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El periodo de estiaje: entramos a la parte más crítica

Juan Carlos Valencia Vargas*

El periodo de estiaje es la época del año en la que la disponibilidad de agua en los ríos, lagos y acuíferos disminuye significativamente debido a la falta de lluvias y la evaporación. En la mayor parte de México, este fenómeno se presenta durante los meses de noviembre a mayo. Por lo tanto, estamos entrando a la temporada más crítica, donde han pasado más meses sin lluvias, el calor es más alto, la demanda de agua es más intensa y las reservas más escasas.

El estiaje pone a prueba, año con año, la capacidad de gestión del agua en diversas regiones del país. Este fenómeno es especialmente crítico en zonas que ya enfrentan problemas de escasez hídrica.

Las consecuencias del estiaje son diversas y afectan tanto al medio ambiente como a la vida cotidiana de las personas. La reducción del caudal en ríos y lagos impacta negativamente en la biodiversidad, poniendo en riesgo a numerosas especies acuáticas y afectando los ecosistemas ribereños. Asimismo, la baja en los niveles de agua en las presas compromete el abastecimiento para consumo humano, el riego agrícola e incluso la generación de energía hidroeléctrica.

En las zonas urbanas, la escasez de agua puede derivar en restricciones en el suministro de agua potable, lo que afecta directamente a millones de personas. En muchas partes de México, la disminución de los acuíferos y la falta de lluvias agravan esta situación, afectando tanto a comunidades rurales como urbanas. Además, en el ámbito agrícola, la falta de riego provoca pérdidas significativas en los cultivos, lo que repercute en la economía local y pone en riesgo la seguridad alimentaria. A esto se suma el aumento en la demanda de agua durante el periodo de estiaje, lo que en ocasiones genera conflictos por su distribución.

Frente a esta problemática, es fundamental adoptar estrategias que permitan enfrentar el estiaje de manera más efectiva. Una de las medidas prioritarias es el almacenamiento estratégico del recurso hídrico, aprovechando los periodos de lluvia para recargar acuíferos y almacenar agua en presas. Además, es esencial promover el uso responsable del agua tanto en los hogares como en las actividades productivas, evitando el desperdicio y optimizando su aprovechamiento.

La inversión en infraestructura hídrica también es crucial, especialmente en sistemas de almacenamiento y distribución que garanticen el acceso al agua durante el estiaje. Paralelamente, la reforestación y conservación de cuencas permiten mejorar la infiltración y reducir la escorrentía, contribuyendo a la recarga natural de acuíferos. Además, la educación y la conciencia sobre el cuidado del agua son fundamentales para sensibilizar a la población acerca de la importancia de su conservación.

El estiaje no es un fenómeno nuevo, es cíclico y se presenta cada año, pero su intensidad ha venido incrementando debido a las alteraciones generadas por el cambio climático. Debemos prepararnos mejor para no padecer tanto sus impactos, estos pueden ser mitigados si se adoptan prácticas de gestión más responsables y sostenibles. Anticiparse al problema es la clave, fortaleciendo la cultura del agua y promoviendo políticas públicas que prioricen el almacenamiento, la recarga, la infiltración y el manejo eficiente de este recurso vital. Solo así podremos enfrentar de mejor manera un fenómeno que, aunque recurrente, parece tomarnos por sorpresa.

*Profesor, consultor y gerente general de AQUATOR.

La Jornada Morelos