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El dos de junio la ciudadanía de Morelos votó mayoritariamente por Margarita González Saravia para que fuera la primera mujer gobernadora del estado. Como en toda campaña, lo que conocían los electores era una trayectoria, alguna parte del equipo de la candidata y un conjunto de buenas intenciones, lo que no se podía reclamar, así es la etapa proselitista en todo el mundo.

Pocos sabían que detrás de esas buenas intenciones, desde mucho antes del inicio de las campañas González Saravia ya tenía un acucioso diagnóstico de algunos de los problemas del estado y empezaba a proyectar soluciones; tampoco se imaginaban que también se empezaban a trazar los primeros enlaces para la atención y tratamiento de muchos de los problemas que se irían definiendo mucho mejor en los recorridos de precampaña y campaña.

Los morelenses votaron el dos de junio exigiendo un cambio profundo en el gobierno estatal, terminar con la inseguridad, el abandono, la soberbia, y la indolencia de una administración a la que ni el futbol -su interés principal- le salió bien. No sabían, al no ser políticos tampoco estaban obligados, exactamente cómo querrían que se operara ese cambio, pero confiaron en quien creyeron que lo lograría. Grave encargo recibió entonces Margarita González Saravia. La gobernadora no recibirá una administración pública el 30 de septiembre, sino una enorme colección de pendientes, tan numerosos, grandes y graves, que ha tenido que usar mucho del tiempo de transición en atender lo que quienes aún usufructúan, pero no ejercen el gobierno en Morelos.

Sin fuero, presupuesto, pero con un alto sentido de responsabilidad y compromiso con Morelos, Margarita González Saravia ha tenido que adelantar su labor promoviendo el diálogo, diseñando acuerdos, trazando políticas públicas que empezarán a aplicarse en ya menos de 20 días. Todos los días los futuros funcionarios a quienes adelantó sus nombramientos, construyen lo que será un gobierno que llegará adelantado porque se ha dedicado a hacer la tarea, y porque responde a un proyecto claro de cómo deberán hacerse las cosas los próximos seis años.

Equipo, coordinación, compromiso, atención, son componentes claves del futuro gabinete que, con claridad de miras, con metas medibles y claras, tiene un rumbo bastante bien definido. Hay un proyecto de gobierno que reviste la complejidad necesaria para empatarse con los sistemas de problemas de Morelos; pero también con la sencillez suficiente para que quienes han de operarlo, y sus usuarios, puedan entenderlo rápidamente.

Si a alguien preocupaba que un cambio en medio de la desesperanza que generaron seis años de crisis política, económica, social y de seguridad en Morelos fuera un salto al vacío, puede estar tranquilo, la administración que iniciará el 1 de octubre tiene diagnóstico de los problemas, proyecto de gobierno, una estrategia para gobernar y metas verificables. Faltará aterrizarlas, pero hay talento y entusiasmo suficiente en el equipo para hacerse cargo, algo que extrañamos de los gobiernos estatales hace casi diez años, y eso no es poca cosa.