Concentradora del 75 por ciento de los ingresos propios del Gobierno de Morelos, la Secretaría de Movilidad y Transporte tendría que estar vigilada desde todas partes; pero no ha sido así, el desorden en la administración de Cuauhtémoc Blanco se refleja en una oficina envuelta en sospechas de corrupción de todo tipo: acusaciones de usuarios, señalamientos del Congreso, que se acompañan por el descontrol evidente en un área que desconoce incluso el parque vehicular particular registrado en Morelos.
La determinación de la gobernadora electa, Margarita González Saravia, con que desaparecerá la Secretaría de Movilidad y Transporte a partir del 1 de octubre próximo y se convertirá en una coordinación subordinada a la Secretaría de Gobierno no es el único, pero sí el primero de los pasos que deben tomarse para frenar la corrupción de la que, si hacemos caso a las denuncias ciudadanas, pronto se encontrarán pruebas.
El segundo paso fue la selección del titular. Josué Fernández es un joven que conoce a los transportistas, que ha sido usuario del transporte y sabe de las demandas y quejas ciudadanas sobre el servicio, y que goza de la plena confianza de la gobernadora; como un bono adicional, no tiene relación con el grupo que ha controlado la dependencia durante la última década.
Como no todo son buenas intenciones y actos de fe, hay otros pasos, el tercero es la digitalización y bancarización de los trámites que empezará con 14. El que los usuarios puedan hacer sus trámites por internet, sus pagos en los bancos y solo deban presentarse a las oficinas de Movilidad por los documentos puede agilizar mucho el servicio y acabará con las prácticas de coyotaje.
En paralelo al tercero, se estará dando un cuarto paso, la revisión de la plantilla de personal y los perfiles de cada uno, además de la identificación de las áreas más susceptibles de corrupción: quien no se adhiera a la nueva forma de trabajar será separado del cargo porque la mística es ver al servicio público como un privilegio para ayudar a la sociedad.
Este orden y modernización permitirá a la Coordinación del Transporte dejar de ser una ventanilla de trámites y, en cambio, diseñar y operar un proyecto para acortar la distancia social, algo que pasa por la dignificación de las condiciones del servicio público, la reducción en la duración de los trayectos, la reducción de las emisiones contaminantes, entre otros cambios que urgen en Morelos.
No será fácil, quienes se van no sólo mantenían un aparentemente conveniente desorden, además se esforzaron en enfrentar a la ciudadanía y los prestadores de servicios dejando un sector lastimado entre los líderes transportistas y enojado en la ciudadanía; pero la buena voluntad y la templanza para emprender una nueva era para la movilidad en Morelos existen lo que hace posible cumplir lo que Josué Fernández anuncia para el sector: se acabaron la corrupción y el gobierno de ocurrencias.
Y si una oficina cochinero como Movilidad y Transporte tiene esperanzas de funcionar bien, entonces cualquier despacho de la administración pública tendría que hacerlo, y eso nos da esperanzas, pero también nos obligará a ser mucho más exigentes.