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Cuando la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo llegue a Chinameca este 10 de abril a conmemorar el aniversario luctuoso del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata, habrá terminado una ausencia de 29 años de la presidencia de la República a la ceremonia más relevante del agrarismo en el país.

La ausencia de los titulares del Ejecutivo federal durante esas casi tres décadas puede deberse a tres factores; primero el poco interés que en algunos presidentes causaba la figura de Emiliano Zapata, siempre incómoda para algunos estilos de mando autoritario; segundo, la distancia o poca relevancia de los gobernadores morelenses en la esfera nacional; y tercero, los hechos que marcaron la última visita presidencial a Chinameca para el aniversario luctuoso de Zapata.

El 10 de abril de 1996 el presidente de México era Ernesto Zedillo Ponce de León y gobernaba Morelos Jorge Carrillo Olea. De formación militar, Carrillo Olea tenía un conflicto social, y algunos creen personal, con el pueblo de Tepoztlán. El distanciamiento había iniciado desde su campaña a la gubernatura, pero se profundizó con el apoyo que el gobierno de Morelos dio al proyecto de un club de golf en los terrenos de reserva ecológica de Tepoztlán. Se formó el Comité de Unidad Tepozteca que hizo manifestaciones diversas.

Ese aniversario del asesinato de Emiliano Zapata, algunos manifestantes intentaron bloquear la carretera en el paraje El Salitre, en San Rafael, Tlaltizapán, en un intento por visibilizar su protesta ante el presidente. La policía se enfrentó con los manifestantes, dispararon y mataron a Marcos Olmedo García, miembro del CUT, además hubo por lo menos una veintena de lesionados.

Desde entonces, las administraciones de Carrillo Olea, Jorge Morales Barud, Sergio Estrada Cajigal, Marco Adame Castillo, Graco Ramírez Garrido y Cuauhtémoc Blanco Bravo, tuvieron ceremonias de aniversario luctuoso de Zapata con apenas algún representante del gobierno federal, en no pocos casos de bajo nivel en la estructura.

Las cosas han cambiado en el 2025.

Las condiciones sociales y políticas del estado han cambiado profundamente del autoritarismo que aún subsistía en la política morelense de los noventa, al empoderamiento ciudadano que ha obligado a los gobiernos a escuchar; algo que, siempre que ocurre, ha reducido el nivel de conflictividad social de manera importante.

La presidenta Claudia Sheinbaum es una convencida zapatista, conoce Morelos porque trabajó como investigadora en la entidad y sabe de la importancia de la figura del Caudillo del Sur para la izquierda no solo mexicana, sino mundial, y particularmente para los estados con tradición agrarista, como Morelos.

Además, la relación de reconocimiento y respaldo mutuo entre la presidenta y la gobernadora, Margarita González Saravia, han permitido construir puentes de entendimiento que en lo material generan inversiones importantes del gobierno federal en el estado; pero también se construyen en lo simbólico, con la presencia frecuente de funcionarios de primer nivel del gobierno federal, y de la propia presidenta, en Morelos para actos lo mismo federales que estatales. El respaldo no solo existe, también se hace evidente mucho más que en administraciones anteriores.

Para quienes conocen de política esa es otra profunda diferencia con el pasado. La visita de la presidenta para este 10 de abril guarda otra diferencia con las que hubo hasta 1996. Esta vez, la presidenta y la gobernadora tienen una relación de colaboración y coordinación que no tuvo Carrillo Olea con Zedillo, y otros muchos ejecutivos estatales con nacionales.

La Jornada Morelos