La sociedad en la que vivimos en la actualidad es tan diferente a la de las generaciones pasadas que no la reconocerían nuestros abuelos. Nuestro entorno social evoluciona a pesar de los nostálgicos de los viejos días y sus recuerdos de oídas.
Los derechos de la mujer y el reconocimiento universal de los derechos humanos, por ejemplo, no hace mucho que eran meras entelequias y aun hay grupos que quieren escatimarlos, con acciones como el menosprecio a los crímenes de género o de odio. Si a nuestra comunidad le cuesta trabajo encontrar su sitio en una nueva realidad en donde las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres ¿qué se puede esperar de la aceptación de la diversidad sexual?
Este es un tema que rompe con viejos tabúes que hace un siglo aún eran penados por la ley, como sigue sucediendo en algunos países que cada vez se van haciendo menos por la necesidad de incorporar a todos los miembros de la sociedad al trabajo conjunto que significa el progreso de una nación; y si cada uno de nosotros vamos a hacer el trabajo que nos corresponde, en justo que gocemos todos de los mismos derechos.
La diversidad sexual, entendida como la variedad de orientaciones e identidades de género, es un tema de profunda controversia histórica y de lucha por los derechos civiles en todo el mundo. Pero en las sociedades más avanzadas -y por esto se puede entender que es en donde las opiniones de todos los sectores son tomadas en cuenta y se hace valer la ley aunque a algunos no les guste y, a pesar de eso, la acatan- esta diversidad no solo es reconocida, sino que se promueve activamente como parte integral de la inclusión social y el respeto a los derechos humanos cuyos beneficiarios, a final de cuentas, son todos los integrantes de la comunidad.
Pero la inclusión social de las personas LGBTQ+ no solo implica el reconocimiento legal de sus derechos y la aceptación pública de su estatus (que a últimas instancias refleja una decisión personal), sino también la creación de entornos seguros y respetuosos en todos los ámbitos comunitarios. Esto incluye políticas educativas que promuevan el respeto a la diversidad, medidas antidiscriminatorias en el ámbito laboral y de servicios públicos, la visibilidad positiva en los medios de comunicación y la cultura popular y, desde luego, leyes y acciones afirmativas específicas que garanticen sus derechos y autoridades que los hagan valer.
La inclusión social no solo beneficia a las personas LGBTQ+ al permitirles vivir con autenticidad y sin miedo a la discriminación, sino que también enriquece a la sociedad en su conjunto al fomentar el respeto mutuo y la diversidad de perspectivas.
Es un tema que tenemos que atender todos pues a todos nos atañe, más allá de nuestras preferencias sexuales. Elevar los niveles de seguridad y de justicia en los que vive una parte de los morelenses beneficia a todos los mexicanos, de la misma forma que no resulta sano para la comunidad en su conjunto tolerar tratamientos especiales o acciones al margen de la ley de un grupo o personajes.
Como es la historia de la humanidad, nuestros ancestros nos dejaron su mundo y su cultura que nosotros transformamos hasta hacerla nuestra, avancemos para dejarles a nuestros herederos una sociedad de la que se puedan sentir orgullosos y en la que quepamos todos.