

La temporada de incendios forestales en Morelos podría haber llegado a su fin con la llegada de lluvias en los últimos días y la posibilidad de nuevas precipitaciones en los próximos días. Este remanso y lo reciente del daño que el fuego provocó a entre mil 500 y 3 mil 500 hectáreas de bosque en el estado, permite hacer algunas reflexiones sobre el cada vez mayor impacto que tiene el fuego en las áreas forestales del estado, que en los últimos cuatro años ha provocado daños mayores a una superficie de hasta once mil 800 hectáreas de bosque, casi el 6 por ciento del territorio forestal del estado.
Los incendios han aumentado la extensión de devastación que producen, de 8.2 hectáreas en promedio en el 2022; pasó a 12.2, en el 2023; para 2024, se llegó a 29.6; y en el 2025, aún con las cifras preliminares de la Secretaría de Desarrollo Sustentable, el promedio de hectáreas de bosque dañadas por incendios llegaría a las 46. Cierto que hay mucho menos fuegos, pero también lo es que resultan mucho más dañinos cada año.

Se trata de un fenómeno mundial, según apunta el World Resources Institute. La principal causa de este mayor daño, que supera incluso la incorporación de herramientas tecnológicas de punta para el combate a los incendios, es el cambio climático, que aumentó en más de cinco veces las olas de calor extremas, que secan los bosques y aumentan el material combustible en los bosques con lo que el fuego es más probable y su nivel de destrucción mucho más amplio.
Peor aún, los incendios forestales traen consigo mayores emisiones de carbono, que incrementan las condiciones secas y calientes de los bosques y los hacen aún más propensos al fuego. Así que se presenta una mayor frecuencia de incendios (en las últimas semanas Morelos registró un récord de 20 fuegos activos en diferentes partes del estado al mismo tiempo), y la intensidad y extensión de estos es mayor al encontrar más material combustible.
Este fenómeno explica que, a pesar de que la capacidad de respuesta del gobierno estatal y algunos ayuntamientos a los incendios forestales aumentó sensiblemente en este 2025, y se haya incluso reducido en más de la mitad el número de incidentes; el daño en promedio aumentara en más de 30%, de acuerdo con las cifras preliminares.
Lo que la experiencia de los últimos años nos enseña es que debemos aprender a vivir en una nueva realidad donde los bosques están en un riesgo enorme de encenderse y afectar con ello grandes extensiones de terreno, invirtiendo temporalmente con ello su rol de conservación del medio ambiente a focos de grave contaminación y riesgos a la salud pública derivados del fuego, en su mayoría provocado por quemas intencionadas que no consideran este nuevo escenario.

Los bosques siguen siendo indispensables para la restauración del equilibrio ecológico, el ciclo del agua, la producción de oxígeno y la regulación del clima. Así, además de su belleza e importancia para la vida silvestre, resultan indispensables para corregir el problema que los está acabando paulatinamente.
Una buena noticia es que la naturaleza tiende a recuperarse, si se le permite, pero estos procesos pueden llevar hasta cinco décadas. Sólo la recuperación de los suelos dañados por incendios toma entre uno y cinco años.
Por ello debe insistirse en la responsabilidad social en el cuidado de los bosques, que debe funcionar al mismo tiempo que las acciones de vigilancia de los gobiernos estatal y municipales; y en paralelo a grandes acciones de recuperación y vedas para permitir la restauración natural de los ecosistemas en las que debemos participar todos. La vida como la conocemos va en ello.
