Ayer, en Jantetelco, en la zona arqueológica de Chalcaltzingo se verificó una reunión especial: dos centenares de médicos tradicionales, curanderos, sobadores, hueseros, tiemperos, rezanderos, graniceros, guardianes de los sitios sagrados, keoklaskes y xochiteros, se encontraron para acordar la creación de un concejo de medicina tradicional.
De manera práctica decidieron que primero habría que levantar un censo estatal de sanadores y sanadoras; aunque la mayoría es perteneciente a comunidades nahuas, incluyeron en su convocatoria a la población afrodescendiente como parte de los custodios de sabiduría ancestral que va mucho más allá del folclor.
En este encuentro fue evidente la permanencia de la identidad indígena que llena de orgullo a la mayor parte de los mexicanos, y que se une a diversos otros esfuerzos recientes de reivindicar las culturas originarias de lo que actualmente llamamos “México” y, además, se une a la corriente internacional de medicina alternativa que propone regresar a los orígenes de la terapéutica, campo en el que, quizá, ha abusado de la química desde hace décadas; es, además, una iniciativa que no se limita a rescatar y preservar la sabiduría de las viejas generaciones, sino que tiene vertientes ecologistas para rescatar el entorno y hacernos responsables de los daños que le hemos causado a la naturaleza.
Para entender la importancia de la sabiduría de las generaciones pasadas en la preservación del conocimiento práctico y la identidad cultural, es crucial reconocer que este bagaje no solo constituye un legado sociohistórico, sino también un recurso invaluable para el desarrollo cultural de la nación.
La sabiduría transmitida de generación en generación abarca desde conocimientos prácticos como técnicas agrícolas, artesanías, medicina tradicional, hasta valores, mitos y tradiciones que definen la identidad colectiva de una comunidad. En el contexto mexicano, esta herencia cultural es extraordinariamente rica y diversa, reflejando la fusión de culturas prehispánicas, españolas y diversas influencias regionales que han moldeado nuestra historia.
Pero también el conocimiento práctico heredado de generaciones pasadas constituye la base de muchas industrias y actividades económicas. La agricultura, por ejemplo, sigue dependiendo en gran medida de técnicas ancestrales adaptadas a los diversos climas y condiciones del país. Las artesanías tradicionales, como la alfarería, la talabartería o el tejido, no solo representan una fuente de ingreso para comunidades enteras, sino que también conservan técnicas y diseños que datan de tiempos precolombinos, enriqueciendo el patrimonio cultural y atrayendo el interés del turismo nacional e internacional.
También la medicina tradicional mexicana, con raíces en prácticas ancestrales de las culturas indígenas, ha demostrado ser un complemento valioso a la medicina moderna, no solo en términos de tratamiento, sino también en el entendimiento holístico de la salud y la conexión con el entorno natural.
La sabiduría de generaciones pasadas proporciona un vínculo vital con las raíces históricas y culturales de México y preservarlo, como proponen los sabios de Chalcaltzingo, no solo es benéfico para toda la comunidad, sino una verdadera medicina para un estado enfermo que necesita reencontrar en sus raíces su razón de ser.