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Aquel trágico 19 de septiembre del 2017, cuando la mortífera convulsión recién cesaba y la fantasmal polvareda se asentaba, las calles de Jojutla hervían de solidaridad, arrojo, generosidad. A unos les dio por captar imágenes o filmar videos; otros, sin cálculos mezquinos, sin pensarlo dos veces, escabulleron sus cuerpos entre las ruinas para, valientemente, rescatar heridos. Un valiente de esos, joven, espigado, sin que nadie lo incitara, sin pedir permiso a sus padres, arrastró su menudo cuerpo por huecos donde solo un esbelto como él cabía. Con manos y uñas, rascó y removió escombros para llegar donde la esposa de Salomón Hernández, el peluquero, yacía atrapada. Gloria, inválida, ciega, diabética, contusa, respiraba con dificultad bajo pesadas planchas de concreto.

—Tranquila doña Gloria, no se desespere, la voy a sacar —prometió José Francisco Vera Moreno, el joven rescatista.

Como pudo, arrastrándose en reversa, poco a poco, la fue jalando hasta ponerla a salvo. Paco le cumplió. Angustiados vecinos la auxiliaron; de inmediato la recostaron en el asiento trasero de una patrulla de tránsito. Sin demora, la llevaron al hospital Meana. Por desgracia, el corazón de Gloria se apagó.

La tragedia pudo ser mayor; por fortuna no fue así. Salomón y Gloria se hacían cargo de un rechoncho y acomedido nieto de dos años; ese día, de milagro, su madre tuvo tiempo de cuidar al gordito y no lo trajo con los abuelos.

El 24 de noviembre, a dos meses del terremoto, a Salomón le entregaron la tarjeta del Fonden para la reconstrucción: $15.000 pesos por pérdida parcial. Él, dignamente, la rechazó en protesta. La migaja era una burla. El gobierno federal tuvo que enmendar el sospechoso error. Casos como este los hubo por docenas.

Así quedó la esquina de Francisco I. Madero con 20 de Noviembre, colonia Emiliano Zapata, después del sismo.

Así luce hoy la misma esquina: es la huella de «Proyecto Esperanza Jojutla», dirigida por el arquitecto José Luis Hernández Bañuelos.