

María Helena González*
1

Este 2025 se conmemora el centenario del nacimiento de Ida Rodríguez Prampolini (1925-2017), figura central en la historiografía del arte en México. Su trayectoria intelectual se caracteriza por el análisis de la aparente contradicción entre el arte por el arte y la pintura de contenido social, aunque también se ocupó de la reivindicación de lo irracional como dimensión legítima del conocimiento.
Formada en un ambiente de apertura epistemológica, Rodríguez Prampolini ocupó la silla de José Fuentes Mares en la Academia Mexicana de la Historia, de él heredó la disciplina metodológica y la necesidad de tomar postura frente a los procesos históricos. Según nos cuenta la doctora Irene Herner, quien ha escrito un penetrante análisis sobre ella para el volumen colectivo titulado Mujeres: Aportes a la historia, el arte y otras ciencias sociales, de reciente aparición , Rodríguez Prampolini fue: “una mujer barroca…mestiza en su persona, con diversos ejes que interactuaron en su manera de ser: el académico; el periodístico; el político; el de mexicana; el de viajera y el de mujer de gran belleza que se aventuró a vivir una historia personal apasionada.”
Al respecto y contrario al formato de gran cantidad de textos institucionales, Herner Reiss comienza por hacernos un retrato hablado de quien fuera su maestra, nos habla de sus parejas sentimentales: Edmundo O’Gorman -con quien compartió una etapa inicial de reflexión sobre la historia y sus límites narrativos- y Mathías Goeritz, con quien emprendió un viaje existencial que redefinió su concepción del arte.
Fue precisamente Goeritz quien le transmitió a Rodríguez Prampolini la idea de que el arte es como una oración, de que lo sagrado inunda las cosas del mundo. A través de su relación con el escultor, y en particular tras una experiencia fundacional en la cueva de Altamira, Ida profundizó en la conciencia del yo como fuente legítima de conocimiento estético. Compartieron residencias en Cuernavaca y Tepoztlán, donde la influencia mutua fue decisiva: él, crítico de las texturas visuales y harto de las repeticiones estilísticas; ella, atenta a los signos culturales que escapan al marco racionalista y que emergen desde lo fantástico y lo onírico.
2
El legado de Rodríguez Prampolini es indiscutible, sobre todo por su capacidad de ampliar el campo de estudio más allá del análisis formal y de las cronologías estilísticas. Su propuesta se desmarca del enfoque tradicional que privilegia la razón ilustrada como único criterio de legitimidad. En su obra El surrealismo y el arte fantástico de México (1969), plantea la necesidad de explorar el inconsciente como territorio estético, apostando por una comprensión del arte vinculada con lo mítico, lo simbólico y lo irracional. Este desplazamiento de la mirada -que coincide con los objetivos de la Dra. Teresa del Conde, otra de las académicas incluidas en el libro- forma parte de una transformación más amplia dentro de la historiografía del arte en México, la cual ha oscilado entre enfoques positivistas, narrativas nacionalistas y, más recientemente, perspectivas críticas y plurales. En ese contexto, la voz de Rodríguez Prampolini se erige como un puente entre el archivo y el asombro, entre el método y la sensibilidad.
Académica de formación, viajera por vocación, Ida Rodríguez Prampolini se definió a sí misma como una ‘aprendiz permanente’. Su obra y pensamiento revelan a una interlocutora de las corrientes internacionales, pero también a una voz profundamente enraizada en las tensiones culturales de México.
3

En este punto, es pertinente subrayar el trabajo de Irene Herner no solo como investigadora y experta en Siqueiros, sino como alguien cuya voz admiro profundamente por su lucidez y valentía intelectual. He tenido la fortuna de coincidir con ella en espacios de diálogo académico -el afamado Centro Tepoztlán es uno de ellos- y reconozco en su texto una contribución indispensable para comprender el lugar que esta pensadora ocupa dentro del pensamiento artístico en México. Recordemos que la historia del arte y la museología tradicional designan el objeto, mientras que del historiador del arte esperamos que contribuya a enriquecer nuestra mirada y nuestro horizonte de afectos sobre el patrimonio cultural.
Cierro diciendo que, aunque Rodríguez Prampolini formó parte importante de la vida intelectual veracruzana, su paso por Morelos no fue anecdótico, nuestro estado fue parte importante de su búsqueda de un pensamiento más abierto, más plural y sensible a las múltiples formas de vida y expresión.
*helenagonzalezcultura@gmail.com
