El proceso electoral 2023-2024 dará mucho de qué hablar y estudiar en los próximos años, desde las condiciones en que fue organizado por las instituciones que intervinieron y la forma en que se desarrollaron las campañas, hasta sus resultados que maravillaron a los vencedores y sorprendieron a sus adversarios.
No obstante, el vocal ejecutivo del Instituto Nacional Electoral en el estado hizo un resumen muy atinado, aunque fuera, digamos, con brocha gorda: “se deben aceptar los resultados y las derrotas, pues se trata de la voluntad ciudadana externada en las urnas, bajo su derecho fundamental a decidir libremente a sus gobernantes”, y señaló que “los discursos de odio, la segregación, las posturas de simulación, mentiras y farsas” son elementos que se deben prescribir de la democracia mexicana pues impiden su consolidación.
Así es: desde un principio quienes participan en cualquier tipo de competencia, deben ponerse de acuerdo en las reglas del juego, aceptarlas, reconocer a los árbitros, hacer lo posible por ganar y, si pierde, aceptar el triunfo del rival en buena lid.
Por supuesto que es más fácil decirlo que hacerlo. Desde que se comenzaron a tomar en serio las elecciones en México, se intentó sentar bases de participación justas que supervisaban minuciosamente incluso el origen y destino de cada centavo que intervenía en las campañas, entre muchos elementos más.
Se crearon instrumentos para garantizar que no habría intervenciones fuera de norma, desde impedir que votaran los muertos -como se documentó que sucedía hace mucho, mucho tiempo- como para impedir que se siguieran haciendo las trampas del pasado que tienen nombres tan folclóricos como “ratón loco” u “operación tamal” y se logró un muy razonable nivel de acreditación de aquellos que podrían votar y ser votados.
Es decir, las reglas de juego y la cancha se lograron depurar a lo largo del tiempo de tal manera que, a pesar de sus costos e imperfecciones, todos nos podemos sentir razonablemente seguros de que las elecciones se pueden realizar de una manera justa y equitativa.
Pero en las elecciones participan seres humanos que, por definición, son imperfectos. Y la sorpresa de los pasados resultados electorales se trastocó en sospechas en más de uno, sospechas que se transformaron en impugnaciones y recursos legales que, también, tiene previstos el juego de la democracia mexicana pues el aspecto legal es un componente elemental en la legitimación y credibilidad electoral de nuestro país.
Atendidos éstos solo queda el análisis de aciertos y errores, y aprender para la próxima, no, como atinadamente dijo Santos Trigo, el discurso de odio polarizante, la segregación de las minorías, la simulación, las farsas y las mentiras, elementos que van, todos, en sentido contrario del fair play democrático que nos ha costado tanto tiempo y trabajo construir.