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En el vertiginoso inicio del nuevo régimen (Ejecutivo, Congreso y hasta correlación de fuerzas sociales) no han faltado los escándalos que indican el reacomodo, nada sencillo, de los grupos políticos en Morelos. La velocidad con que este proceso se da, lo hace parecer hasta violento. En cambio, y con mucha fortuna, lo que ocurre con las denuncias por presuntos actos de corrupción, la reestructura administrativa de los poderes públicos y el desplazamiento de personajes que antes eran sumamente influyentes en la política local es el resultado del voto de la ciudadanía, los reclamos sociales a una clase política abusiva y omisa, y el resultado de investigaciones que responden a denuncias ciudadanas por probables hechos de corrupción.

La política en Morelos se está reorganizando para, por primera vez en por lo menos una década, volver a atender las necesidades y deseos ciudadanos desde los poderes Ejecutivo y Legislativo que habían abandonado la agenda social para enfrascarse en una lucha por el poder sin más objetivo que mantenerlo y a los beneficios personales y de grupo que puede ofrecer. Este reordenamiento no sólo tiene que ver con la construcción de mayorías, resulta evidente que incluso en casi todos los partidos minoritarios se ha verificado un cambio en la forma de concebir la política y hay una nueva voluntad para trabajar mucho y cerca de la gente.

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Por supuesto que no todos quienes han iniciado este acercamiento con la ciudadanía son sinceros. Sin importar el partido en que militen, a muchos de los diputados, alcaldes y hasta funcionarios gubernamentales, ese acercamiento con la sociedad les luce como enorme impostura, pero la propia ciudadanía se da cuenta de ello y los alejará tarde o temprano, como hizo con otros actores y organizaciones políticas a las que percibió totalmente ajenas.

En un escenario como el que hemos vivido en los últimos meses, con denuncias por presunta corrupción, investigaciones sobre funcionarios y representantes populares, señalamientos, trazos y rupturas de alianzas políticas históricas, uno podría preguntarse si la clase política de Morelos no está más lejos que antes de la reconciliación, pero lo cierto es que la reconciliación urgente en el estado es la de los políticos con la ciudadanía, y para lograrla es necesario marginar a quienes abusaron de la confianza social, y del poder que se les otorgó en algún momento.

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Y aunque los casos de escándalos que involucran aparentes hechos de corrupción acaparan la agenda mediática, resulta evidente que hay señales claras que apuntan a la reconciliación entre las instituciones y los grupos que se decidieron a trabajar por la ciudadanía y por el bien de Morelos. La renovada cercanía entre los ayuntamientos y el Ejecutivo Estatal; el reforzamiento de las relaciones con la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y otras instituciones educativas, con los sindicatos de maestros, de trabajadores de salud, y otras organizaciones gremiales; los acercamientos constantes de la gobernadora con grupos tradicionalmente marginados, como las comunidades indígenas y afromexicanas, las mujeres campesinas, las juventudes; la apertura de canales de comunicación de los poderes públicos con la ciudadanía son muestras evidentes de que la reconciliación está en marcha y va por buen camino.

La Jornada Morelos