

Aunque no es el primero de la temporada de incendios forestales, el que desde el lunes pasado inició en la comunidad de Santo Domingo Ocotitlán, municipio de Tepoztlán ha sido hasta ahora el más notorio no sólo por su ubicación, sino por el daño que ha provocado ya a cien hectáreas de bosque de pino-encino.
Dados los largos periodos de secas y las altas temperaturas, los incendios forestales tienen una temporada que, en las zonas sureste, sur, centro, norte y noreste del país va de enero a junio, y sus meses más críticos son marzo, abril y mayo Si bien hay los que se encienden por condiciones naturales, la mayoría de los fuegos devastadores están asociados con actividades humanas que desatienden el enorme riesgo que significan las condiciones propias de los bosques en esa época y con ello provocan pérdidas muy graves.

Entre otros efectos nocivos, los incendios forestales destruyen grandes volúmenes de madera, comprometen el hábitat de la fauna silvestre, erosionan el suelo, contaminan el aire, contribuyen al cambio climático, alteran la recarga de los acuíferos y provocan daños a la salud en comunidades vecinas.
La evidencia indica que el fuego iniciado esta vez en Tepoztlán fue provocado por la actividad humana, por lo que el enorme daño pudo haberse evitado.
En la parte positiva debe reconocerse que, si bien el fuego ha sido devastador en la zona, también ha mostrado una renovada capacidad de combate por parte de las autoridades federales, estatales y municipales, cuya intervención, junto a benignas condiciones meteorológicas como los escasos vientos, ha permitido hasta ahora contener el devastador efecto del incendio.
La presencia de la coordinadora Nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa, y de la gobernadora, Margarita González Saravia, en el puesto de comando desde donde se coordinan las acciones de combate al incendio, evidencia la importancia que los gobiernos federal y estatal dan al asunto. No abandonar al alcalde de Tepoztlán, Perseo Quiroz y su ayuntamiento en las tareas de control del fuego es clave para la atención a éste y a los futuros incendios que seguramente vendrán.

La coordinación en el combate es indispensable, como lo han sido las acciones de prevención que incluyeron la formación y capacitación de brigadas de combatientes, dotación de herramientas, apertura de brechas cortafuego en muchos campos del estado, y la difusión de medidas sociales para evitar el fuego entre la ciudadanía y los campesinos, a quienes se ha insistido en evitar las quemas agrícolas o, en caso de ser estrictamente necesario, hacerlo de forma asistida con los ayuntamientos.
Esta prevención es vital pues aún sin eliminar totalmente los incendios forestales, puede ayudar a reducir su frecuencia y con ello orientar los recursos al combate de los inevitables.
Morelos está en las primeras semanas de los meses más riesgosos para sus bosques, cuidarlos es una responsabilidad compartida que tiene una relación directa con nuestro futuro común. Pues aunque la autoridad haya demostrado tener capacidad para frenar la devastación de los bosques, ponerla a prueba con algo tan delicado resulta un sinsentido pues, sin importar la capacidad de los combatientes, el fuego forestal siempre se traduce en daño ambiental severo, algo que hace años no podemos permitirnos.
