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Morelos tiene instituciones académicas de la más alta calidad. Cierto que no son todas, pero las que sí han forjado un prestigio enorme gracias a sus egresados, producto de una combinación virtuosa de talentos personales y de agudos estándares de calidad sobre lo que ocurre en las cátedras, los colegiados y las administraciones.

La UAEM, UNAM Campus Morelos, ITESM Morelos, La Salle Cuernavaca, UTEZ, Upemor, Tecnológico de Zacatepec, son parte de la tradición de grandes instituciones formadoras de las mejores mentes. Cierto que hay egresados muy distinguidos de otras universidades en Morelos, pero su éxito se debe más al talento individual que a factores organizativos o potencialidades que ofrezca la institución donde se formaron o a la que prestan sus servicios.

El Colegio de Morelos, desde que era el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades pertenece a esa orgullosa tradición de instituciones cuya organización, profesorado y el talento de sus estudiantes e investigadores, las ubica entre las formadoras de mentes más prestigiosas. A pesar de lo que ocurre en su rectoría desde hace años, en el Colegio sigue habiendo un profesorado de alto nivel y la exigencia estudiantil suficiente para mantener altos estándares de calidad.

Pero las fallas de la rectoría que encabezó Juan de Dios González Ibarra deben ser revisadas, investigadas, corregidas y sancionadas a fin de no afectar el prestigio y calidad académica de la institución en los próximos años. La reducción de estándares en la reglamentación de méritos al profesorado, por ejemplo, permite a cualquier rector hacer uso discrecional y hasta favorecerse a sí mismo con los nombramientos que solo deberían corresponder a colegiados integrados por los mejores académicos.

Aunque las imprudencias de la rectoría en el Colegio de Morelos derivaron en el despido de extraordinarios profesores e investigadores, esa es una falla recuperable que afectó solo de manera relativa a la calidad de los estudios de la institución. La escasa producción científica también es recuperable igual que los problemas con el ejercicio del gasto de recursos públicos en la institución que deberán revisarse y en su caso, sancionarse conforme a ley.

Alguien debe antes ponerle el cascabel al gato: una investigación profunda de dónde están las fallas que permitieron la catástrofe que llevó al enfrentamiento interno, a los cuestionamientos justificados en contra de la rectoría y a la renuncia de González Ibarra es no solo deseable, sino urgente para corregir el rumbo, recuperar la confianza, el prestigio y las buenas prácticas al interior del Colegio.

Morelos no debe permitir que las pifias y corruptelas que permitieron diseñar una laxa reglamentación, usar los recursos públicos sin racionalidad ni transparencia, ejercer una administración con beneficios discrecionales, empañen la tradición de su alta academia, tampoco que queden impunes los actos de quienes pudieran haber actuado dolosamente en perjuicio de la institución; para ello es necesario una revisión a fondo, y corregir todos los errores, empezando por los reglamentos.