Cuando es el momento de partir
Georges, un anciano de 80 años (interpretado por Jean-Louis Trintignant) cuida de su esposa Anne (Emmanuelle Riva) en su pequeño departamento en París. Anne, que ha sufrido un derrame cerebral, está cada vez más débil y es absolutamente dependiente. Georges está sentado junto a la cama, ayudándola a comer. Anne lucha para masticar y tragar, su mirada vacía, contraste con los gemidos que emite. Él, con una mezcla de ternura y desesperación, trata de mantener una conversación por encima de su sufrimiento, pero Anne apenas responde, atrapada en su propio mundo de silencio y deterioro.
Describo, por supuesto, la polémica escena final de Amour (2012) de Michael Haneke. El tema central es el dejar ir, pues Georges se enfrenta al dilema moral y emocional de cómo cuidar a alguien que se está yendo, mientras él mismo se desmorona internamente y si acaso no está en la aceptación de lo inevitable, el verdadero gesto de amor.
Mientras escribo estas líneas, mi abuela María, madre de mi padre y de cuatro hijos más, se ha declarado lista para partir. Desde hace unos meses diversas enfermedades la han aquejado, aunque es justo decir que, cuando mi abuelo falleció, ella nunca se recuperó de esta pérdida y en el fondo de su corazón siempre ha deseado el momento de reencontrarse con él en la vastedad del universo.
La muerte no es una enfermedad, y morir en compañía de tus seres queridos, en la tranquilidad de tu hogar, debe ser uno de los gestos más poderosos, frente a la violencia del mundo.
Este texto originalmente era para hablar sobre un descubrimiento en torno al Alzheimer, enfermedad que se llevó a mi otra abuela, después de un largo y duro padecimiento que se extendió por nueve años. Hace unos días mi madre me compartió una nota en la que se anunciaba el Día Mundial del Alzheimer, que se celebra todos los años el 21 de septiembre (y que nosotros desconocíamos) y que ha llevado a diversas organizaciones a extender sus reflexiones en torno a esta enfermedad de la memoria, durante todo el mes, con la realización de actividades en diferentes países para concienciar y ayudar a prevenir la enfermedad mental. La noticia me conmovió profundamente, porque por diversas razones, la presentación de mi libro Leteo, que se lanzó en junio, y que aborda precisamente el tema de la memoria, la enfermedad y el olvido, terminó ocurriendo en septiembre. Actualmente, en el mundo hay 46,8 millones de personas que padecen demencia y entre el 60% y 70% de esos casos corresponden a Alzheimer. Esta cifra ha cobrado relevancia durante estas semanas que he estado promocionando el libro. En muchas entrevistas o charlas o a través de mensajes por Instagram, las personas me cuentan que vivieron una situación similar. Así que este texto era para hablar del Alzheimer, del acompañamiento, de la noción cada vez más clara en mi corazón de que la enfermedad nos brinda oportunidades únicas de amar y de cuidar a los otros. La columna tenía un rumbo fijo, pero de pronto, la noticia de que mi abuela paterna está a punto de reintegrarse con el Todo, cambió los planes y mis reflexiones se acrecentaron, como mis emociones.
Así que este no es un escrito sólo sobre una enfermedad en particular, es un compartir ideas que llegan en torbellinos mientras tecleo palabras en la blanquitud de la pantalla. Esta es una invitación a repensar nuestra relación con la vejez, la enfermedad y la muerte.
Dejar ir, es un gesto fulminante de amor y ternura.
Fotograma de Amour de Michael Haneke. Imagen: hildyjohnson.es