Príncipe de Paz
«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.»
Isaías 9:6
Para nosotros, los cristianos, el nacimiento de Jesús representa el don más grande de Dios a la humanidad, una expresión de amor incondicional que invita a amar a los demás, especialmente a quienes más lo necesitan.
Dios amó tanto al mundo que envió a su único hijo, para que todo aquel que crea en el no se pierda, sino que tenga vida eterna. Esta época nos recuerda el nacimiento de aquel que dio su vida para el perdón y la salvación de todos nosotros.
Hoy la Navidad es una época que trasciende fronteras culturales y religiosas, y que nos invita a reflexionar sobre los aspectos más esenciales de la vida. Este tiempo especial nos recuerda el amor como centro de todo, la Navidad nos llama a expresar compasión y generosidad en nuestras relaciones cotidianas.
Es también una época de renovación y esperanza. El nacimiento de Jesús simboliza un nuevo comienzo, una luz que brilla en medio de la oscuridad. Así, la Navidad nos impulsa a renovar nuestra fe en los demás y en nosotros mismos, a reconciliarnos y a abrazar la posibilidad de transformación personal, independientemente de nuestras circunstancias.
En esta celebración, la humildad ocupa un lugar especial: Jesús, según se narra en la Biblia, nació en un humilde pesebre, recordándonos la importancia de la sencillez y de valorar lo esencial por encima de lo material. Siendo Dios podía nacer en un castillo, rodeado de riqueza y de sirvientes, pero en su lugar, escogió nacer entre los más humildes y menospreciados.
La alegría que trae esta temporada cobra aún más significado cuando es compartida. La Navidad no se trata únicamente de recibir, sino principalmente de dar: nuestro tiempo, palabras amables, apoyo y gestos generosos que pueden alegrar el corazón de los demás. Reunirnos con la familia y los seres queridos fortalece los lazos que nos unen, mientras que extender ese espíritu a quienes están solos o en necesidad nos conecta con el verdadero propósito de estas celebraciones.
Para quienes profesamos una fe religiosa, la Navidad es un tiempo para meditar sobre el mensaje de paz, justicia y misericordia que encarna Jesús. Para otros, puede ser un momento de introspección, una oportunidad para redescubrir valores universales como el perdón, la bondad y la empatía. En ambos casos, la Navidad nos invita a ser instrumentos de paz en un mundo que frecuentemente se encuentra dividido.
Así pues, la Navidad es más que luces, regalos o festejos; es una oportunidad para reconectar con lo que realmente importa: el amor, la esperanza, la unidad y la paz. Es un momento para crecer interiormente y sembrar semillas de bondad en nuestras vidas y en las de los demás, con la esperanza de que ese espíritu trascienda más allá de esta temporada.
Deseo de todo corazón que en esta Navidad Dios vuelva a nacer en sus corazones y en sus hogares, que los llene de paz, de amor y de fortaleza. Así sea.
*Profesor, consultor y gerente general de AQUATOR