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La postura bravucona de Cuauhtémoc Blanco Bravo lo acompaña probablemente desde su infancia. Las evidencias más antiguas de su carácter irreflexivo y explosivo se pueden encontrar en las grabaciones de partidos de fútbol en qué el entonces medianamente famoso jugador reclamaba, respondía, peleaba constantemente con rivales, árbitros, público y a veces hasta con sus compañeros de equipo. Ahí, en los arrabales futbolísticos se veía mal, pero era explicable su postura que buscaba minar el ánimo de los rivales.

Ya como alcalde, Cuauhtémoc Blanco utilizó el mismo estilo para enfrentar a quienes consideraba entonces sus enemigos políticos. También construyó alianzas que duraron tan poco como una temporada de fútbol. Una de ellas, por cierto, fue con el también peleonero dirigente del transporte colectivo, Dagoberto Rivera Jaimes. Junto a él, el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro, y otros notables, Cuauhtémoc Blanco enfrentó a quien entonces era su mayor enemigo, Graco Ramírez.

Cuando ganó la gubernatura, Blanco se dio cuenta tuvo las primeras evidencias de que los liderazgos sociales son críticos de los gobiernos, no de un mandatario en particular y vino la ruptura con todos quienes habían sido sus aliados contra Graco, Rivera Jaimes incluido.

Claro que la solicitud de incremento de 40 por ciento a las tarifas que hacen los dirigentes transportistas de Morelos es un exceso que afectaría gravemente la economía de las familias. Pero pretender la ruptura con el sector es un riesgo enorme.

Como el gobernador no es de Morelos y sus asesores y colaboradores le informan poco, seguramente ignora la capacidad que los dirigentes transportistas tienen para desquiciar las ciudades de Morelos. Por supuesto que el Ejecutivo debe ser firme con los transportistas que tienen muchas áreas en las que necesitan mejorar, pero retarlos a tomar las calles es una postura bravucona y de muy alto peligro, mucho más considerando que estamos en las postrimerías del sexenio y el margen de legitimidad de cualquier autoridad se reduce aceleradamente.

El problema es aún peor cuando la primera presidenta en la historia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Morelos (FEUM), Adriana Guadarrama ha mostrado congruencia con la historia de la representación estudiantil y advirtió que para mostrar su rechazo al incremento de tarifas del transporte los universitarios están dispuestos a movilizarse en las calles, igual que en otros sexenios donde, después de muchos riesgos e incomodidades, los estudiantes consiguieron evitar incrementos mayores al pasaje.

En ese escenario, plantear a los transportistas el reto a movilizarse, teniendo frente la advertencia estudiantil de manifestarse contra ellos, pareciera tener la intención de que Morelos arda justo a la salida de su gobierno.

Ojalá y en alguien quepa la prudencia y que el aún gobernador de Morelos haya dicho esas cosas porque está enojado de tenerse que ir sin dar resultados positivos en su gestión. Por lo pronto, esperemos que ninguna de las partes, transportistas, usuarios y autoridades se tomen en serio eso de las manifestaciones. Morelos tiene muchos problemas más importantes y su ciudadanía se debe muchísimas horas de diálogo y acuerdos, algo que el bravucón no entendió nunca.