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Carmelo Enríquez Rosado*

Vivimos un período similar al de los años 1933-1945 ahora con la reivindicación del saludo nazi por personajes del gobierno estadunidense. La vociferación y la amenaza de Trump con la pólvora que le queda para restaurar su hegemonía desconoce la realidad planetaria cuyo rostro ha cambiado radicalmente. Tanto grito es una herramienta de negociación que denigra a sus propios vasallos: Trudeau, Milei, Zelensky; piezas útiles para colocar la primera ficha, pero desechables en un escenario del tablero de negociación global con los otros centros de poder: Rusia, China y en menor medida con la Unión Europea.

La analogía con el nazismo va más allá del saludo, tanto como la Alemania colonizadora con su lebensraum, el gobierno de Trump quiere hacer lo mismo, ampliar su espacio vital con la anexión de Canadá y Groenlandia; pactar con Moscú la suerte de Ucrania y extender su zona de influencia a pesar de los países europeos.

El nazismo, al conquistar y extender su poder no se preocupó por enmascararse en un ideario idealista. Su verdad se definía en el derecho del más fuerte, sin compasión, y aplastar la pertinaz resistencia de la “raza ajena”, al final, Hitler al reunir a tantos enemigos sufrió la derrota y su suicidio.[1] así también pretende actuar el gobierno trumpista. Su confrontación con casi todo el planeta lo llevará a su propio fracaso.

Nuestros proyectos van por buen camino y el TMEC no tenía grandes sobresaltos sino hasta cuando hizo su aparición la llegada franca y sin ambages del titular de Unión Americana: sacudió a los gobiernos y empresas con el cobro de los aranceles, endureció la persecusión y expulsión de inmigrantes, aprehendidos y con grilletes en los tobillos cual si fueran delincuentes, el reclamo de riquezas naturales a Ucrania; el saludo nazi de la oligarquía.

México y sus autoridades, particularmente la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, crecen en el escenario internacional por su dignidad, capacidad de negociación y fortaleza económica. Vale recordar a José Martí: “Obra fina, y por todo punto magistral, están haciendo los mexicanos en sus relaciones con los Estados Unidos. Sobre hierros encendidos están andando; de todas partes oyen voces que debieran acalorarlos y cegarlos: no tropiezan. Acaso se salven”.[2]

Trump nos recordó la naturaleza dominadora y agresiva de los Estados Unidos contra México, y nos ofreció la oportunidad de ver la globalidad y nuestra propia situación para contener y avanzar hacia una mayor independencia y diversificar las relaciones comerciales con otros socios de manera gradual, pacífica y comercial. No bastan las fastuosas celebraciones de nuestras fiestas patrias de independencia, ahora se requiere continuar el proceso de transformación y asumirlo como un proyecto transexenal, aplicar con rigor su política apoyada en un ejercicio de prospectiva, de imaginar y construir el futuro. En los siguientes aspectos: Investigación, actualizar, nivelar e innovar en la revolución digital en marcha, controlar el territorio, derribar con energía el imperio de los estupefacientes, aprender de las experiencias exitosas de otros pueblos como el nuestro.

Es imperativo desarrollar un acuerdo común con las economías del sur, para construir nuestro ámbito lógico y natural con soberanías hermanas y compartidas. Las características de nuestra América ameritan construir nuestro propio espacio vital para defendernos y lograr un equilibrio en el nuevo esquema geopolítico del planeta. Los recientes acontecimientos nos muestran que los Estados Unidos no son nuestros amigos pero estamos sujetos a sus intereses, por ello requerimos una economía latinoamericana no dependiente, y en su conjunto capaz de diversificar nuestras relaciones comerciales.

*Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública.

  1. Fest, J. (2005). El hundimiento. Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores. México. P.195-96

  2. Martí, J. (1985). Obras Completas, Edición Crítica. Centro de Estudios Martianos-Casa de las Américas. La Habana, Cuba. T.8, p. 99

Carmelo Enríquez Rosado