No es que El Colegio de Morelos, una institución cuya esencia e historia lo llama a la alta academia estuviera totalmente muerto, pero propios y extraños reconocen que vivía en una especie de limbo luego de perder su misión y con ello el rumbo que lo había colocado hace años en el más prestigioso lugar de la producción del conocimiento humanístico, si a ello se añade la crisis política interna que vivió durante los últimos meses entre difíciles conflictos de uso indebido y abuso del poder, el resultado hasta agosto pasado fue un ente profundamente aturdido que apenas subsistía olvidado de su misión en la vida.
Las quejas del cuerpo académico y administrativo sobre lo que ocurría en la institución, y una colección de puntuales denuncias públicas e investigaciones periodísticas publicadas en La Jornada Morelos, visibilizaron el diario vivir de la comunidad del Colegio y permitieron que el impasse de la institución se rompiera y los asuntos empezaran a fluir de mejor manera al grado que la noche del jueves la Junta de Gobierno designó al nuevo rector en una persona que redirigirá al Colegio de Morelos a su esencia fundacional y lo orientará un futuro promisorio.
Carlos Barreto Zamudio era hasta el jueves director de uno de los centros de investigación más productivos de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, también es un destacado historiador que ha trabajado en la indagación del pasado revolucionario de Morelos, también domina la filosofía, la literatura, la docencia, es decir, las disciplinas fundadoras de la institución que comenzó como Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos y luego se convirtió en El Colegio de Morelos, una institución “consagrada a la investigación, docencia y difusión de las Ciencias Sociales y las Humanidades”, según establece su misión fundamental.
La labor humanística en El Colegio de Morelos se había descuidado, igual que las publicaciones y la extensión del conocimiento, por una gestión directiva parcializada hacia los estudios de la complejidad, por una parte, y a una política de publicaciones limitada y parcializada. En los últimos cuatro años el Colegio produjo solo seis libros dos de ellos de un mismo título. Tres de los tomos fueron firmados como autoría del exrector. Ninguno de los libros publicados en esos dos años trataba de asuntos de Morelos.
La deuda que El Colegio de Morelos tiene con la sociedad es enorme y no es un pasivo de la comunidad académica que ha generado estudios relevantes sobre el estado y su identidad, sino de las administraciones que han pecado de cosmopolitas, de etéreas, o de soberbias, olvidando la urgencia de difundir el conocimiento sobre Morelos, su historia, pensamiento, identidad; y sus realidades cotidianas que por su riqueza y complejidad constituyen enormes fuentes de información sobre quiénes somos los morelenses.
El reto de Carlos Barreto Zamudio es enorme no solo porque recibe una institución en crisis, sino y mucho más, porque su deber es regresar a la excelencia académica del CIDHEM y para ello deberá, y esto es mandatorio, recuperar el enorme talento que fue desplazado o decidió retirarse por conflictos con la administración anterior, y reclutar a los mejores jóvenes para que continúen el legado de pensamiento humanístico de alta especialidad en y sobre Morelos, y eso es una misión de alta responsabilidad para la que seguro contará con el respaldo de quienes creen en su proyecto y de la sociedad que necesita y merece instituciones del más alto nivel.