loader image

 

Cuando el dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional, Jonathan Márquez Godínez promovió un juicio contra la asignación de diputaciones plurinominales para la LVI Legislatura del Congreso del Estado de Morelos, lesionó los derechos políticos de dos personas, el panista Gerardo Abarca y su compañera de partido, Eleonor Martínez; también usó otro disfraz aparte del indígena con el que se había postulado para la diputación: el de defensor de las mujeres.

La apuesta de Jonathan Márquez fue que nadie notara que, en la supuesta defensa de una mujer de otro partido (Nancy Gutiérrez del PAN, que no interpuso queja alguna), lesionaba los derechos políticos de otra mujer, ella de su partido. Para lograr ocultarlo, el dirigente del PRI en Morelos recurrió a la escuela del tricolor actual; una serie de falaces argumentaciones jurídicas que hacían parecer legítima la queja y en las que el Tribunal Electoral del Estado de Morelos cayó envuelto en barroquismos.

Márquez Godínez era feliz. Por lo menos hasta ayer, cuando la Sala Regional Ciudad de México del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, analizando las impugnaciones a la sentencia del órgano local, verificó todos los argumentos y determinó revocar la sentencia impugnada con una colección de argumentos ignorados por el dirigente priista, probablemente a su conveniencia.

La Sala Regional hizo notar que Jonathan Márquez pidió un mecanismo de ajuste sin ser mujer; que, en su supuesto intento por defender a una, acabó dañando a otra; que la sentencia lo favorecía a él y no a las mujeres como género, pues no significaba que hubiera más de ellas en la próxima legislatura. Además, consideraron que el mecanismo de ajuste usado por el tribunal local no era necesario y resultaba en alterar las reglas de la competencia ya concluida la elección.

La resolución de la Sala Regional desenmascaró las intenciones de Márquez Godínez y todo lo que estuvo dispuesto a aparentar para conseguirlas. Sus retorcidas interpretaciones de la norma y de la “justicia”, quedaron evidenciadas como un intento desesperado de hacerse de una curul en el Congreso del estado a costa de la ley y la lealtad que le debería a quienes colaboraron con él.

Cierto que la resolución de la sala tardó, pero fue tan contundente que parece no haber argumentos que la salven, Jonathan Márquez no tenía personalidad para presentar el recurso, la resolución alteraba la justicia y las reglas del juego electoral y no beneficiaba a las mujeres como género.

El dirigente priista seguirá siendo presidente de lo que queda de su partido, pero no diputado, por esa parte el Congreso está a salvo; aunque su partido vaya a la ruina. No gozará de fuero, de visibilidad y seguirá siendo un accidente en la historia política de Morelos, y de eso hubo muchos en este sexenio.