En su gira de agradecimiento por todo el estado, la gobernadora electa ha demostrado que sus promesas de campaña no eran meras frases publicitarias. En la competencia electoral suele suceder que los candidatos prometan puentes en donde no hay ríos y ofrezcan mejorar la vida hasta de las mascotas de la familia, en contrapartida, hay sectores sociales que piden cosas de la misma magnitud, con lo que suele haber un empate entre promesas vanas y anhelos guajiros, al final, la realidad alcanza a todos. Eso sucede en cualquier latitud, y a todos los niveles, valga la aclaración.
Sin embargo, en un estado como el nuestro, con tantos rezagos y problemas, las promesas electorales siempre apuntaban a alguno de ellos y el diagnóstico resultaba relativamente sencillo de hacer. La dificultad empieza cuando hay que marcar las prioridades y establecer metas y formas de trabajo.
Margarita González Saravia ha demostrado varias cosas, como por ejemplo, que no le tiembla la mano para reafirmar sus promesas de campaña de cara y personalmente con la ciudadanía; que le tiene medido el pulso a Morelos y sabe de las necesidades específicas de cada región, y que tiene muy clara la idea de una nueva organización del gobierno estatal.
Sus compromisos con las comunidades indígenas, con las mujeres, con los productores agrícolas, con el propio sector empresarial, y hasta con municipios y comunidades específicas, es muestra de que sabía lo que prometía en su momento, cuando era candidata.
Pero la coherencia y la memoria van acompañadas por una visión estratégica en la que tendrán que jugar los papeles que les corresponden los niveles de gobierno -ya se ha referido al apoyo que nos prestará el gobierno federal, las responsabilidades que asumirá el estatal y el compromiso que se necesita del municipal- y de los tres poderes estatales.
En ese sentido, van sus más recientes declaraciones realizadas en su visita a Tlayacapan en donde se refirió a los temas de impartición de justicia y seguridad -heridas sangrantes en Morelos- e involucró a la nueva Legislatura; también ofreció no hacer distingos políticos con los municipios para no afectar a sus habitantes por razones partidistas, cosa que será una novedad en Morelos por lo menos en una década.
La estrategia parece clara: hay mucho trabajo y se requieren de todas las manos y eso significa que tampoco insinúa que la próxima administración sea una panacea, sino un actor más dentro de un escenario más real, en el que cada sector y actor político deberá asumir su rol con eficiencia.
En el fondo, la estrategia de González Saravia apunta hacia una nueva forma de armonizar un gobierno exitoso en el que se involucren todos los poderes en una causa común y en el que el Ejecutivo asuma cabalmente sus responsabilidades haciéndose más eficiente, tema en el que, por cierto, ya prometió también una reingeniería.
Todo lo anterior permite abrigar un razonado optimismo, en el que se olviden las varitas mágicas y, en cambio, se vislumbre que habrá que enrollarse la mangas de la camisa, que podrá ser la manera difícil, pero que es la más segura, y con resultados más permanentes, de trabajar por el bien de Morelos.