrimida, el señor Hornedo supo siempre inspirar la necesaria lástima, útil para extraer numerosos apoyos del Dr. Tamayo y de muchos otros que estábamos cerca. Sirvamos de ejemplo, en diferentes contextos, Javier Sicilia, Lya Gutiérrez Quintanilla, Graciela López y un servidor como muestra del conjunto de personas que finalmente nos aburrimos de apoyarlo. Cuando no se trataba de asistencias médicas o laborales, los sustentos fueron sencillamente económicos. Supongo que, en buena medida, eso es lo que hace particularmente deleznable el artículo de marras.
Se preguntará el lector, ¿de dónde sale tanto resentimiento del señor Hornedo? La respuesta es simple: siendo rector, el Dr. Tamayo no cumplió con las aspiraciones arribistas del señor Hornedo para elevarlo lo suficiente dentro del organigrama del Colegio de Morelos. En ese contexto, a nadie sorprende que rápidamente olvidara la mínima gratitud por los apoyos recibidos y corriera a abrazar y expoliar, mientras duró, a su nuevo y conveniente objetivo: Juan de Dios González.
Renato Galicia Brito
La “Pensión Dorada” es producto de su imaginación
Quisiera aprovechar este espacio para aclarar acusaciones infundadas que se han hecho en este diario y que se basan en un sólo acto legal y debido conforma a la ley.
Lo que el atacante llama “pensión dorada” es producto de su imaginación; se trata, conforme a la legislación laboral, de la mitad de la pensión que le correspondía a Luis Tamayo por cumplir 15 años laborando en el CIDHEM y por su edad de 55 años al recibir tal monto; y además, cuando se otorga tal prestación, el Dr. Tamayo ya era profesor de tiempo completo y había sido nombrado director académico del CIDHEM por el Dr. Ricardo Guerra.
Nada ilegal hubo detrás de tal acción, ni tampoco hubo intervención alguna de autoridad(es) que quisiese(n) comprar el actuar de quién después sería rector del Colegio de Morelos.
Describir lo que considero llevó a tales acusaciones me haría caer en el mismo terreno que crítico y por ello no lo haré; me limito a lo que he mencionado y que es lo que realmente ocurrió.
De ser cierto lo que se dice para intentar fundamentar la acusación, obligaría a quien la emite a explicar cómo fue posible que se invirtiese el transcurso del tiempo para achacarle a quien posteriormente ocuparía la gubernatura de Morelos el haber ordenado tal acción en una institución que aún no existía (el Colegio de Morelos).
Antonio Sarmiento Galán