Con la ceremonia en que Claudia Sheinbaum Pardo rindió protesta como presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, se completa el parteaguas en la historia de México y Morelos. Por primera vez en la historia nacional, una mujer será la más alta mandataria; y en la local, también se tendrá a la primera gobernadora en Margarita González Saravia; y ninguna de esas responsabilidades podría considerarse como un reto menor, cotidiano o sencillo.
La presidenta Sheinbaum recibe un país a mitad de un profundo cambio en la filosofía y ejercicio del poder, con proyectos avanzados en materia de infraestructura y desarrollo, un arriesgado cambio de modelo económico que aunque empieza a dar algunos frutos mantiene cierta fragilidad, y un problema evidente de inseguridad focalizado en regiones del país donde la violencia asociada con el dominio de grupos criminales sobre estructuras del Estado mantiene en peligro constante a grandes sectores de la población.
La gobernadora González Saravia hereda un estado en franco desastre donde la crisis de inseguridad parece acallar todas las demás sólo por su enormidad y aparente omnipresencia. Los indicadores de Morelos son negativos en su mayoría, la acción gubernamental ha sido incapaz de generar los mínimos estándares de bienestar y la calidad de vida se ha deteriorado enormemente.
Claudia Sheinbaum tiene una ventaja adicional, recibe un gobierno con altos índices de aprobación, una enorme confianza ciudadana, y hereda también un profundo cariño de millones de mexicanos por el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador. Los zapatos que le dejan a la presidenta son difíciles de llenar y solo lo logrará con base en resultados.
Margarita González Saravia, en cambio, llega a tratar de reponer la confianza sobre un gobierno estatal cuyo respaldo ciudadano era mínimo, ensombrecido por la sospecha de corrupción y la ineficiencia que eliminaron totalmente la confianza en las instituciones. El gobierno que debe reconstruir la gobernadora requerirá no sólo de resultados, sino de mensajes y hechos que contribuyan a restaurar la confianza.
Los retos son diferentes, pero igual de difíciles y complejos; las dos mandatarias requerirán de todo su talento, pero también del respaldo de sus equipos de trabajo, su relación con los poderes Legislativo y Judicial, y la participación de la ciudadanía en todos sus sectores. La primera tarea, sin embargo, parece ser la misma para ambas, consolidar la reconciliación social y retirar los miedos que generaron las enconadas campañas políticas, para lo que se requieren señales claras y tranquilizadoras desde los gobiernos; eso explica los discursos de asunción pronunciados por ambas, llenos de señales para generar la confianza de todos los sectores.
El parteaguas en la historia de México y de Morelos se ha marcado ya este 1 de octubre, los retos para las dos primeras mandatarias del país y el estado están trazados y deberán atenderse de inmediato. El éxito de cada una redundará en mejoras sustanciales para la población y sin duda en reforzar el triunfo de las mujeres de todo el país en la conquista de los espacios de poder. Estamos seguros de que será para bien.