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A lo largo de la historia la política internacional ha estado dominada por el principio del poder, donde las naciones más fuertes buscan imponer sus intereses sobre aquellas con menor capacidad militar, económica o diplomática. Antes eran conquistas militares expansionistas en donde la política como la conocemos actualmente no se usaba en la arena internacional, a menos de que las partes en conflicto fueran equivalentes.

Este fenómeno de amenaza y amedrentamiento ha sido una constante que ha definido conflictos, alianzas y relaciones de dependencia a lo largo de los siglos y que en realidad nunca se ha dejado de usar de manera abierta o veladamente, como se ve en Ucrania y en la Franja de Gaza en estos mismos instantes y que fue la que mantuvo en vilo a la humanidad durante la Guerra Fría de hace unas décadas.

En la actualidad, la política exterior de Estados Unidos hacia México y otras naciones refleja estas dinámicas de poder, condicionando las relaciones bilaterales y regionales. Nuestro vecinos del norte nunca se han divorciado en realidad de la Doctrina Monroe (aquella de “América para los americanos”, es decir, ellos) a pesar de los más de doscientos años que han pasado desde que se acuñara por el presidente estadounidense James Monroe el 2 de diciembre de 1823, cuando EU aún no era la potencia militar y económica que llegaría a ser. Incluso antes de que la familia de Donald Trump emigrara a la nación americana.

Y si al contexto se suma una visión parcializada de la situación producto de atavismos -como el racismo y la misoginia-, ideas preconcebidas y prejuicios, se puede hacer una radiografía de la masa electoral de nuestro vecino del norte que hizo regresar después de cuatro años a Donald Trump para su segundo periodo en la Casa Blanca. Y ese es el problema: hay muchas promesas de campaña que cumplir y algunas de ellas involucraban radicales acciones inmediatas.

Por la parte de México, de nada sirve indignarnos otra vez. En cambio, como lo ha demostrado la Presidenta Claudia Sheinbaum, lo importante es saber actuar con la cabeza fría y, en efecto, tener preparados los planes de acción alternativos aunque ocupen todas las letras del alfabeto; todos debemos estar prevenidos para actuar en consecuencia, como lo manifiesta la solidaridad de nuestra gobernadora, Margarita González Saravia.

Es tarea de especialistas examinar los vaivenes históricos porque estas actitudes en EU ya se han visto pero, a diferencia de los tiempos de Monroe, hoy su sociedad -como la nuestra- ha evolucionado enormemente y no va a ser tan fácil que prevalezcan algunas de las ocurrencias de Trump del tamaño de negar la nacionalidad de nacimiento y regresar las hojas del calendario a tener una identidad de género binaria, que ya son atacadas en tribunales por los mismos estadounidenses.

Por otro lado, el combate al narcotráfico y al crimen organizado es un tema que preocupa a ambos lados de la frontera, así es que solo resta aplicarse un poco más a fondo para beneficio de todos pero, hasta en eso, la actual administración federal ha demostrado que no pierde de vista la urgencia de atender estos problemas.

Tarde o temprano -los pesimistas piensan que a más tardar en cuatro años- la economía, la sociedad y hasta las condiciones actuales de la naturaleza, harán recordar que la tendencia natural del mundo es hacia la globalización e interdependencia y que es inútil tratar de echar atrás la marcha de la evolución humana.

La Jornada Morelos