Fleur Gouttefanjat
Josemanuel Luna-Nemecio
A partir de la mitad del siglo pasado, se empezó a difundir en México la idea según la cual se podía mejorar considerablemente la producción de alimentos si se “modernizaba” la agricultura utilizando distintos insumos agrícolas de síntesis química. Según esta narrativa, los plaguicidas químicos (herbicidas, fungicidas, bactericidas e insecticidas químicos) iban a ayudar al productor a luchar más eficientemente contra todo tipo de agentes perjudiciales para sus cultivos. Asimismo, los fertilizantes químicos iban a mejorar los rendimientos, al propiciar un crecimiento mayor y más rápido de las plantas. Con lo cual, de conjunto, el productor vería su trabajo facilitado; mientras abundarían los alimentos.
Estas ideas fueron vertida, primero, por las propias empresas vendedoras de estos agroquímicos, en colaboración con distintas fundaciones estadounidenses encargadas de promover su comercio. Posteriormente, se firmaron acuerdos entre dichas fundaciones y diversos gobiernos nacionales, incluyendo los de México, para impulsar el uso cada vez mayor de agroquímicos por parte de los productores agrícolas. La meta era que este cambio en los patrones productivos de los campesinos iba a permitir el desarrollo agrícola de México; una verdadera “Revolución Verde” que acabaría con el hambre y que mejoraría el control de la humanidad sobre los ecosistemas.
Hoy, ochenta años después de los comienzos de esta famosa “Revolución Verde”, una parte importante de los productores agrícolas de México, incluyendo los pequeños y medianos campesinos, utilizan agroquímicos. Según el Censo Agropecuario de 2022 realizado por el INEGI, un 49.6% de las unidades de producción agropecuarias utilizan fertilizantes químicos; un 53.9% herbicidas químicos; un 42.3% insecticidas químicos y un 27.2% fungicidas químicos.
Sin embargo, todavía no se acaba con el hambre. Y tampoco se tiene un mejor manejo de los ecosistemas. Y es que el uso de agroquímicos conlleva importantes efectos negativos que las empresas comercializadoras suelen callar. En primer lugar, los precios de los agroquímicos suelen ser altos y volátiles y vulneran las economías de los productores, al representar un importante costo de producción. Además, el uso de agroquímicos ha sido acompañado de un proceso de uniformización de los cultivos y de extensión del monocultivo, incluso en pequeñas parcelas, con una desaparición paulatina de la milpa diversificada. Con lo cual las dietas se homogenizaron y se empobrecieron. En segundo lugar, el uso masivo de compuestos químicos en la producción agrícola desencadenó problemas extremadamente serios en términos de reducción de la biodiversidad y de devastación ambiental. Los suelos se han hecho menos fértiles y los productores se enferman cuando respiran demasiado los productos que aplican.
A pesar de que los agroquímicos se vendieron y se siguen vendiendo con el argumento de que mejoran la actividad agrícola, hoy son responsables de varios problemas que merman la agricultura mexicana. Es tiempo de apoyar otras estrategias de desarrollo agrícola, más respetuosas de la vida.
Sembrando agroquímicos en los cuerpos de niñeces y juventudes rurales
David Sánchez Sánchez[1]
El modelo agroindustrial en México, bajo la forma de un «Gigante Agroalimentario» ha demostrado ser un motor económico para la exportación, pero con costos irreparables para la salud y el ambiente rural. Este sistema, basado en monocultivos y agroquímicos, degrada el suelo, contamina el agua y pone en riesgo el neurodesarrollo y la salud de niñeces y juventudes, comprometiendo el futuro de generaciones completas.
Investigaciones recientes documentan la presencia de agroquímicos en sangre y orina de niños expuestos a fumigaciones. Estos químicos están asociados a alteraciones cognitivas, como el déficit de atención y el autismo, además de perpetuar ciclos de pobreza y exclusión. En zonas agroindustriales se registran preocupantes patrones de salud en niñeces y juventudes, como enfermedades renales, autoinmunes, cáncer y problemas de neurodesarrollo. Por otra parte, esas mismas condiciones obstaculizan el autorreconocimiento de niñeces y juventudes como afectados ambientales, perpetuando la invisibilidad de su situación ante la sociedad y el Estado.
Ante esta realidad, el principio precautorio sigue ignorado. ¿podemos esperar a que haya pruebas absolutas de daño cuando la evidencia científica ya señala impactos claros e irreversibles? ¿Qué mensaje envía el Estado al no actuar en consecuencia? Implícitamente legitima zonas de sacrificio ambiental y vulnera a niñeces y juventudes rurales en favor de un sistema que prioriza la productividad sobre la vida.
El uso de agroquímicos no solo es una agresión a la salud, sino también una violencia territorial y ambiental que se suma a otras formas de violencia estructural. Esto limita el desarrollo social y atenta contra el derecho de niñeces y juventudes rurales a una vida digna.
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Universidad de Guadalajara ↑
El envenenamiento silencioso de nuestros cuerpos
Fleur Gouttefanjat
Durante el neoliberalismo mexicano (1982-2018), ocurrió un proceso de desregulación de la producción y de la distribución de insumos agrícolas químicos en México. Mientras se desmantelaba la empresa de producción de fertilizantes mexicanos Fertimex ⎯como parte del esfuerzo llevado a cabo por los gobiernos neoliberales para impulsar la privatización del petróleo y de la industria petroquímica⎯, se modificó profundamente el marco regulatorio del uso de plaguicidas y fertilizantes químicos en México.
Este proceso apuntó hacia la agilización de los trámites para permitir su entrada y uso en el país, con lo cual se posibilitó una mayor difusión, tanto cualitativa como cuantitativa, de los plaguicidas químicos. En el marco de la firma del TLCAN y de la integración comercial, eso significaba ofrecer nuevos y grandes mercados a las empresas extranjeras (principalmente estadounidenses y europeas) comercializadoras de estos agroquímicos.
Hoy, según la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México, dentro de los plaguicidas químicos autorizados en el país, 183 son clasificados como Plaguicidas Altamente Peligrosos, con altísimos riesgos para la salud: un 34.4% son calificados como de toxicidad aguda; un 23.5% de toxicidad crónica; un 19.1% generan importantes perturbaciones endocrinas y un 11.5% son tóxicos para la reproducción.
Estos insumos agrícolas representan un importante riesgo para la salud de los productores agrícolas que, a diario, fumigan los cultivos sin protecciones adecuadas, exponiendo también la salud de las poblaciones aledañas. Pero también representan un riesgo para toda la población pues, después de la fumigación, estos compuestos químicos van a parar en los diversos ecosistemas y regresan a nuestras mesas dentro de los alimentos que comemos y el agua que bebemos. Es apremiante organizarnos para prohibir el envenenamiento silencioso de nuestros cuerpos.
El futuro robado por los agrotóxicos en Morelos
Josemanuel Luna Nemecio[1]
El uso de plaguicidas en el estado de Morelos representa un grave riesgo epidemiológico para la salud infantil, especialmente en niños de 0 a 12 años, quienes son particularmente vulnerables debido a su fase de crecimiento y desarrollo. Estos químicos pueden afectar el sistema nervioso, respiratorio e inmunológico. Las principales vías de exposición incluyen contacto directo con suelos contaminados, inhalación de partículas en el aire y consumo de alimentos afectados.
En Morelos, los municipios con mayor riesgo de exposición a Xagroquímicos son Cuautla, Ayala, Zacatepec, Jojutla, Tlaquiltenango, Puente de Ixtla y Jiutepec. Estos municipios tienen una intensa actividad agrícola, con cultivos de caña de azúcar, hortalizas y frutales, donde se emplean grandes cantidades de plaguicidas. La proximidad de áreas residenciales y escuelas a los campos agrícolas incrementa el riesgo de exposición en la población infantil, en especial entre niños pequeños y escolares que son “fumigados” con una gran cantidad de sustancias químicas que son peligrosas dados sus niveles de toxicidad. Además, la exposición a estos productos aumenta el riesgo de abortos espontáneos y puede contribuir a la infertilidad, afectando así tanto la salud de los niños como la de sus madres.
La falta de regulación y supervisión adecuada en la aplicación de estos productos aumenta la exposición a compuestos prohibidos en otros países y a niveles de toxicidad superiores a los estándares de seguridad internacionales. Es fundamental promover prácticas agrícolas seguras y políticas de salud pública para prhibirr el uso de plaguicidas y proteger a los niños, quienes son el grupo más vulnerable frente a estos riesgos ambientales.
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Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa ↑
Agroquímicos en Morelos: costos ambientales del progreso
Luis Enrique Parral Quintero[1]
El Morelos agrícola contemporáneo no escapa del modelo de producción capitalista en su fase neoliberal. Los campesinos se han adaptado a las exigencias del modelo económico vigente, las cosechas se orientan a tener altos rendimientos, características físicas que las hagan atractivas y competitivas en los mercados locales, regionales y nacionales.
Para alcanzar este objetivo, los campesinos morelenses usan paquetes tecnológicos, es decir, productos agroquímicos (herbicidas, fungicidas, insecticidas, nematicidas y fertilizantes) y semillas genéticamente modificadas. El uso de estos productos no es nuevo, se han impulsado desde la década de 1950, en lo que se conoció como “La Revolución Verde”. Actualmente, su uso es sumamente cuestionado por la Organización Mundial de la Salud, debido a que comprenden riesgos para la salud humana y los ecosistemas, pues algunos son sumamente tóxicos y duran más tiempo en el ambiente.
El uso de estos insumos agrícolas implica problemas para la salud de los campesinos morelenses debido a que no poseen información suficiente y equipo necesario para usarlos, se exponen a aromas y salpicaduras que le provocan intoxicaciones debido al manejo incorrecto de algunos de estos ellos. Mientras que los ecosistemas donde se realizan actividades agrícolas experimentan contaminación, degradación de los suelos y contaminación de los acuíferos, pues los residuos son arrastrados por el agua que corre en los canales de riego que desembocan en los ríos y barrancas.
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Universidad Autónoma Comunal de Oaxaca. Centro Universitario Comunal de Santa María Colotepec. Pochutla. ↑
El peligroso uso de agroquímicos en la producción de Jitomate en Morelos
Susana Franco Ramírez[1]
Gaia Alejandra Troncoso Arredondo[2]
En México la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad con pertinencia cultura es un derecho. Para satisfacer la demanda de alimentos a gran escala se recurre a paquetes tecnológicos integrados por semillas modificadas, agroquímicos y maquinaria.
Maximizar la producción de alimentos con agroquímicos tiene graves costos ambientales, pues sus residuos se depositan en el suelo, agua y aire degradando su calidad y poniendo en riesgo la estabilidad de los agroecosistemas; y para la salud humana, pues en el caso de las hortalizas se controlan las plagas con fumigantes y sea incrementa su rendimiento con fertilizantes sintéticos que se concentran en el producto (hojas, tallos, raíz o flores). Además se aplican sin las correspondientes medidas de seguridad.
La producción de Jitomate es un claro ejemplo de ello, para obtener rendimientos suficientes es necesario emplear agroquímicos de manera masiva en su producción. En Morelos, durante 2023 se obtuvieron 293,081.44 Ton de volumen de producción cultivadas en una superficie de 2,982 Ha distribuidas en 31 de los 37 municipios, de los cuales Temoac, Temixco, Miacatlán, Atlatlahucán, Tepalcingo y Yecapixtla concentran el 52% de la producción; sin embargo el municipio con mayor superficie cultivada es Atlatlahucan con más de 500 Ha dedicadas a este cultivo.
Por lo tanto, es necesario reflexionar sobre la producción de alimentos en relación con su calidad, costo económico y ambiental en vinculación con su impacto en el medio ambiente.
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Universidad Veracruzana Intercultural, sede Las Selvas. ↑
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Universidad Autónoma Comunal de Oaxaca. Centro Universitario Comunal de Santa María Colotepec. Pochutla. ↑
Buzón ambiental
Este es tu espacio para hacer oír tu voz. ¿Tienes alguna inquietud, pregunta o denuncia sobre el medio ambiente en Morelos? El “Buzón Ambiental” de Xoxoctic está abierto para que compartas tus opiniones, experiencias y propuestas sobre la naturaleza, la ecología y los problemas que nos afectan a todos. Escríbenos y juntos hagamos nuevamente de Morelos el lugar de la “Eterna Primavera” ¡Tu participación es clave!
Manda tu contribución al correo: el correo es lajornadamorelosxoxoctic@gmail.com
Lectura Recomendada
Te invitamos a sumergirte en el conocimiento a través de libros que abordan temas ambientales clave. Cada recomendación está pensada para inspirarte, informarte y generar conciencia sobre la naturaleza y los desafíos ecológicos que enfrentamos en el estado de Morelos y en todo el país.
En esta ocasión te invitamos a que conozcas el libro Reconfiguración agroecológica: teoría y redes de actores en la agricultura alternativa de Jalisco, el cual fue escrito por la investigadora Norma Helen Juárez y publicado por Editorial Itaca en coedición con la Universidad de Monterrey.
En este libro, a partir de la noción de reconfiguración agroecológica, se busca estudiar histórica y multidimensionalmente las alternativas agroalimentarias que se han desarrollado en México y en otros países del mundo. Son alternativas que tienen en común una producción agrícola y pecuaria sustentable, una alimentación saludable y libre de agrotóxicos y una soberanía alimentaria; que se nutren de los conocimientos y los recursos de la agricultura campesina y de los pueblos originarios, y constituyen una “revolución agroecológica” en la que el quehacer propositivo de los movimientos agroecológicos se ha fortalecido y articulado a nivel nacional, continental y mundial.
La autora del libro enmarca la discusión de la agricultura alternativa en el contexto global de un modelo civilizatorio insostenible, desigual y excluyente socialmente. Sobre esta base se propone enriquecer la perspectiva desde la cual se estudia el cambio social que se presenta con las agriculturas alternativas, comprobar la vigencia y la riqueza de los saberes y prácticas productivas de los agricultores alternativos en pequeña escala de Jalisco, así como el dinamismo de sus lazos con las organizaciones de consumidores de las ciudades próximas y de la Zona Metropolitana de Guadalajara.
Puedes descargar el libro de forma gratuita ingresando al siguiente link: https://editorialitaca.com/wp-content/uploads/Reconfiguracion-agroecologica-completa.pdf