

El canto de la abeja reina
Las abejas han estado aquí desde antes del lenguaje. En su mundo secreto, descubrieron antes que los humanos, las virtudes de la comunicación y la organización. Las abejas nos enseñaron la arquitectura del mundo en la geometría de sus panales, nos dieron la miel como un secreto del sol. Pero también han sido diosas, presagios, voces de otro tiempo. En el zumbido de su vuelo hay ecos de antiguas plegarias: los mayas vieron en ellas a la encarnación de Ah Mucen Kab, el dios de la miel; los griegos hicieron de sus reinas los signos de un linaje sagrado. Entre el polen y la danza, las abejas han sabido tejer el equilibrio del mundo. Sin ellas, el tiempo se partiría.

En El canto de la abeja reina, Gaby Deisolbi no sólo escucha a las abejas, sino que les responde. Su obra no es una imitación de la colmena, sino su prolongación. Sus esculturas no representan a las abejas, las hospedan. Aquí, el arte no es una distancia, sino un hogar común. No una mirada distante, sino una conversación íntima y necesaria.
Desde la memoria de su padre apicultor, la artista ha aprendido a traducir los lenguajes de estos insectos: su organización perfecta, su resistencia frágil. En su trabajo, la colmena deja de ser un espacio cerrado para convertirse en un territorio compartido. Cada panal es un texto abierto, una escritura autobiográfica, que incluye objetos y seres vivos por igual.
Para Deisolbi, las abejas son su especie compañera, en el sentido que Donna Haraway da al término: seres con quienes compartimos el mundo, cuyo destino está entrelazado con el nuestro. Creció entre colmenas, aprendiendo su ritmo, su lenguaje, su forma de existir en comunidad. Su camino la llevó de regreso a ese origen, a escuchar con oídos atentos el canto de las abejas. Un canto que, en esta exposición, se hace visible en frecuencias pintadas sobre las esculturas-vasijas-colmenas, como una invitación a habitar el lenguaje de otra especie.
Si alguna vez hubo una separación entre el arte y la naturaleza, El canto de la abeja reina la disuelve. Las piezas de Deisolbi son un llamado urgente a escuchar lo que las abejas han estado diciendo desde siempre: que todo está unido, que cada especie es un hilo en el mismo tejido. Que sin su zumbido, el mundo se iría quedando en silencio.

La exposición, que podrá visitarse en el Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano, a partir de este viernes 14 de marzo, en punto de las 17 horas, reúne esculturas funcionales y sostenibles concebidas como una estética para albergar y mantener el bienestar de las abejas, así como distintos dispositivos que evidencian el resultado de los diálogos que la artista ha establecido desde su cotidianidad, su familia y su historia de vida como hija de un apicultor.
Las abejas sostienen incontables ecosistemas, incluyendo el nuestro. Son más que polinizadoras: son tejedoras de biodiversidad, guardianas de ciclos naturales que sostienen la vida. No basta con admirarlas ni estudiarlas desde la distancia; es momento de responder a su canto. No con la lógica extractivista y utilitaria con la que los humanos hemos tratado al planeta, sino con un compromiso distinto, uno que comprenda que sin su vuelo, el equilibrio se rompe. El arte de Deisolbi es, en ese sentido, una advertencia y una invitación: a escuchar, a cuidar, a ser parte de la colmena del mundo una vez más.
