Miles de visitantes y lugareños disfrutan de por lo menos alguna de las decenas de expresiones del catálogo de la artesanía morelense. En todo el territorio del estado, manos expertas conservan y repiten técnicas, centenarias unas y otras milenarias, de trabajo para producir piezas únicas que de alguna forma son un pequeño trozo de la identidad del estado. Porque los morelenses se reconocen con el Chinelo, pero también con la nieve de Alpuyeca, los dulces de amaranto de Huazulco, las vajillas de barro de Tlayacapan, los gabanes de Hueyapan, y otras expresiones de cultura viva, esa que se utiliza cotidianamente.
Paradójicamente, una actividad con tanto potencial económico como la producción de artesanías es una mediocre fuente de ingresos: los artesanos de Morelos son en su mayoría hombres y mujeres pobres que habitan en zonas marginadas y padecen de esquemas de distribución que les obligan a ser productores y vendedores de a pie o en tianguis de las joyas que venden todos los días. Estas condiciones amenazan constantemente la actividad de los artesanos y sus saberes.
Cierto que muchos han sido los gobiernos que se han propuesto apoyar a quienes se dedican a la creación de artesanías, pero la mala orientación de sus políticas -mayoritariamente asistenciales y efímeras- y la tradición de refundación política que tienen los planes sexenales en México y Morelos, ha generado que la actividad artesanal siga padeciendo los mismos problemas de siempre.
El reconocimiento a los artesanos y sus trabajos ha quedado siempre en lo simbólico. Morelos, por ejemplo, tiene un Museo Morelense de Arte Popular en que se exhiben piezas ejemplares de la artesanía local; por sus galerías han pasado prácticamente toda clase de técnicas que han merecido el reconocimiento y admiración de los miles de asistentes al recinto ubicado en el centro de Cuernavaca. Pero más allá de la buena fama que pueda traer a los artesanos el reconocimiento social, su vida cotidiana sigue siendo prácticamente la misma y sus problemas se mantienen idénticos a los de hace décadas.
La artesanía en Morelos requiere, además del reconocimiento a sus elaborados productos, de fomento, canales de distribución y comercialización, asesoría empresarial, apoyos gubernamentales para garantizar no solo el bienestar y la mejora en la calidad de vida de quienes la producen, sino también preservar la identidad y cultura del estado expresas a través de sus expresiones vivas y cotidianas.
El proyecto de Ley de Fomento, Preservación y Desarrollo Artesanal del Estado de Morelos que discutirá el Congreso local busca atender el grueso de los problemas de la artesanía local como una forma de hacer justicia a la actividad a la que se dedican miles de morelenses y que significa un aporte invaluable al estado.
Preservar los saberes, pero también explotar su potencial como elementos para el crecimiento económico del estado resulta una tarea inaplazable cuya responsabilidad se depositará en el poder Ejecutivo, uno que en esta administración ha demostrado saber establecer círculos de apoyo a la producción agropecuaria, al turismo, al desarrollo de las pequeñas empresas. La garantía de contar con una ley en materia artesanal, además, obligaría a la transexenalidad del apoyo a una actividad que refuerza la oferta cultural y turística de un estado que tiene mucha, pero no le sobre añadir una de sus más legítimas expresiones.