

Construida a través de más de tres lustros de violencia y delitos que, al afectar a toda la población del estado se notaban mucho más en la zona metropolitana de Cuernavaca que sirve de hogar a casi la mitad de los morelenses, la percepción de inseguridad es quizá un componente que se volvió costumbre y marcó por mucho tiempo cambios de hábitos sociales, económicos y culturales.
La violencia y crimen casi se habían apoderado de la Ciudad de la Eterna Primavera y sus alrededores y el temor era una condición generalizada incluso pese a los llamados de las autoridades policiales a dejar a un lado el miedo y retomar las calles, plazas y avenidas, en donde hasta hace unos meses se seguían cometiendo asesinatos, asaltos, robos y otros delitos prácticamente todos los días.

En este contexto, hubo mediciones que ubicaron la percepción de inseguridad en Cuernavaca por arriba del noventa por ciento, es decir, casi todos los habitantes de la zona urbana integrada por la ciudad y Jiutepec, Emiliano Zapata, Temixco, Xochitepec, Huitzilac y Tepoztlán, se sentían en peligro de ser víctimas de delitos.
El primer periodo de José Luis Urióstegui, la contaminación de la policía estatal y el abandono en que el someterse al esquema de Mando (policial) Coordinado, había dejado a las fuerzas de seguridad de Cuernavaca, obligó a la salida de Cuernavaca del esquema vigente desde tiempos del exgobernador, Graco Ramírez Garrido. El apostar a hacerse cargo de su propia seguridad permitió una inversión importante en materia de equipamiento y esquemas de vigilancia que incluyen el más extenso sistema de cámaras de videovigilancia funcionales en el estado. Si bien no se consiguió una disminución significativa en la comisión de muchos delitos, se pudo contener la tendencia al alza, lo que permitió reducir la percepción de inseguridad por debajo del 90%.
Ya al final de ese primer trienio, la llegada de la gobernadora, Margarita González Saravia, y de un nuevo responsable de la seguridad pública en el estado, Miguel Ángel Urrutia Lozano, quienes de alguna forma comparten el enfoque de la prevención del delito a través de labores de inteligencia y operación estratégica de los recursos policiales, permitieron restablecer la colaboración entre el estado y el municipio en las tareas de seguridad pública. El segundo periodo de Urióstegui en el Ayuntamiento permitió un reforzamiento en la estrategia de seguridad para la zona metropolitana sin descuidar la inversión obligada del ayuntamiento y la inversión requerida para fortalecer a la policía municipal. La colaboración con el gobierno estatal ha permitido el abatimiento de los índices de algunos delitos y logró que, por primera vez en muchos días, la ciudad reporte días sin homicidios.
La colaboración da resultados en dos vertientes, primero la reducción real de los índices delictivos en algunas materias, como homicidios dolosos y robo en general; y segundo en la reducción de la percepción de inseguridad que en marzo alcanzó el 80% de la población mayor de 18 años, la mínima desde hace por lo menos seis años.

Y si bien el 80% sigue siendo una proporción muy alta, se puede percibir una tendencia a la baja tanto en la incidencia criminal que continúa a la baja desde octubre pasado; como en la percepción de inseguridad que, aún afectada por algunos eventos de mayor impacto en la sociedad, sigue disminuyendo paulatinamente.
En la medida en que las tendencias se mantengan y, probablemente se aceleren, la confianza de muchos volverá y se podrán recuperar los hábitos que se pensaron perdidos para siempre, y fortalecer el desarrollo económico y social de Cuernavaca y por atracción, de todo Morelos, algo que es más que un buen deseo.
