

Con una matrícula que le obliga a atender a más de cuarenta mil estudiantes de niveles medio superior, superior y posgrado, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos es la institución educativa más grande de la entidad, también es la más trascendente. De sus 35 unidades académicas de nivel superior, por lo menos once se encuentran entre las mejores del país, lo que se traduce en altos niveles de calidad y desempeño de sus egresados. Además, sus programas de investigación, deportivos, artísticos y culturales también la ubican en los primeros lugares nacionales en diversas disciplinas.
Tales éxitos, construidos a través del tiempo y el trabajo de toda la comunidad universitaria, se habían ocultado en la serie de recurrentes crisis que desde hace más de una década centralizaban la narrativa de la cuestión universitaria básicamente porque las administraciones centrales de la UAEM habían “pateado el bote” de los problemas financieros asumiéndolos casi como una condición natural de la educación superior en México.

No se entendía entonces que, justo esas fortalezas podían volver a la Autónoma de Morelos una universidad digna de la inversión necesaria ya no como un rescate, sino como una parte fundamental del proyecto de desarrollo para Morelos. La primera mujer rectora en la UAEM, Viridiana Aydeé León Hernández sin duda entendió el valor que la institución aporta a Morelos y, a diferencia de sus antecesores, supo explotarlo para conseguir el respaldo incondicional de los gobiernos estatal y federal; pero también, y esto ha sido definitivo, de las comunidades estudiantil y laboral de la institución.
Las largas pláticas con los sindicatos administrativo y académico de la institución que, al final sirvieron para construir acuerdos amplios que impidieran los estallamientos de huelga programados para febrero y marzo, evidencian la complejidad de la problemática universitaria. Los limitados recursos de la UAEM (una triste constante en la mayoría de las universidades de provincia) y las dificultades inherentes a una nómina de más de cuatro mil sindicalizados son dos constantes que dependen en mucho de situaciones coyunturales para atenderse. Si algo debe reconocerse a la rectoría y las dirigencias sindicales de la universidad es que entendieron el carácter definitivo de las constantes y se dedicaron a atender, resolver y aprovechar las coyunturas.
Los arreglos que finalmente alejaron el fantasma de la huelga en la UAEM son muestra de buena voluntad de las partes, sin duda, pero también de una sabiduría sumamente práctica, resolver lo que se puede y trabajar a futuro para lo que actualmente resulta imposible. Es posible porque, a diferencia de otros momentos en la historia reciente de la universidad, en que los trabajadores habían sido presionados o llevados a luchas injustas, esta vez hay evidencias de apoyo a la universidad desde los gobiernos federal y estatal; respaldos que no derivan solo de la evidente simpatía de la presidenta Claudia Sheinbaum, y la gobernadora, Margarita González Saravia, por la cuestión universitaria y la rectora morelense, sino por la habilidad de la rectoría y al comunidad de la UAEM para insertarse como una vértebra indispensable del proyecto de desarrollo social, económico y humano del estado y el país, y eso no es poca cosa.
Es obligado decir que, dados los ciclos laborales universitarios, la aduana de esta negociación con los sindicatos se repetirá pronto; pero también debe reconocerse que, todo apunta a que será en circunstancias financieras un poco distintas a la que se presentaron en este inicio de año. Mientras tanto, la UAEM puede seguir construyendo con un cimiento de estabilidad laboral bastante sólido.

