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La mayoría de los analistas suelen explicar los ligeros incrementos en la aprobación de los mandatarios que inician con la recurrente frase del “bono democrático”, que supone el respaldo ciudadano desde la elección hasta las primeras semanas de gobierno, cuando el desgasta del ejercicio del poder aún no toca al nuevo funcionariado.

Si bien es cierto que tal cosa parece existir, también lo es lo corto que el concepto queda para explicar la realidad actual de Morelos, donde la presidencia de la República mantiene niveles de aprobación similares a los que registraba el presidente, Andrés Manuel López Obrador; pero la gobernadora, Margarita González Saravia, casi triplica los registros de popularidad de su antecesor, Cuauhtémoc Blanco; y el alcalde de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado aumenta casi en tres puntos porcentuales el respaldo ciudadano de hace dos meses lo que a un tono de optimismo a su segundo periodo en el cargo.

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Los niveles de aprobación de las autoridades locales, gobernadora y alcaldes, no se ubican todavía en los rangos que desearían y que garantizan el apoyo mayoritario a casi todas las políticas públicas, pero ello se debe al enorme descrédito que padecía desde casi su arranque la administración de Cuauhtémoc Blanco y la influencia que ese rechazo ciudadano parecía tener sobre los centros de poder locales, Congreso y las principales alcaldías.

El relevo de la administración gubernamental, después de campañas polarizadoras habría ayudado muy poco a mejorar la percepción ciudadana sobre los gobiernos locales; pero la estrategia de la gobernadora y su equipo de empezar a construir una nueva relación con la ciudadanía y las autoridades municipales incluso antes de asumir el poder, la toma anticipada de decisiones sobre el rumbo que debería tomar el estado, y una colección de acertados nombramientos y muy necesarios acercamientos, lograron mejorar la confianza ciudadana en el gobierno estatal y en los municipales ayudando a que el primer mes de la gobernadora Margarita González Saravia, sea mucho más afortunado de lo que muchos apostaban.

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El pendiente de la seguridad pública mantiene una evaluación baja de las autoridades municipales y estatal, particularmente en las zonas donde mayor es la percepción de inseguridad, que por obvias razones corresponden a los municipios más poblados. Cuernavaca, Cuautla y Jiutepec padecen ese problema de manera marcada y se refleja en la aún baja, aunque en recuperación, popularidad de sus alcaldes.

Aún no es suficiente, pero la mejora en el primer mes de administración de la gobernadora es innegable y se convierte en un buen indicador para continuar por el exitoso camino con que ha iniciado en la mayoría de las áreas del gobierno, y para reforzar el trabajo en las materias pendientes.

La creciente popularidad de las autoridades locales también deriva, innegablemente, del acercamiento que han tenido gracias a que comparten el mismo objetivo, trabajar para el bienestar de todos los habitantes del estado. Los reencuentros entre la alcaldía de Cuernavaca y el gobierno de Morelos, por ejemplo, fortalecen la percepción de que se vuelve a trabajar en conjunto y los resultados empiezan y a verse.

El equipo de la gobernadora tiene un largo camino por recorrer, y con la recuperación del respaldo ciudadano para ellos y las alcaldías, parece que no lo harán solos. No habría motivo para dudar de los resultados como un futuro mucho mejor para Morelos en cada uno de sus municipios.

La Jornada Morelos