Si bien es digno de reconocerse el esfuerzo que los gobiernos federal y estatal emprenderán los próximos seis años para abatir el déficit de vivienda en Morelos, también se debe hacer conciencia de que el problema de la habitación en el estado sigue muy lejos de estar resuelto dados los problemas que durante décadas de abandono y desatención se han venido acumulando.
La construcción de 14 mil 400 viviendas en los municipios de Morelos y la escrituración de ocho mil propiedades que carecen hasta ahora de certeza jurídica para sus propietarios es una gran noticia. En total, la inversión de más de ocho mil millones de pesos impactará en la generación de 161 mil empleos, 64 mil de ellos directos, que pueden redinamizar la economía local, uno más de los pendientes históricos del sector productivo en el estado. Además, una vez concluido el programa más de 22 mil familias de escasos recursos tendrán una garantía de patrimonio.
Todo eso debe aplaudirse, pero el propio diagnóstico del programa que se llama Hábitat Morelos, para emparejarlo con la iniciativa del gobierno federal, evidencia que el gobierno en todos sus niveles y el sector productivo, deberían empezar a atender otro problema asociado con la vivienda en el estado, que genera un déficit cualitativo de vivienda que casi llega a las 274 mil casas.
El tema es muy complejo, si bien el déficit reconocido de vivienda (por falta absoluta de acceso a ella) llega a las 18 mil unidades, problemas como el abandono de las casas o la imposibilidad de habitarlas por falta de las condiciones mínimas para hacerlo, multiplican el problema.
El diagnóstico gubernamental es grave, 138 mil 378 casas en el estado no se encuentran habitadas, en su gran mayoría, porque carecen de servicios básicos, fueron mal diseñadas en términos de espacio, están dañadas por el tiempo y la falta de mantenimiento, carecen de infraestructura incluso para llegar a ellas, o presentan problemas jurídicos de propiedad. Entonces el problema de la vivienda en Morelos está lejos de resolverse aún con el esfuerzo que promete el programa Hábitat.
Además del esfuerzo de construcción de nuevas viviendas, convendría que el sector productivo, las asociaciones de colonos, los gobiernos municipales, junto al estado y la federación, empezaran a hacer su parte para promover la rehabilitación de las viviendas no habitadas en caso de ser posible y que pueden ser muchas más de las que de plano tendrían que ser derribadas para dar mejores destinos a los predios que ocupan.
El desorden que por décadas imperó en la tenencia de la tierra y en el fraccionamiento de tierras para promover desarrollos habitacionales que desde el inicio estaban condenados al fracaso (de esos hay muchos en la zona conurbada de Cuernavaca, por ejemplo), provocó que se pensara que el problema de la vivienda en el estado no se considerara como uno importante en las agendas gubernamentales. En el fracaso de las unidades habitacionales y condominios, por cierto, tienen mucho que ver los titulares de los ayuntamientos, quienes autorizaron la edificación en predios cuya vocación era diferente y en muchas ocasiones prometieron dotar de servicios públicos a zonas inaccesibles; pero también hay responsabilidad de muchas constructoras o de vivales particulares que, sin hacer los estudios suficientes, edificaron cientos de departamentos o condominios y hasta vendieron parte de ellos a incautos que creyeron en sus promesas.
Por supuesto que valdría la pena una investigación para fincar responsabilidades a los causantes de estos problemas; pero mucho más, tendríamos que pensar en qué hacer con las casas que no son ocupadas, probablemente ahí esté otra parte de la solución que pudiera, de una vez, reducir el alto costo de vivir en Morelos.