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Flow y las fuerzas ctónicas de la Tierra

(Primera parte)



No es ningún secreto la influencia que tiene la pensadora Donna Haraway en mis textos y mi visión. Uno de los conceptos que más me han interesado, es el de los seres tentaculares, telúricos y/o seres ctónicos. Para Haraway, los seres ctónicos cuyo vocablo chthón que proviene del griego y que significa «tierra» o «suelo», son entidades que emergen de la Tierra y mantienen relaciones complejas con el mundo. Son seres antiguos, generativos y transformadores, vinculados a mitologías, ecosistemas y procesos de vida no humanos. No se trata de seres sobrenaturales, sino de formas de vida que han existido desde siempre y que escapan a la lógica extractivista y antropocéntrica. En sus propias palabras, seres que han estado, están y estarán en la Tierra.

Los seres tentaculares, por su parte, son aquellos que se extienden, tocan y conectan con múltiples formas de vida, como los pulpos, los hongos micorrícicos o las redes simbióticas entre especies. Simbolizan la interdependencia, la comunicación no lineal y la coevolución. Y finalmente, lo telúrico que asocia con la Tierra y sus fuerzas profundas. En su obra, lo telúrico puede interpretarse como la dimensión material y geológica de los seres ctónicos: fuerzas tectónicas, procesos de transformación y entidades arraigadas en el tiempo profundo de la Tierra.

Todos estos seres forman parte del Chthuluceno, el tiempo post-antropoceno que Haraway propone. A diferencia del Antropoceno, centrado en la destrucción causada por el ser humano, el Chthuluceno es un tiempo de coexistencia multiespecies, simbiosis y regeneración, donde humanos y no humanos generan parentesco y nuevas formas de vida. Dice Haraway: “Los seres tentaculares no son inofensivos, los seres ctónicos no son animales de peluche suaves y blanditos”.

No me cabe duda que el ser mitad cetáceo, mitad dinosaurio, que aparece en la película letona Flow (2024) de Gints Zilbalodis, es un ser ctónico y la época que se representa en el filme de animación es el final del Capitaloceno/Antropoceno. Un presente prolongado en el que las fuerzas de la Naturaleza se re-apropian del daño provocado por la explotación humana. En contraste a este ser, en el filme, seguimos a un improbable grupo de animales: un gato, un pájaro secretario, perros, lémures y un capibara. Lo interesante es que estos animales no están antropomorfizados ni tienen diálogos como otras fábulas contemporáneas de animación, al estilo Dreamworks o Pixar, sino que actúan en gran medida como animales, al menos desde una perspectiva etóloga.

Una de las preguntas que me hice al ver la película era a qué parte de la tierra correspondía. Era claro que el nivel del agua había ascendido hasta inundar las partes continentales, pero se pueden observar distintos vestigios arquitectónicos que lo mismo remiten a Asia, América del Sur, el Mediterráneo o quizá los pueblos circundantes al Mar Báltico. Una forma de responder la localización geográfica, fue investigar si existe un lugar en el planeta en el que se puedan hallar a todos esos animales.

Lo que encontré es que no hay una sola región del mundo donde puedan encontrarse gatos, perros, capibaras, pájaros secretario y lémures en estado silvestre, ya que estos animales provienen de distintos continentes. Sin embargo, si consideramos lugares con zoológicos, reservas o santuarios de vida silvestre y recordamos que la película plantea un mundo posthumano, podría ocurrir que estas especies coexistiran o se encontraran en cualquier parte del mundo. Los perros y gatos se encuentran en cualquier parte del mundo, aunque los felinos sean originarios del Medio Oriente y los perros tengan ancestros en Eurasia; los capibaras habitan América del Sur, los pájaros secretario, las sábanas de África subsahariana y los lémures son endémicos de Madagascar. ¿Podría ser que lo que se representa en la película no sea un sólo lugar en el planeta sino la Tierra misma? Quizá por eso los edificios, vegetación y vestigios que aparecen, tienden a ser ambiguos e inespecíficos. Quizá por eso, los animales representan distintos ecosistemas.

Creo que lo más importante, más allá de sus lugares de orígenes, es ahondar en las distintas metáforas que plantea Flow. Estos animales aprenden a convivir en conjunto, pese a sus singulares naturalezas, en búsqueda de una supervivencia común. Y esto creo que puede leerse de diversas formas: 1) un mundo posthumano, donde la naturaleza ha recuperado el planeta y especies de diferentes continentes conviven sin fronteras impuestas por la influencia humana. 2) Al juntar animales domesticados (gatos y perros) con animales salvajes (capibaras, lémures y el pájaro secretario), la película también podría estar cuestionando las diferencias entre lo domesticado y lo salvaje, lo natural y lo artificial en un mundo donde esas dicotomías pierden todo sentido. Un mundo en donde existe un cauce común.

Fotograma de “Flow” Sideshow y Janus Films

Davo Valdés de la Campa