Hace un par de días, en la celebración del 40 aniversario de nuestra casa nacional La Jornada, Blanche Petrich recordaba en estas páginas que en el editorial del número uno del diario, publicado el 19 de septiembre de 1984, se hacía una profesión de fe al mismo tiempo que una explicación de la génesis del nuevo medio: “Este diario no ha nacido para satisfacer las necesidades profesionales de un grupo de periodistas. Surgió, sí, de un proyecto impulsado por ellos, pero hecho suyo y concretado por millones de mexicanos que, en esta hora del destino nacional, han hecho profesión de fe, no en los convocantes, sino en la democracia plural de la que este periódico aspira a ser parte y motor”.
A cuatro décadas de aquel editorial y de haberse hecho legendarias las anécdotas que se originaron en el nacimiento de La Jornada -como que solamente se tenían recursos para seguir publicando el diario por una semana más después de aquel brillante número uno- y de que a lo largo sus pasillos de sus sedes han transitado innumerables periodistas que marcaron la actualidad del oficio en México, cualquiera puede constatar que, en efecto, La Jornada ha logrado insertarse en un lugar histórico en nuestra nación.
Ha sido -y todavía es- la plataforma de profesionales que buscan la noticia más importante y de plumas cuya opinión y crítica han servido para perfilar la actualidad de nuestro país. Como se lo propuso hace cuarenta años, ha sido parte y motor de la democracia plural que todos anhelamos en México.
En su trayectoria, La Jornada ha logrado sortear diversas coyunturas que llegaron a comprometer su permanencia, desde fluctuantes costos de papel hasta un ambiente político abiertamente hostil y, ya con varias décadas a cuestas, su vigencia demuestra no solo el tesón de quienes la hacen posible todos los días, sino un fuerte respaldo de una multitud de lectores que le son fieles en todo el país y que desde hace mucho tiempo le otorgaron su confianza a la que cotidianamente nuestro medio ha sabido honrar en cada una de sus páginas.
Desde luego, también tuvo respaldos, principalmente de grandes figuras del arte nacional como Rufino Tamayo, Francisco Toledo y Vicente Rojo quienes, además de respaldar “el sueño”, le confirieron a La Jornada la pátina cultural que aún la caracteriza.
Aquella aventura, ya en plena madurez a sus cuarenta años, persiste, se fortalece y, como se puede ver en estas páginas, también se multiplica. El sueño pervive gracias a que ha mantenido vigente la razón que determinó su génesis: acompañar México en sus mejores causas.
Felicidades a nuestra casa, nuestro país aun requiere de sus valiosos servicios y a la sociedad todavía le es útil quien la acompañe en la consolidación de la democracia plural que aún busca en su futuro. Desde acá, en La Jornada Morelos, celebramos también estos cuarenta años de batallas, de trabajo diario, de línea abierta, plural, puntual. Enhorabuena. ¡Felicidades, jornaleros!.