En el primer minuto de mañana, martes 1 de octubre, nuestro estado iniciará un nuevo capítulo en su historia, uno inédito: una mujer lo gobernará por primera vez. Margarita González Saravia dejará de ser “gobernadora electa” para ser ya gobernadora constitucional.
Desafortunadamente no asumirá oficialmente el cargo en el mejor de los contextos: la última administración pareció coleccionar marcas negativas y demostró que hace seis años los pesimistas se equivocaron: sí podíamos estar peor. Fue una administración que no supo lidiar con los graves problemas que recibió como herencia de las administraciones anteriores y no solo eso, parecía obstinarse en abrir nuevos flancos. Privilegió a unos cuantos -principalmente burócratas de su equipo- y descuidó dolorosamente a sectores completos de la sociedad morelense, entre ellos, a los que hacen moverse a la economía estatal.
La administración de la que hoy vivimos las últimas horas encontrará su justo lugar en la historia morelense, el problema es que fueron seis años pedidos de desarrollo. Los niños que entraron a la escuela primaria el mismo año en que Blanco Bravo entró al Palacio de Gobierno, entrarán a la secundaria en un estado que no les ofrece seguridad, salud ni condiciones educativas y ven cómo sus padres batallan cada vez más por mantener a la familia a flote.
Los trabajadores, los campesinos y las empresas terminan el sexenio en un contexto de precariedad marcado no solo por la violencia, sino también por la corrupción, opacidad y descuido gubernamental, así resulta difícil ser optimista al mirar hacia adelante.
Ese es el estado y las condiciones que marcarán el inminente inicio de la administración que encabezará Margarita González, que no tendrá una tarea nada sencilla primero para reconquistar la confianza de la ciudadanía en el gobierno del estado y sus instituciones y, después, tratar de remontar el camino en prácticamente todos los rubros responsabilidad de la administración estatal.
No obstante -y en estas páginas lo hemos mencionado en diversas ocasiones-, la nueva administración parece saber a lo que se enfrenta y tienen planes específicos para hacer su trabajo y eso ya es una ventaja después de décadas de improvisaciones y de extender la mano al gobierno federal como única política de gobierno.
Sin descuidar la responsabilidad que la federación tiene para con sus integrantes, la administración de González Saravia -por lo que nos han dicho y demostrado- basará sus esfuerzos en recobrar las fortalezas locales. Se requiere reconquistar también la confianza de los morelenses en su estado y en su propia capacidad de lograr grandes cosas; por ello, la propia gobernadora ha anunciado que encabezará un gobierno que no permanecerá en las oficinas sino que saldrá a las comunidades para verificar los avances y atender problemas.
A unas horas de tener nuevo gobierno, proyecto y propuestas de solución, solo nos queda desear la mejor de las suertes al equipo que llega y hacer votos porque no pierdan de vista que, para que Morelos sea el generador de su propio destino, requiere, antes, volver a ponerse de pie.