«Que sea posible». Esta consigna, que se convirtió en un grito de batalla para ecologistas, ambientalistas y movimientos sociales, resonó con fuerza en el discurso de Marcela Lagarde durante su reciente visita a Morelos, donde impartió la conferencia “El Feminismo en mi vida”, organizado por la Secretaría de la Mujer presidida por Clarisa Gómez Manríque, en conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
Marcela Lagarde es una política, académica, antropóloga e investigadora mexicana, especializada en etnología y una de las principales representantes del feminismo latinoamericano.
En sus palabras, esta frase también reflejó la necesidad urgente de transformar el mundo, un cambio que, para ella, no sería posible sin una visión feminista que cuestionara las estructuras de poder que perpetúan la violencia y la desigualdad.
«El feminismo es una corriente transformadora que no solo cuestiona las estructuras patriarcales, sino que las desafía en su núcleo. No es solo una lucha por los derechos de las mujeres, sino una lucha por la justicia y la equidad para toda la humanidad», aseguró Lagarde. Para ella, el feminismo debe ser un motor de transformación, un principio fundamental para repensar no solo la realidad de las mujeres, sino la de todas las personas en el mundo. “El feminismo ha logrado introducir cambios en la sociedad, aunque a menudo estos hayan sido resultado de la fuerza de las circunstancias. Muchas veces no lo hemos buscado, pero las circunstancias nos han arrastrado hacia una disyuntiva política que no podíamos eludir”, reflexionó con humildad, pero también con convicción.
La académica explicó que la lucha feminista, lejos de ser solo una respuesta a las desigualdades de género, debe ser vista como una perspectiva que permita repensar las relaciones sociales, políticas y económicas que configuran el mundo en su totalidad. «Es crucial que en las propuestas de transición y cambio global se incorpore una visión feminista. Los cambios no solo deben ser estructurales, sino también profundamente culturales. La desigualdad de género atraviesa todas las dimensiones de nuestra vida, y transformarla es parte esencial de cualquier propuesta de justicia social», afirmó Lagarde.
En este sentido, la reflexión de Lagarde se adentró en el ámbito de las políticas públicas y las respuestas institucionales frente a la violencia de género, uno de los fenómenos más devastadores en México y América Latina. «La violencia hacia las mujeres no es un problema aislado, no es algo que le ocurra solo a algunas personas. Es un problema estructural, una manifestación de un sistema patriarcal que ha existido por siglos y que reproduce la violencia, la desigualdad y la discriminación», subrayó con firmeza.
Feminicidio y la gravedad de la violencia de género
El feminicidio en México, uno de los rostros más atroces de la violencia de género, ocupa un lugar central en la reflexión de Marcela Lagarde. «Este fenómeno es parte de una cultura que invisibiliza las vidas de las mujeres, las reduce a objetos o propiedades, y permite su eliminación sin que haya un costo real para los agresores», denunció.
Lagarde subrayó que la violencia feminicida no puede comprenderse sin analizar el contexto de impunidad y falta de justicia que atraviesa las instituciones del Estado. “Las instituciones civiles y del Estado no solo fallan en prevenir la violencia, sino que muchas veces son cómplices, por acción o por omisión, de un sistema que reproduce la violencia contra las mujeres”, afirmó con contundencia.
La violencia de género como crisis estructural
Para Lagarde, la violencia de género no es un problema aislado ni una cuestión exclusiva de las mujeres. Es, por encima de todo, una crisis estructural que interpela a toda la sociedad. «Hablar de feminicidio es hablar de un problema que nos concierne a todos, porque refleja un sistema que necesita transformarse profundamente», explicó.
Con esa perspectiva, insistió en que el feminismo no es solo un movimiento de mujeres, sino un desafío colectivo para construir un mundo más justo y libre de violencia. «Lo que está en juego no es solo la vida de las mujeres, sino la de toda la sociedad», sostuvo Lagarde. Transformar las estructuras patriarcales que propician la violencia no debe ser solo tarea de las mujeres, sino una responsabilidad compartida, especialmente de las instituciones con capacidad de cambiar el tejido social.
«La lucha feminista no es solo una respuesta ante la violencia de género; es una herramienta para desmantelar las estructuras que perpetúan esa violencia», concluyó.
Un feminismo en conexión con otras luchas
La académica enfatizó que el feminismo no puede considerarse ajeno a las luchas de otros movimientos sociales. «El feminismo planteó retos no solo para las mujeres, sino para todos los movimientos sociales, convirtiéndose en un motor de transformación política, social y económica. La lucha por la justicia para las mujeres es, en última instancia, una lucha por la justicia de toda la humanidad», afirmó Lagarde, resaltando la interconexión entre las diversas luchas por la justicia social.
La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia: legado de Marcela Lagarde
En 2007, Marcela Lagarde contribuyó decisivamente a la creación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que consagra el derecho de las mujeres a vivir sin violencia en todas sus formas. Este marco legal ha sido esencial en la lucha contra el feminicidio y otras formas de violencia extrema. Según Lagarde, el feminicidio es «el ejercicio de un poder extremo, dañino y enajenante» dentro de un sistema patriarcal que normaliza la violencia, exacerbada por la tolerancia social y la indiferencia institucional.
Desde su paso por la Cámara de Diputados, Lagarde trabajó junto a feministas para exigir la prevención y erradicación de la violencia de género. Destacó la importancia de desarrollar un marco teórico sólido basado en investigaciones realizadas en varios estados, lo que permitió comprender los factores que propician el feminicidio y diseñar estrategias preventivas. Este enfoque permitió pasar de un interés morboso a una acción política y de gobernanza efectiva.
Además, resaltó la relevancia del trabajo conjunto entre mujeres de diferentes partidos políticos para acceder a información oficial sobre feminicidios y construir políticas públicas eficaces. Este esfuerzo colectivo logró que hoy existan leyes locales inspiradas en la ley general en todos los estados del país.
Lagarde subrayó que la democracia es el antídoto contra el avance del feminicidio, enfatizando que la consolidación de instituciones fuertes es clave para garantizar los derechos de las mujeres y construir una sociedad más equitativa. La ley representa un avance significativo y sigue siendo un pilar en la lucha contra la violencia de género.
¿Cuerpo de mujer no es garantía de perspectiva de género?
En una entrevista para esta periodista, tras su conferencia “El Feminismo en mi vida”, la destacada feminista ofreció una reflexión profunda sobre las expectativas en torno a la primera mujer presidenta de México, Claudia Sheinbaum, subrayando la complejidad de la perspectiva de género en los espacios de poder y cuestionando algunas frases comunes dentro del movimiento feminista.
Al ser cuestionada sobre la frase «el cuerpo de mujer no es garantía de perspectiva de género», Lagarde no dudó en expresar su desacuerdo.
“Esa frase es casi un referente, ¿no? Decir que el cuerpo de mujer no es garantía de perspectiva de género me parece una frase sectaria que no comparto”, dijo, argumentando que tal afirmación no aportaba a la construcción de una conciencia colectiva dentro del feminismo. Según ella, esta perspectiva podía llevar a una descalificación prematura de los procesos internos de cada mujer, independientemente de su recorrido o grado de conciencia. “No comparto, porque no nos lleva a ningún lado más que a descalificar el proceso de cada una de nosotras, que podía estar incipiente, empezando, que podía ser una conciencia más compleja y difícil”.
La importancia de evaluar las políticas, no solo la identidad de género
Lagarde destacó la importancia de evaluar las acciones y políticas de quienes ocupan cargos de poder desde un criterio constructivo, en lugar de reducir la discusión a su identidad de género. “Debemos tener criterio para saber si estamos de acuerdo o no con la forma de gobernar, con el contenido de la plataforma de gobernanza. Y entonces sí, podemos encontrar que a lo mejor eso no es pensado como feminismo, pero tiene una política de igualdad o tiene una política de acceso a derechos”, apuntó, sugiriendo que, aunque no todos los aspectos de la política de una figura pública pudieran alinearse con una visión feminista explícita, era posible reconocer los avances en términos de derechos humanos e igualdad.
Sobre la figura de la presidenta de México, Lagarde fue clara al reconocer su valioso trayecto. “Nuestra presidenta tiene un recorrido propio valiosísimo. Ha pasado su vida formando y haciendo procesos democráticos en México de una forma impresionante, participando en procesos académicos, universitarios, civiles. Es una mujer con una trayectoria que hay que valorar”. Sin embargo, también advirtió que la conciencia feminista de la presidenta no estaba completamente definida y era un proceso que continuaba evolucionando. “No se haya llamado o sí se haya llamado feminista. Ojalá algún día se sienta tan orgullosa como todas ustedes de ser ella misma feminista, me va a encantar”.
Expectativas sobre la primera mujer presidenta
Marcela Lagarde analizó las expectativas puestas en la primera mujer en ocupar la presidencia de México, cuestionando si estaban bien fundamentadas. Explicó que la mandataria integró una visión de género en su análisis político y propuestas, aunque este proceso fue gradual, influenciado por la presión social y otros factores. Señaló que si no tenía una conciencia feminista plenamente desarrollada, este cambio tomaría más tiempo, pero si ya contaba con ella, estaría fortaleciéndola en el ejercicio del poder.
En el contexto nacional, Lagarde destacó los logros del feminismo en las últimas décadas, subrayando que la llegada de mujeres a posiciones clave, como la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia, la Cámara de Diputados y el Senado, rompió con la exclusión histórica de género en la toma de decisiones. Estos avances, más allá de ser simbólicos, representan frutos de décadas de lucha feminista.
Apuntó que, aunque el camino hacia la igualdad de género plena sigue en construcción, los cambios alcanzados han transformado profundamente a la sociedad, el Estado y la cultura, marcando un parteaguas en la historia del país.
Este sexenio no será de fantasía Walt Disney
Lagarde dejó claro que el camino hacia la igualdad sustantiva no fue solo una cuestión de discursos o de propuestas teóricas.
“Yo le tuve mucho aprecio, mucha consideración, mucha admiración al verla aprender, al verla involucrarse, al verla escuchar, entender, ser inteligente como ella sonó. Todo eso me pasó”, afirmó, refiriéndose a la presidenta Claudia Sheinbaum como una mujer que logró romper barreras en un espacio tradicionalmente dominado por hombres.
Y es que Lagarde no se limitó a reconocer a las mujeres que llegaron al poder, sino que les otorgó el espacio para aprender, crecer y ser agentes de cambio.
“Y no esperé la fantasía, no esperé Walt Disney, esperé que fuera una gobernanta maravillosa como ella lo fue, capaz de ese diálogo con la sociedad y en el Estado”, subrayó, destacando la importancia de la capacidad de las mujeres para llevar a cabo una política concreta, no solo ideológica. Para ella, la política fue hacer “cosas tangibles”, una praxis que no debía caer en la retórica vacía ni en la promesa incumplida.
Un llamado a la sororidad con las mujeres en espacios de poder
Marcela Lagarde fue una firme defensora de la sororidad, entendida como el apoyo mutuo entre mujeres frente a la adversidad. Destacó su importancia en la vida política y social de México, haciendo un llamado a la solidaridad hacia mujeres en el poder, como la presidenta Claudia Sheinbaum y la gobernadora Margarita González Saravia.
Lagarde invitó a transformar la percepción pública de la sororidad, de un gesto aislado a una acción colectiva que favorezca el bienestar común. En sus palabras: “Imaginen qué mundo sería cuando cualquier gente confiara en que lo que hagamos unas mujeres con otras sea positivo para todas.” Para ella, la sororidad no era solo apoyo emocional, sino una herramienta política que desafiaba los estereotipos de rivalidad entre mujeres. Recordó que este principio tiene raíces históricas en el feminismo y, en su visión, debe trascender las afiliaciones partidistas para apoyar a las mujeres que lideran procesos políticos significativos.
“Yo por lo pronto haría una fiesta”, concluyó Lagarde con optimismo, celebrando los avances de las mujeres que enfrentaron barreras y desafíos con determinación. Para ella, la política feminista fue ante todo una práctica de sororidad, que debió superar divisiones y etiquetas, y construir un futuro de unidad y colaboración entre todas las mujeres.
Finalmente, Lagarde nos recordó que la verdadera transformación comenzó cuando las mujeres se reconocieron como iguales, como compañeras en un camino común. Como afirmó: «Cuando nos comportemos así mayoritariamente, esto va a ser buenísima onda para vivir y todo». Un llamado a la acción colectiva, a la unidad y a construir una sociedad más justa y libre de discriminación.
La feminista hizo un llamado a las mexicanas para ser sororas con la presidenta Claudia Sheinbaum y con todas las mujeres en espacios de poder. Foto: Marcela Lagarde FB