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En un contexto de creciente presión ambiental y climática, el gobierno del estado demuestra su compromiso con una política integral para el cuidado del medio ambiente. Dos iniciativas recientes lo confirman: una fuerte inversión en infraestructura hídrica, gestionada por la Comisión Estatal del Agua (Ceagua), y un ambicioso programa de reforestación. Aunque parecen acciones distintas, están profundamente conectadas: los bosques y el agua mantienen entre sí una relación de interdependencia vital para la salud ecológica de nuestro estado.

La Ceagua anunció la gestión de más de 180 millones de pesos destinados a mejorar el acceso al agua potable, así como los sistemas de drenaje y saneamiento en los municipios de Morelos. Esta inversión representa un hecho sin precedentes: por primera vez se llevó a cabo un diálogo técnico y político con las autoridades de los 36 municipios para atender sus necesidades hídricas de forma coordinada.

Entre los objetivos destacados de estos recursos se encuentran el abastecimiento a comunidades rurales e indígenas, históricamente rezagadas, y la reducción del desperdicio de agua, que alcanza un 50% de pérdidas, según advirtió el titular de Ceagua, Javier Bolaños, situación que a todas luces “es insostenible”. También se busca conservar los cuatro acuíferos del estado, cuya salud depende, en gran medida, del equilibrio ecológico en sus cuencas.

Y es aquí donde entran los bosques.

La deforestación, los incendios y el abandono de las zonas altas han generado un deterioro acelerado de los ecosistemas en Morelos. Más de mil hectáreas de vegetación fueron consumidas por incendios en la última temporada. Ante esta emergencia, el gobierno estatal anunció un programa para sembrar un millón y medio de árboles en 2025, con proyecciones de continuidad para los años siguientes, a través del programa federal Sembrando Vida.

“El objetivo es recuperar nuestros bosques, evitar la erosión del suelo y restaurar el equilibrio ambiental”, afirmó la gobernadora Margarita González Saravia. El proyecto, además, creará empleos y fortalecerá a las comunidades rurales, insertando la reforestación en una lógica de desarrollo humano sostenible.

Esta iniciativa no sólo es relevante por su impacto inmediato, sino porque reconoce una verdad científica y ancestral: los bosques son fábricas naturales de agua. Las raíces retienen humedad, filtran contaminantes, estabilizan el clima local y recargan los mantos freáticos. Sin árboles no hay lluvia; sin cobertura vegetal, no hay infiltración al subsuelo. Así, conservar los bosques es conservar el agua y hacer un buen uso de ésa garantizará que el estado no tenga que vivir en angustia en cada canícula.

Ambos programas —el hidráulico y el forestal— comparten un enfoque genuinamente estatal: promueven la coordinación entre diferentes órdenes de gobierno, pero el eje rector emana del estado estatal, que se convierte en gestor, articulador y ejecutor de políticas con visión territorial, lo que contrasta con modelos asistencialistas y con la fragmentación administrativa que tantas veces impide una política ambiental eficaz. Hoy, la Ceagua y el Ejecutivo estatal trabajan con una visión integral, de largo plazo, que reconoce la urgencia de actuar y el valor de construir alianzas.

La protección del recurso hídrico y la restauración forestal no son acciones aisladas: son parte de una misma estrategia para sostener la vida en Morelos.

Nuestro estado ha dado un paso importante al vincular las agendas del agua y de los bosques en una misma narrativa de sustentabilidad. El reto no es menor, pero los cimientos ya están puestos: infraestructura hídrica para las personas, y restauración ecológica para el futuro. Si estos programas se consolidan, podrían convertirse en modelo para otras entidades del país.

La Jornada Morelos