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La enfermedad, la culpa y sus metáforas

 

En “Primero el sufrimiento”, uno de los fragmentos de Golpear donde más duela, el manifiesto poético de Michel Houellebecq, el poeta francés describe distintos momentos de la vida que definen la sensibilidad a través de la experiencia del sufrimiento. Uno de ellos, vinculado a la enfermedad y la muerte dice:

Marc tiene diez años. Su padre se está muriendo de cáncer en el hospital. Esa especie de maquinaria vieja, llena de intubaciones y goteros, es su padre. Sólo su mirada sigue viva, y expresa sufrimiento y miedo. Marc, también sufre. Tiene miedo, también. Él quiere a su padre. Y a la vez, empieza a tener ganas de que se muera, y a sentirse culpable por ello. Marc deberá trabajar eso. Desarrollar en sí ese sufrimiento tan particular y fecundo: La Santísima Culpabilidad.

Querer que un enfermo viva, pero que viva en sus mejores condiciones, no postrado, ni en agonía, y querer al mismo tiempo que muera, que abandone tanto sufrimiento y que también nos libere de ese sufrimiento, esa es una sensación que estoy casi seguro de que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas. Sentirlo en el fondo de nuestro corazón, casi siempre como un secreto inconfesable, nos produce culpa.

Muchas veces los enfermos también sienten culpa. A veces porque es clara la correlación entre síntoma y estilo de vida. Un fumador empedernido con enfisema pulmonar, por ejemplo. Pero también la culpa puede surgir del exceso de intento de control sobre nosotros mismos y sobre todo lo que nos rodea. Es decir, la distorsión de la falacia de control, que nos hace sentir responsables de cuestiones que realmente no están en nuestra mano. Otra forma de culpa se experimenta a través de lo que sentimos que le provocamos a nuestros seres queridos al condenarlos a nuestro cuidado.

Susan Sontag aborda otros tipos de culpa de manera muy extensa en su libro La enfermedad y sus metáforas.

[…] Toda patología puede ser enfocada psicológicamente. Una enfermedad es así un hecho básicamente psicológico, y a la gente se le hace creer que se enferma porque (subconscientemente) eso es lo que quiere; que puede curarse con sólo movilizar su fuerza de voluntad; y que puede optar por no morir a causa de su enfermedad. Las dos hipótesis se complementan. Mientras que la primera pareciera aliviar el sentimiento de culpa, la segunda lo reafirma. Las teorías psicológicas de la enfermedad son maneras poderosísimas de culpabilizar al paciente. A este se le explica que, sin quererlo, ha causado su propia enfermedad, por lo que se le está haciendo sentir que bien merecido lo tiene.

Hay casos en los que esta sensación de culpabilidad es mucho más pronunciada. Sontag contrasta por ejemplo, la tuberculosis, una enfermedad que tenía un aura de romanticismo con el cáncer o el VIH, cuyos padecimientos usualmente se asocian a estilos de vida indeseables o condenados socialmente. Mientras que la tuberculosis planteaba metáforas como belleza, deseo o bohemia, el sida, los tumores y otras enfermedades contemporáneas, están asociadas a imágenes, casi siempre diabólicas, monstruosas, de una crudeza que erradica el deseo. Socialmente quienes padecen estas enfermedades deben sentirse responsables de su infortunio.