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Defensora del territorio en Tepoztlán de nacimiento

 

 

Karina Vara Rodríguez es dentista de profesión, activista por convicción, actualmente estudiante de Derecho y, desde hace unas semanas, ayudanta municipal de su comunidad de Huilotepec en Tepoztlán. Su trayectoria ha estado marcada por una doble vocación: el cuidado de la salud bucal y la defensa del territorio. Desde el consultorio o desde las asambleas comunales, Karina ha mantenido una consigna clara: “tener raíces es también asumir una responsabilidad con el lugar al que pertenecemos”.

Karina nació el 28 de julio de 1980 en Tepoztlán, Morelos. Mujer indígena náhuatl, se asume tepozteca por nacimiento y por convicción. Su historia personal se entrelaza con la historia reciente del pueblo: la defensa del territorio, el valor de la educación rural y el compromiso con las causas sociales. Su vida es testimonio de cómo el activismo puede ser también una forma cotidiana de habitar el mundo.

Creció en una familia tepozteca tradicional. Su padre, Ramón Vara, era comerciante de oficio —como su abuelo, quien fue reconocido como el primer comerciante establecido en el municipio—. Su madre, maestra rural, fue parte de las últimas generaciones formadas en la histórica Escuela Normal de Palmira, internado para mujeres fundado con el impulso educativo del cardenismo.

“Mi mamá es hija de campesinos. Su papá, mi abuelo, fue huérfano y nunca fue a la escuela. Era hijo de un coronel zapatista, Ciprián Rodríguez Uribe. De ahí viene también parte de esta identidad que siempre ha estado presente en mi familia”, explica Karina.

Una infancia entre aulas, marchas y asambleas

Karina nació en medio de la huelga magisterial de 1980. Su madre, entonces maestra rural en una primaria tomada, vivía prácticamente en la escuela; su padre la llevaba envuelta en el gabán para que pudiera amamantarla durante los momentos de pausa en la movilización. “Desde ahí empieza mi historia con el activismo”, dice con claridad.

Su educación básica la cursó íntegramente en Tepoztlán. Asistió al kínder del centro, la primaria Estanislao Rojas Zuñiga y la Secundaria Telpochcalli conocida localmente como “la escuela de guerreros”. Desde los primeros años de secundaria, ya participaba activamente en los comités escolares y en actividades de gestión y mejora de la escuela. “Una maestra decía que era ‘grillera’, como mi tía Modesta Vara, muy activa en los movimientos del pueblo”, recuerda.

A los ocho años comenzó a asistir, acompañada por su tía, a las primeras reuniones vecinales relacionadas con la oposición al proyecto del tren escénico.

A los catorce, ya participaba en asambleas del movimiento contra el club de golf, una de las luchas más emblemáticas del pueblo en los años noventa. “Nuestra tarea como jóvenes era apoyar logísticamente, estar presentes, ayudar en lo que hiciera falta. No era una decisión: era parte de la vida”, afirma.

Creció en un ambiente donde el activismo una realidad cotidiana. “En mi casa no te preguntaban si querías ir al plantón. Te llevaban. No te explicaban para qué era el pañuelo con vinagre por si llegaban los granaderos: ya lo sabías”, recuerda.

Agrega: “Nos enseñaron a defender el territorio desde que nacimos”, recuerda. “Éramos chavitos, pero ya sabíamos lo que era una asamblea, un plantón, una toma. Nos tocó vivirlo y entenderlo muy jóvenes.”

Ese movimiento marcó a toda una generación que creció con la convicción de que defender el territorio era parte de la identidad tepozteca.

De la vocación por la salud a la formación profesional

Desde temprana edad, Karina, mostró interés por el área de la salud. Estudió la preparatoria en Cuernavaca y luego cursó la carrera técnica en enfermería en el Instituto Charles Richet. Durante sus prácticas en el Hospital General de Cuernavaca, se distinguió en el área de terapia respiratoria. Más tarde, se especializó en esa disciplina en el Instituto Nacional de Pediatría de la Ciudad de México.

Ahí, conoció a una colega odontóloga que la motivó a dar un giro profesional. Karina presentó examen en la Universidad Autónoma Metropolitana y fue aceptada para estudiar Odontología, profesión a la que se dedica actualmente.

“Siempre quise ayudar desde el área de la salud. Como inhaloterapista, como enfermera o como odontóloga, siempre he estado en contacto con personas que necesitan atención, acompañamiento, información. Es una forma de servir también”, señala.

Compromiso continuo con su comunidad

Aunque su trayectoria profesional la llevó a recorrer otros caminos, Karina nunca dejó de estar presente en las luchas sociales de su comunidad. Además de Participar en movilizaciones contra el teleférico y a la privatización del agua, ha acompañado procesos comunitarios de defensa del territorio, educación popular y salud.

Su historia está marcada por el entrelazamiento entre identidad, vocación y compromiso. Karina Vara Rodríguez representa a una generación de mujeres tepoztecas que crecieron con una convicción clara: que el territorio se defiende desde la vida cotidiana, desde el aula, desde la familia y desde el trabajo.

Reencuentros en la lucha

Pasaron casi dos décadas hasta que Karina, ya adulta, volvió a encontrarse con los mismos rostros de su infancia en una nueva batalla: la resistencia contra la ampliación de la autopista La Pera-Cuautla. Tenía 32 años y un largo camino recorrido, tanto en su vida profesional como en el activismo. “Fue muy fuerte reencontrarnos. Muchos habíamos sido niños durante la lucha contra el Club de Golf y ahora estábamos otra vez, pero ya como adultos. Fue como un espejo del tiempo.”

Fue en ese contexto donde conoció a su actual pareja, Roberto Robles, también hijo de luchadores sociales y activo defensor del territorio. Aunque ambos ya estaban comprometidos con otras personas, la vida los cruzó en la protesta. “Cambiamos de pareja en la lucha”, cuenta con humor. “Yo tenía otro noviecito que también era muy entrón, muy participativo… y fui con él. Pero con Roberto empezó algo nuevo. Nos reencontramos en esa lucha.”

Una lucha que no se ganó

El conflicto por la autopista era parte de un proyecto mayor: el Proyecto Integral Morelos. Y, a diferencia de la experiencia del Club de Golf, en esta ocasión el pueblo no logró detener la obra.

“Fue la primera vez que el pueblo tepozteco no ganó una lucha. Y eso fue un hecho histórico”, reconoce Karina. “Creo que no supimos que era parte del Proyecto Integral Morelos hasta después. Y cuando lo entendimos, ya estaba muy avanzado, muy estructurado desde el gobierno federal.”

Aun así, la lucha dejó una semilla valiosa: la creación de la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos. “Conocimos a Samir, a Tere, al profe Toño (que en paz descanse), a Don Juan de Miacatlán… compañeros y compañeras con quienes seguimos coincidiendo hasta hoy.”

Del compromiso social al camino legal

Karina actualmente cursa la licenciatura en Derecho en el sistema abierto de la UNAM. Recuerda que, desde sus primeros estudios, uno de sus profesores solía decirle que tenía madera de abogada.

Estudió la preparatoria en Cuernavaca. Siempre sintió afinidad por el área de la salud; sin embargo, un profesor —Juanito— le insistía constantemente en que estudiara Derecho. A pesar de ello, en ese momento ella estaba decidida a convertirse en enfermera.

Con el tiempo, su participación en diversas luchas sociales le hizo ver que, para lograr un verdadero impacto, era fundamental respaldar las acciones con herramientas legales. Fue así como tomó la decisión de estudiar Derecho, convencida de que el conocimiento jurídico es clave para alcanzar mejores resultados en la defensa de las causas colectivas.

La nueva batalla: gentrificación

Hoy la lucha ha tomado otra forma. Ya no se trata solo de megaproyectos visibles, sino de un proceso más difuso pero igual de destructivo: la gentrificación. “No llegó otro Club de Golf, pero sí pasó algo peor: la venta constante del territorio. Es como si lo estuviéramos vendiendo por partes. A pedacitos. A migajas.”

Karina observa que este proceso va de la mano con la pérdida de la conciencia colectiva. “El bien común por el que antes se luchaba se volvió algo muy individualista. Todo el mundo hace su luchita, ya no se piensa en lo colectivo.”

A pesar del panorama complejo, Karina no pierde la esperanza. “Ahora la lucha es contra la gentrificación, contra esa idea de que la tierra solo sirve para venderla. Nosotros lo que estamos buscando es una regulación que proteja al pueblo y su identidad.”

Y concluye con una mirada clara y firme: “No podemos detener la gentrificación solos, pero sí podemos regularla. Es una lucha muy desigual, como pelear contra Goliat. Pero no estamos cruzados de brazos.”

El monstruo sin rostro

La gentrificación en Tepoztlán no llegó con bulldozers ni cascos amarillos. Llegó disfrazada de terrazas, rentas altas, “compradores de buena fe” y silencios incómodos. “No es otro club de golf. Es peor. Porque lo estamos haciendo nosotros mismos”, afirma. “Nos despojamos solitos”.

El problema, dice Karina, va más allá del mercado inmobiliario. Tiene raíces profundas en la desorganización legal del núcleo comunal. “No existe una representación comunal legal ni legítima. El Registro Agrario Nacional lleva más de 25 años sin reconocer a ninguna autoridad comunal. Eso ha generado caos: familias con constancias dobles, hermanos peleándose por un terreno, compradores que ni saben lo que están adquiriendo.”

Y en medio de esa ambigüedad legal, florecen las ventas dudosas y las rentas lucrativas. “Nos dicen que la culpa es de quienes venden, pero ¿y los que compran? ¿quién les exige responsabilidad?”, cuestiona.

Resistir desde lo cotidiano

La lucha actual no tiene pancartas ni bloqueos. Es más discreta, pero no menos poderosa. “Estamos haciendo observaciones conjuntas al Plan de Desarrollo Municipal”, explica Karina. “Queremos que ahí quede plasmada la necesidad de regular la venta y uso del suelo, y que se reconozcan las dinámicas que afectan a la comunidad.”

Varios colectivos locales han unido fuerzas para construir un diagnóstico compartido. Analizan el incremento en el costo de vida, la presión sobre servicios públicos, la pérdida de identidad cultural, y cómo todo esto está ligado a la especulación de tierras.

“Se trata de reconocer que la gentrificación no es solo urbanismo o turismo: es también violencia comunitaria, facilitada muchas veces por la omisión —o complicidad— de autoridades.”

Sin organización no hay futuro

Para Karina, una de las claves es volver a creer en lo colectivo. “Nos falta ese poder comunitario que vemos en otros lugares. En Oaxaca, por ejemplo, cuando una comunidad decide que no se va a vender alcohol, lo logran. ¿Por qué aquí no podríamos hacer lo mismo con la tierra?”

Y aunque reconoce que no es fácil, no baja los brazos. “Apostamos a que este gobierno municipal escuche. Pero si no, seguiremos organizándonos. No es una lucha con final feliz inmediato. Es una lucha que se hace todos los días, en lo cotidiano.”

Afuera, las luces de una terraza encandilan la calle. Dentro, Karina sigue hablando: de su abuela que hablaba náhuatl, del primer coche que entró al pueblo, de cómo vender un terreno a veces es vender también una memoria.

“No se trata de quedarnos en el pasado. Se trata de no olvidar quiénes somos, para no perdernos en lo que otros quieren que seamos.”

De la lucha comunitaria a la ayudantía de Huilotepec

Apenas hace una semana, Karina asumió la ayudantía municipal de Huilotepec, una comunidad marcada por la fragmentación interna y el abandono institucional. Su decisión de postularse no fue anticipada, sino una respuesta urgente ante la necesidad de transformar desde dentro un entorno desgastado por años de desconfianza, desinformación y falta de representación. “Me registré el último día. Vi quiénes estaban contendiendo y sentí que, si no lo hacíamos nosotros, la voz real del barrio se iba a perder”, cuenta.

Abogada y defensora del territorio, Karina decidió dar el paso desde la lucha social hacia la participación directa, con la convicción de que la dignidad también se construye desde los espacios de gobierno comunitario.

Un territorio fragmentado, sin representación legal

Desde hace más de 25 años, Huilotepec carece de representación comunal reconocida por el Registro Agrario Nacional (RAN). “El RAN no ha emitido ningún oficio que respalde legalmente a algún grupo”, explica Karina.

Karina no se imaginaba en un cargo de gestión. “Siempre estuve del lado de la exigencia, no del escritorio. Pero llega un punto en el que no basta con señalar. Tienes que entrarle”.

Y así lo hizo. Ganó con el doble de votos que su competidora más cercana, junto a Nubia Valderrama Vara —prima y compañera de lucha— como suplente. Su campaña fue modesta pero clara: legalidad, rendición de cuentas y defensa del territorio. “No prometimos milagros. Solo dijimos la verdad: que queremos hacer las cosas bien, con la comunidad y para la comunidad.”

Transparencia como principio, no como eslogan

A solo unos días de haber tomado el cargo, Karina ya ha enfrentado lo que llama “la resistencia a los cambios más básicos”. Un ejemplo: “Me ofrecieron 500 pesos por usar el espacio público para una campaña médica. Les dije que no podía aceptar sin pasar por los canales adecuados. Me llamaron conflictiva. Pero yo no vine aquí a negociar principios.”

Aunque su gestión apenas comienza, ha dejado claro el tono que quiere marcar: “La ayudantía no puede ser una oficina de favores. Tiene que ser un espacio de servicio y legalidad. Así, aunque nos tardemos más, dormimos tranquilos.”

Las mujeres también transforman desde el poder

Karina no es la primera mujer en ocupar una ayudantía en Tepoztlán, pero su llegada ocurre en un momento en que muchas posiciones para mujeres solo se logran tras litigios o cuotas. “Ojalá que llegue el día en que no se necesiten juicios para que las mujeres estemos al frente. Que sea algo natural. Que se sepa que podemos, que lo hacemos bien, y que no nos vamos a dejar.”

Una nueva historia para Huilotepec

Con apenas una semana al frente, Karina no presume logros, pero sí una ruta clara. Sabe que los cambios profundos no se decretan, se construyen con tiempo y con comunidad. “Aquí no se trata de resistir por resistir. Se trata de recuperar lo que somos y cuidarlo entre todos.”

Y con esa convicción, Karina cierra con un mensaje para las niñas de su comunidad:

“Que no les digan que no pueden. A mí nunca me dijeron que una niña podía ser ayudanta. Y aquí estoy. Las niñas no son solo el futuro. Son el presente. Y merecen todo.”

Desde Huilotepec, Karina comienza a escribir otra historia para Tepoztlán: una historia tejida con firmeza, conciencia y dignidad.

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Karina Vara Rodríguez durante las brigadas de apoyo a comunidades zapatistas, en Chiapas, 1999

En sus días de activismo contra el Club de Golf

Karina Vara Rodríguez (derecha) y Nuvia Balderrama Vara durante la entrega de la constancia de mayoría que acredita a Karina como Ayudanta Municipal de Huilotepec, Tepoztlán.

Estrella Pedroza