El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha encontrado evidencias de ocupación humana en el pueblo de Tlaltenango, que datan de entre 800 o mil años de nuestra era. Ana María Pelz, arqueóloga hoy destacada en el Centro INAH Aguascalientes, publicó en 1989 los resultados de la excavación realizada en el fraccionamiento El Edén, ubicado en la calle Cerritos (hoy Abraham Cepeda).
“Como resultado del estudio de los materiales obtenidos en la excavación, se ha podido reconstruir de manera general, parte de la vida de las comunidades asentadas en la mencionada zona… Las características ambientales se han identificado como correspondientes a una zona boscosa, con presencia de pino como especie vegetal dominante… La población que se desarrolló en este lugar tuvo como medio de subsistencia la agricultura y conoció además otras actividades: la cestería, el trabajo de pieles, la forma de construir sus habitaciones, la elaboración de objetos con barro; además tuvo conocimiento de cómo obtener objetos que necesitaba y que se producían en otros lugares, tanto en sitios de lo que hoy conocemos como estado de Morelos, como de otros mucho. más lejanos”, anotaba Ana María Pelz en la publicación Tamoanchán, una Crónica de Historia Regional, que el Centro INAH Morelos publicó hace 35 años, el 3 de septiembre de 1989.
En el texto expone que “se localizó una zona de entierros de personas adultas con sus respectivas ofrendas; entre los objetos que acompañaron a los muertos se encuentran vasijas, botellones, restos de un posible perro, figurillas, cuentas de piedra verde”.
La población más reciente ubicada por los trabajos del INAH en la zona sería un grupo que habitó la zona entre 300 y 400 antes de Cristo. “En este caso, se descubrieron restos de cuartos cuyas paredes fue- ron construidas alineando troncos de pino, recubiertos después con lodo revuelto con hierbas y posteriormente alisados para pre- sentar una superficie tersa. El. piso era de tierra apisonada. Del interior de los cuartos se rescataron numerosas vasijas cuyas funciones variaron: había platos, ollas, cántaros, cazuelas. Además, se encontraron metates con sus respectivas manos, empleados seguramente para la molienda. Junto con los objetos mencionados, también se recuperaron semillas de frijol y de aguacate, así como una buena cantidad de fibras de algodón hiladas y de fibras de maguey: unas trenzadas y otras en cuerdas. Lo anterior nos permite considerar que el espacio se empleó para el almacenamiento, la preparación y el servicio de los alimentos”, describe Pelz.
Ya para la época de la Conquista, se ubican muchas referencias documentales de un asentamiento continuo en Tlaltenango, un pueblo donde aún pueden encontrarse enterrados vestigios de sus primeros habitantes, y que hoy está de fiesta.