

Si bien el clima de la primavera hace que en las vacaciones de Semana Santa uno de los destinos favoritos de Morelos sean los balnearios, fuentes, canales, ojos de agua y el lago de Tequesquitengo, basta echar un ojo a la tradición histórica y cultural del estado que en estas fechas litúrgicas pinta de colores y fe muchas poblaciones del estado para entender que la oferta turística local va mucho más lejos que el agua.
Cada Viernes Santo, los Viacrucis, representaciones de la Pasión y Muerte de Jesucristo, se ofrecen en todos los municipios del estado, algunos con la solemnidad heredada desde que esas puestas en escena sirvieron para la evangalización, como los que se presentan en Jojutla, Tetelpa, Ocotepec, Ayala, Coatetelco; otras que fusionan la cultura local con los elementos litúrgicos para ofrecer estallidos de color y talento creativo, como las de Yecapixtla con los matacueros y Tetela del Volcán, con los sayones; todas ellas, una forma de renovar la fe católica, pero también expresar la personalidad colectiva de cada pueblo. Por sí mismas, estas expresiones se han convertido en una parada obligada para el turismo religioso que, recientemente ha tenido un repunte en el estado.

Esa tradición religiosa se apareja con otras expresiones de cada lugar, como la gastronomía, que en Morelos es de una riqueza extraordinaria: los tamales de bagre en Tlaltizapán, los huanzontles de Jojutla, el mole de ciruela en Xoxocotla, las salsas de jumil y cacahuate en Hueyapan, los itacates y los tamales de frijol, de calabaza o de colorín en Tepoztlán, los tlacoyos de Atlatlahucan, la cecina de Yecapixtla, la sopa de hongos y las quesadillas de Tres Marías, la barbacoa y pulque de Huitzilac, los tacos acorazados y el caldo verde de cazahuate em Cuernavaca, las nieves de Alpuyeca; solo por mencionar algunas de las delicias que ofrece Morelos a quienes tienen el privilegio de habitarlo o el placer de visitarlo.
Y como después de llenar la panza en el desayuno, almuerzo y comida siempre conviene caminar un poco, Morelos ofrece espacios para largas caminatas y ejercicio moderado con visitas a sitios históricos que han marcado la formación del estado y el país. Desde sus zonas arqueológicas en Xochicalco, Yautepec, Chalcatzingo, Olintepec, Coatetelco y Teopanzolco (actualmente las visitas al Tepozteco están restringidas para reducir el riesgo de incendios); los conventos coloniales en Hueyapan, Atlatlahucan, Oaxtepec, Cuernavaca, Ocuituco, Tepoztlán, Tetela del Volcán, Tlayacapan, Totolapan, Yecapixtla, Zacualpan de Amilpas y Jiutepec; los museos, aunque la mayoría de ellos están en Cuernavaca, hay también en Axochiapan, Atlatlahucan, Ayala, Cuautla, Jantetelco, Miacatlán, Ocuituco, Tepoztlán, Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Tlayacapan, Totolapan, Xochitepec y Yautepec; o sencillamente, dar la vuelta por los centros históricos y quiscos de los poblados, entre los más atractivos, además del de Cuernavaca, están los de los cuatro Pueblos Mágicos de Morelos: Tepoztlán, Tlayacapan, Tlaltizapán y Xochitepec.
Hay otros espacios dedicados al senderismo y el turismo de aventura en Tepoztlán, Amatlán, Tlayacapan, Cuautla, Ayala, el río Amacuzac, la sierra de Huautla, Tequesquitengo. O si lo que se desea es un espacio de relajación, hay hoteles spa y temazcales de primera en Cuernavaca, Jiutepec, Tepoztlán, Xochitepec, y balnearios de aguas termales y medicinales en Cuautla, Atotonilco, Tlaquiltenango.
Morelos es mucho más que albercas y ofrece gratas experiencias turísticas para todos.
