Como cada año desde hace 78, este domingo se celebra el Día del Padre, una fiesta que en México es tan deslavada como la figura a la que rinde homenaje.
A diferencia de la maternidad, cuya narrativa es generalmente positiva, la paternidad es un tema delicado por la enorme cantidad de padres ausentes, las historias de hombres terribles que dañan a sus familias, y las noticias que hablan de nuevas sanciones y solicitudes de mayores penas a quienes han faltado a su rol de padres.
Ver la moneda desde una sola cara impide ver a la enorme cantidad de padres que dan lo mejor de sí todos los días por su familia. Los padres funcionales que, sin mayores ayudas ni grandes homenajes sacan adelante a sus hijas e hijos. Una colección enorme de historias que, por considerarse el solo cumplimiento de las obligaciones, no son narradas como tal vez deberían.
Tendríamos que ser más generosos. Los buenos padres existen y merecen ser reconocidos, aunque biológica y culturalmente su contribución pueda ser considerada como menor en la familia, y hasta en muchos casos fácilmente sustituible.
Sin manuales de comportamiento, sin roles ejemplares en los medios, los padres enfrentan todos los días dilemas iguales a los que sufren las madres. Las dudas del padre se mantienen, sin embargo, en silencio porque es característica del rol que les tocó o que escogieron. Culturalmente se sigue asumiendo que papá no puede dudar, no debe temer, así que sus inseguridades y sus miedos se procesan en silencio.
Probablemente, además de las sanciones para los padres que agreden o abandonan a sus familias, convendría diseñar herramientas más positivas para apoyar a los padres de familia que se ocupan efectivamente de la crianza y el cuidado de su familia. Mejorar la paternidad es un imperativo en una sociedad que requiere, cada vez más, la unidad y guía familiar para construirse como algo diferente a lo que es hoy.
No se trata de descartar cualquiera otra forma de organización familiar, sino de ayudar a fortalecer la paternidad como una elección y una práctica valiosa para la sociedad. Los buenos padres también existen, pero su presencia es cada vez menor, no solo porque algunos grupos sociales han preferido otras formas de organización familiar, sino porque la práctica de la paternidad como se concebía tradicionalmente se ha complicado hasta volverse prácticamente imposible.
Vale la pena usar parte del Día del Padre para reflexionar sobre lo que requerimos hacer como sociedad para mejorar la práctica de la paternidad, seguramente encontraremos mucho por dónde avanzar para lograr que una de las figuras más tradicionales de organización humana por fin evolucione.