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  • “Cuando esté estirando la pata quiero estar haciendo mi rima, mi guisado, reforestando”

Hugo Barberi Rico

A sus 81 años, Claudia Pozas Almanza conserva lo que considera una “excelente memoria”, parte de la cual ha plasmado en más de mil “calaveras”, en poesía y en relatos; acaba de editar un libro de antología de “calaveras” pícaras, mordaces y críticas como lo es su misma formación y visión pues asegura que en la actualidad, en cuestión de derechos y bienestar de la mujer, “estamos peor que antes”.

Dice que a “Claudia Pozas no la hacen ni su cabellera blanca, ni sus dientes, ni su piel”, sino sus memorias y sus ganas de vivir, mantenerse activa diariamente atendiendo su propio negocio de cibercafé, a donde aprovecha para transcribir sus rimas, cuya facilidad la descubrió desde muy joven, desde 1977, afirma, “para neutralizar tanto rencor acumulado”, por el sufrimiento que le dejaron vejaciones, abandono y pérdidas sufridas durante su niñez.

Amablemente abrió las puertas de su hogar y este medio llegó casi hasta la cocina. Claudia Pozas, quien solo pudo estudiar hasta segundo grado de primaria, y desde entonces es autodidacta, también abrió su corazón.

Es crítica contra la verborrea y el discurso demagógico en el que se menciona que se vive mejor cuando la realidad presenta una carestía lastimosa, falta de empleo, se habla de mayor inclusión de minorías cuando la gran mayoría de los habitantes sufre por la violación a sus derechos humanos; se habla de mejores condiciones para la mujer, cuando la atención en hospitales contra el cáncer y enfermedades ginecológicas son un insulto en comparación a la atención que se tenía a finales de primera década de este nuevo siglo.

“Estamos peor, ¿sabes por qué?”, señala categórica y recuerda que conoció un ginecólogo que atendía en Vista Alegre, de Tlaquiltenango, y que era “muy tranza”, y por un mal diagnóstico que le hizo a su vecina por el año 2008, ella la acompañó al Hospital de la Mujer donde comprobó que se tenía un “servicio de magnífico” y, lo mejor, tuvieron un mejor diagnóstico que a su vecina le ayudó a recobrar su salud.

Lamenta que hoy en día ya no haya estancias infantiles, pues a pesar de “todo y los defectos que dice que tenían este Tlatoani que tenemos”, apoyaban en mucho a las mujeres trabajadoras; hoy “…ya no le importan los niños con cáncer ni los maltratados…”

Claudia Pozas, tiene seis hijos, es una mujer luchadora, que después de vivir una niñez difícil y hasta humillante, se siente satisfecha de haber trabajado con tesón toda su vida, desde hacer gorditas y quesadillas, hasta iniciar diversos negocios siempre con el apoyo de su esposo, su “chavo”, como ella le dice a Manuel Ramos Salgado, con quien se casó al cumplir 50 años viviendo a su lado.

Su labor también ha sido comunitaria y, conjuntamente con sus vecinos, rescató un área frente a su vivienda de la calle Ignacio Maya, un terreno al que limpió y reforestó, hoy en día es la Unidad Deportiva “Monito” Rodríguez, que también tiene una biblioteca. Por eso es representante legal de colonos. Parece incansable.

Ella misma refiere con entusiasmo emitido por su voz clara y fuerte: “cuando esté estirando la pata quiero estar haciendo mi rima, mi guisado, reforestando como lo hemos hecho en la Zapata, escribiendo o contando mi chiste porque tengo un sentido del humor muy agudo”.

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