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Miguel A. Izquierdo S

La versión de las alumnas, por supuesto sin firmas ni nombre de su organización oculta en el volante que cito, fue que el sábado

“24 de mayo 2014, un grupo de estudiantes normalistas, haciendo uso de sus derechos humanos y constitucionales, se encontraban realizando actividades políticas de masas, en la carretera México-Oaxaca a la altura del kilómetro 89.5, alrededor de las 21: 30 hrs apareció un auto… las embistió…teniendo como resultado seis compañeras heridas y un lamentable deceso…”.

Para el 17 de junio, hechas las investigaciones respectivas ya se sabía de responsables internas de la Normal, de los grupos de años superiores, quienes habían lanzado la orden a las alumnas de los primeros semestres de realizar esa actividad en calidad de novatada, como parte de sus “obligaciones” como nuevas. Por ello, tanto los padres de las accidentadas, como miembros de la comunidad de Amilcingo, estaban por tomar medidas disciplinarias mayores no sólo para quienes forzaban esas prácticas contra las novatas, de lanzarlas a la calle en horario nocturno, sino también hacer las correspondientes denuncias penales contra quienes les enviaron a botear.

Era obvio que en la Normal gobernaba la organización nacional estudiantil de normalistas, por encima de sus directivos y profesores, a través de una representación de alumnas internas y hacia ellas podría avanzar la investigación y en su caso, los cargos a fincar.

Los riesgos eran varios, ante la creciente intervención de la comunidad de Amilcingo, de los vecinos agraviados, como de los padres de familia con hijas heridas y una muerta. Había quienes consideraban necesario proceder al cierre de la Normal, sujeta a prácticas ilegales, provenientes de la organización estudiantil nacional. No sabemos los detalles de las negociaciones entre esos actores educativos, autoridades del IEBEM y de gobierno, vecinos, padres de familia agraviados y estudiantes internas. Pero por los acuerdos tomados y publicados, podemos deducir que por primera vez en decenios, y por primera vez en el país, tuvieron que ceder las estudiantes a prácticas consuetudinarias de sojuzgamiento de las novatas, como el boteo obligado, entre otras medidas. Así lo reporta el diario nacional El Excelsior del 17 de junio del 2014:

El coordinador (sic) de escuelas normales en Morelos, Gerardo Pacheco Godínez (sic), afirmó que ya se cuenta con el acuerdo de alumnas y padres de familia, para que las estudiantes ya no salgan a botear a las calles, ni realicen viajes a otras normales del país sin el permiso de sus maestros.

Hemos logrado que esta práctica de los boteos, que siempre fue riesgosa, se erradique totalmente, además del ordeñadero, que molestaba mucho a la sociedad”…El coordinador de normales (sic) aseguró que también se debe regular la llegada de alumnos de otras escuelas normalistas del país, como la de Ayotzinapa, ubicada en el estado de Guerrero o la de Teziutlán, Puebla, con quienes conviven permanentemente en el traslado de jóvenes de un estado a otro, para reunirse con sus pares y dialogar.

Mis exalumnas que ahí estudiaron, confirman esas prácticas deleznables. Mis colegas normalistas de otras muchas normales rurales, lo reconocen: los “pelones” o novatos y novatas, estaban obligados a hacer los caprichos de sus superiores, estudiantes de la organización nacional, entronizados a través de la violencia física y simbólica, tan común en las instituciones totales, como suele llamarse a aquellas con internados, sean escuelas, cárceles, o normales.

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