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Por más de cuatro décadas, Verónica Galicia García ha sido testigo y protagonista de cambios fundamentales en México, desde su activismo en los movimientos sociales de los años setenta hasta su compromiso con la educación y el humanismo en la actualidad. Su historia es la de una mujer que ha dedicado su vida a la enseñanza y la lucha por la justicia social, siempre desde una visión crítica y comprometida con el bienestar colectivo.

Raíces y formación

Nacida en la Ciudad de México el 1° de abril de 1961, Verónica creció en un entorno que despertó su interés por la realidad social del país. Su formación académica la llevó a estudiar Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), una disciplina que le permitió entender las estructuras de desigualdad y los movimientos de cambio. Posteriormente, al mudarse a Morelos, cursó una maestría en Educación, convencida de que la enseñanza es una herramienta fundamental para transformar la sociedad.

Con más de 30 años de experiencia en el ámbito educativo, ha impartido clases en todos los niveles, desde preescolar hasta posgrado. Su labor docente ha estado marcada por la convicción de que la educación no solo transmite conocimientos, sino que también forma ciudadanos críticos y conscientes. Su especialización en educación preescolar, certificada en La Habana, Cuba, y su trabajo en instituciones tanto en Morelos como en la Ciudad de México, han consolidado su papel como una educadora comprometida con la formación integral de sus alumnos.

De la militancia política a la lucha social

Desde los 18 años, Verónica encontró en el activismo político una forma de canalizar su inconformidad ante la injusticia social. Su participación en el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) la llevó a conocer a figuras emblemáticas como Heberto Castillo y Demetrio Vallejo, quienes dejaron una huella profunda en su visión del país. Durante esos años, compartió experiencias con líderes estudiantiles que habían sido encarcelados tras el movimiento del 68, lo que reafirmó su convicción de que la organización social era clave para la transformación.

Sin embargo, los cambios políticos de la década de los ochenta la hicieron replantear su militancia. Tras el terremoto de 1985, que destruyó las oficinas del PMT en Bucareli, el partido desapareció y surgieron nuevas organizaciones políticas. La creación del PRD, aunque inicialmente representó una esperanza de cambio, terminó por alejarla cuando comenzaron a integrarse figuras del PRI y el PAN, con quienes no compartía ideales. Desde entonces, ha optado por mantenerse independiente de los partidos, sin abandonar su compromiso con las causas sociales.

Una visión humanista del cambio

Con el paso del tiempo, su activismo evolucionó hacia una perspectiva más integral, alejándose de la lucha partidista para enfocarse en movimientos ambientalistas y en la defensa del territorio. En este camino, encontró afinidad con el Movimiento Humanista, inspirado en la filosofía de Silo, un pensador argentino que promovió la resistencia pacífica y el cambio personal como base de la transformación social.

Esta nueva visión le permitió conciliar su pasado militante con una perspectiva más amplia, basada en la idea de que el verdadero cambio comienza en el individuo. Siguiendo la máxima de Gandhi, «Sé el cambio que quieres ver en el mundo», Verónica ha encontrado en el humanismo una forma de activismo que no depende de estructuras políticas, sino de la conciencia y el compromiso personal.

Un giro de 180 grados

La historia de Verónica Galicia García no se detuvo con su paso por los movimientos sociales y su incursión en la educación. Su vida ha sido una constante evolución, siempre con un objetivo claro: generar cambios que impacten a la sociedad desde la raíz.

El traslado de Verónica a Morelos no fue una decisión premeditada. Fue su esposo, ingeniero mecánico electricista, quien recibió una oferta de trabajo en el Instituto de Investigaciones Eléctricas, lo que llevó a la familia a mudarse al estado. Ella, con dos hijas pequeñas y sin empleo en ese momento, encontró en la educación una vía para integrarse a su nueva comunidad.

Su naturaleza inquieta la llevó a organizar cursos de verano en su propia casa para los niños de la colonia. Esta experiencia despertó su interés por la educación preescolar y, junto con otros vecinos, fundó el Colegio Las Fuentes en Jiutepec. Aunque el proyecto no pudo sostenerse bajo su dirección, esto la impulsó a continuar su formación y especializarse en pedagogía.

Su trayectoria en la educación se enriqueció con un diplomado con créditos para maestría en un centro de investigación cubano, donde profundizó en la psicología infantil. A lo largo de los años, ha impartido clases en distintos niveles educativos y promovido iniciativas como Escuelas Amigas de la Paz, organizando actividades en instituciones como la Escuela Freinet de Cuernavaca y el Colegio Pillicao, además del Día Mundial por la Paz en colaboración con el Ayuntamiento.

Para Verónica, la educación no es solo una herramienta de enseñanza, sino un medio para la transformación social. Su trabajo se ha enfocado en fomentar valores como la empatía y el respeto, convencida de que el cambio social empieza con el cambio individual.

IMPEPAC: La lucha por la participación ciudadana

Su compromiso con la transformación social la llevó a una nueva trinchera: la participación ciudadana. Mientras daba clases, recibió una invitación para unirse al Instituto Morelense de Procesos Electorales y Participación Ciudadana (IMPEPAC) como asistente de la entonces presidenta, Ana Isabel León Trueba.

Durante cinco años, Verónica trabajó en la presidencia del organismo, donde impulsó la Ley de Participación Ciudadana, un proyecto clave para fortalecer la voz de la ciudadanía en Morelos. Su experiencia como socióloga le permitió ser nombrada coordinadora de Participación Ciudadana, cargo desde el cual recorrió ayuntamientos, impartió capacitaciones y promovió mecanismos de empoderamiento ciudadano.

Sin embargo, su trabajo encontró resistencia. “A los partidos políticos no les conviene que la ciudadanía participe activamente sin depender de ellos”, afirma. Durante su gestión, detectó que incluso dentro del instituto había fuerzas que bloqueaban estos esfuerzos, pues la estructura partidista se beneficia de mantener el poder y los recursos en sus manos.

Su trabajo, aunque valioso, fue interrumpido abruptamente. Al ver que su labor generaba movilización social, los consejeros decidieron no ratificarla en su puesto. Presentó una queja ante el INE, pero no procedió. Regresó entonces a su cargo como asistente de la presidencia hasta que finalizó el mandato de su jefa.

Convicción inquebrantable

A pesar de los obstáculos, Verónica Galicia no ha dejado de luchar por lo que cree. Su paso por el IMPEPAC le mostró las dificultades de transformar un sistema político diseñado para el beneficio de unos pocos, pero también reafirmó su convicción de que el verdadero cambio viene desde la sociedad misma.

Hoy, su labor sigue enfocada en la educación y la promoción de una ciudadanía activa y consciente. A sus 63 años, su historia es la de una mujer que ha transitado desde la militancia política hasta el activismo humanista, sin perder de vista su propósito: construir un México más justo y participativo, donde la educación y la ciudadanía sean las verdaderas herramientas de transformación.

El regreso a la docencia y la adaptación a los nuevos tiempos

Tras su salida del IMPEPAC, Verónica retomó la enseñanza en la Universidad Benito Juárez, una institución clave en la formación de maestros en Morelos. Su experiencia en sociología y educación la llevó a impartir clases a nivel maestría, enfrentándose a un nuevo reto: la educación virtual. Durante la pandemia, tuvo que adaptar sus métodos de enseñanza para conectar con los alumnos en un entorno digital, un desafío que, aunque complicado, también representó una oportunidad de aprendizaje y evolución profesional.

Más adelante, su camino la llevó de vuelta a la educación básica. Durante un año, trabajó en el Colegio Florencia, ubicado en el centro de Jiutepec. “Fui muy feliz ahí”, recuerda con cariño. Sin embargo, el llamado de otra causa la llevó a tomar una decisión difícil: renunciar y hacer una pausa en su labor docente para dedicar su tiempo a la defensa de su comunidad.

Retorno de la docencia a la lucha contra la corrupción vecinal

Lo que comenzó como una simple inquietud por la administración del fraccionamiento donde ha vivido por más de 30 años, se convirtió en una batalla legal que obligó a Verónica Galicia a dejar temporalmente su trabajo como docente.

La falta de transparencia, el desvío de recursos y el abuso de poder dentro de la Asociación de Colonos de Las Fincas fueron suficientes razones para que tomara una decisión: organizarse con sus vecinos y enfrentar un sistema diseñado para proteger a unos pocos en detrimento de la comunidad.

Del desorden administrativo al fraude millonario

El conflicto comenzó con un problema aparentemente menor: la acumulación de basura en un terreno aledaño a su casa, permitida por el administrador del fraccionamiento. Lo que parecía una molestia aislada pronto reveló una gestión opaca y poco equitativa. La escasez de agua en la colonia encendió aún más las alarmas, sobre todo al descubrir que el administrador repartía pipas de manera selectiva entre sus allegados.

Cuando los colonos se organizaron y pidieron cuentas, encontraron una administración sin supervisión, un comité de vigilancia inexistente y una serie de acuerdos irregulares con el ayuntamiento. Uno de los más graves fue el cobro de una cuota vecinal para el equipamiento de un pozo de agua que, en realidad, ya estaba financiado con recursos públicos y que, además, abastecería a otras colonias sin que los vecinos de Las Fincas lo supieran.

Fue entonces cuando Verónica convocó a sus vecinos para formar un comité de vigilancia. En una asamblea, y ante la burla del administrador, decidió postularse junto con seis vecinos más. Sin embargo, el camino no fue fácil: encontraron múltiples obstáculos para acceder a la información financiera y, cuando finalmente lograron revisar los documentos, detectaron un desvío de 1.8 millones de pesos a cuentas personales.

Las represalias y la decisión de hacer una pausa en la docencia

La denuncia ante la fiscalía fue el siguiente paso, pero la resistencia del sistema judicial y la falta de seguimiento hicieron que el caso se estancara. No fue sino hasta hace poco que lograron reactivarlo, y una auditoría independiente reveló un fraude mucho mayor: 16 millones de pesos.

La lucha de Verónica y sus vecinos no ha pasado desapercibida. Está decisión no fue bien recibida por el grupo saliente, quienes interpusieron ocho demandas civiles contra Verónica y otros miembros del comité. Alegaban despojo y otras acusaciones infundadas, a pesar de que su propia mesa directiva ya había fenecido legalmente desde diciembre de 2023.

La falta de una defensa legal efectiva en un principio jugó en su contra. Los abogados que contrataron no lograron presentar adecuadamente las pruebas, lo que resultó en la inhabilitación de sus actas de asamblea y la pérdida de los juicios. Incluso un amparo que interpusieron para proteger sus derechos fue desestimado debido a la mala gestión legal.

Actualmente, con un nuevo equipo de abogados más capacitados, han logrado frenar el avance de estas demandas y demostrar que el grupo que los acusa ha incurrido en fraude procesal. Los demandantes ni siquiera son propietarios y han utilizado documentos inválidos en su intento por recuperar el control de la administración.

A pesar del desgaste legal y emocional que esto ha significado, Verónica sigue firme en su lucha, convencida de que la verdad y la organización comunitaria pueden prevalecer sobre los abusos de poder.

Una batalla vecinal contra la corrupción y el abuso de poder

El conflicto por la administración del fraccionamiento Las Fincas ha alcanzado niveles insospechados. Lo que comenzó como una lucha por la transparencia financiera se ha convertido en una batalla legal y política contra redes de poder bien articuladas, con vínculos en el Poder Judicial.

Verónica Galicia y su grupo de vecinos han enfrentado múltiples represalias legales desde que destituyeron al administrador Jaime Hernández Gasca y a su mesa directiva en una asamblea vecinal. Como parte del comité de vigilancia, Verónica fue designada junto con otros dos compañeros para llevar la administración interina, lo que desató una ofensiva judicial en su contra.

Fraude procesal y corrupción judicial

El grupo destituido interpuso ocho demandas civiles por despojo y otras acusaciones sin sustento. Sin embargo, debido a una mala defensa legal en las primeras etapas del proceso, las pruebas no fueron presentadas correctamente, lo que llevó a la inhabilitación de las actas de asamblea y la pérdida de los juicios.

«Nuestros primeros abogados no movieron ni un solo documento. No presentaban pruebas, llegaban tarde a las audiencias e incluso olvidaban llevar material clave, como un video que demostraba nuestras denuncias. Nos dimos cuenta demasiado tarde de que habíamos caído en un entramado de corrupción dentro del mismo Poder Judicial», explica Verónica.

Además, descubrieron que el abogado de sus opositores, Andrés Hipólito, hijo del magistrado en retiro Andrés Hipólito Nieto, se negaba sistemáticamente a firmar de enterado las resoluciones, lo que le permitía ganar tiempo para seguir operando en su contra.

Actualmente, con un nuevo equipo de abogados, han logrado detener la ejecución de las demandas y evidenciar el fraude procesal del grupo destituido. Sin embargo, aún enfrentan un desafío enorme: recuperar el control total de la administración del fraccionamiento y lograr una rendición de cuentas real.

La resistencia vecinal y la lucha por el control administrativo

El reto más grande para Verónica y sus vecinos es consolidar la administración legítima y erradicar las prácticas corruptas que durante años beneficiaron a un pequeño grupo. Aunque más de 400 colonos pagan sus cuotas de mantenimiento a la administración actual, cerca de 70 aún contribuyen a la estructura paralela que lideran Jaime Hernández Gasca y sus aliados.

«Es evidente que nosotros somos quienes mantenemos los servicios del fraccionamiento, pero ellos siguen operando desde las sombras. Por ejemplo, una vecina que apoyaba al administrador tenía una oficina dentro de la asociación, pero la convirtió en una cocina económica, firmando ella misma su contrato de renta. Pagaba solo 2,000 pesos mensuales, un precio irrisorio para el espacio que ocupaba», señala Verónica.

Las irregularidades financieras no terminan ahí. Durante los seis años que Jaime Hernández Gasca estuvo en el poder sin convocar elecciones, los vecinos han rastreado transferencias millonarias a cuentas personales y contratos inflados, como el cobro de 600,000 pesos por cambiar una pluma de acceso.

Amenazas y agresiones: los riesgos de enfrentarse al poder

Más allá de los procesos legales, Verónica y otros vecinos han sido víctimas de acoso y violencia. La propia Verónica fue agredida físicamente por Gilda Paola Hernández Aburto, hija del exadministrador.

«Ella y su hermano llegaron a interrumpir una asamblea. Cuando me vio grabando la agresión, me arrebató el celular y luego me golpeó en la cabeza con él. Su hermano también me jaló. Un policía tuvo que intervenir para recuperar mi teléfono, que ella había escondido bajo un coche», relata.

Pero no es el único caso. Varios vecinos de la tercera edad han sido intimidados y algunos incluso han sufrido agresiones físicas. «Uno de nuestros vecinos iba en su moto cuando le aventaron una camioneta. Logró controlar el vehículo, pero el mensaje fue claro: quieren asustarnos», denuncia Verónica.

Un punto de inflexión: la asamblea judicial

Después de años de conflicto, una jueza ha propuesto una solución: realizar una asamblea judicial supervisada por el tribunal para elegir democráticamente a la nueva administración. Sin embargo, el grupo de Jaime Hernández Gasca se opone, pues esto implicaría rendir cuentas y someterse a una auditoría.

«Esta es nuestra oportunidad de poner fin a esta historia de corrupción. Pero sabemos que no será fácil. Hemos perdido tiempo, dinero y tranquilidad, pero no estamos dispuestos a rendirnos», concluye Verónica.

La lucha continúa, y los vecinos esperan que, con la intervención de la justicia, finalmente puedan recuperar el control de su comunidad y garantizar que el dinero de los colonos se utilice en beneficio de todos, no en los bolsillos de unos cuantos.

Verónica García Galicia. Foto: Cortesía

En su paso por el IMPEPAC, Verónica Galicia en Temixco, compartiendo los mecanismos de participación ciudadana. Foto: Cortesía

Verónica Galicia durante una representación de teatro callejero organizada por el Partido Mexicano de los Trabajadores. En esta obra, se buscaba afiliar a simpatizantes y promover la formación de un sindicato de trabajadoras domésticas.

El Movimiento en Las Fincas puede sentar un precedente en el estado; en la imagen, una de las primeras asambleas realizadas donde Verónica Galicia retomó su activismo social. Foto: Cortesía

La Jornada Morelos