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(Segunda parte)

 

Existe un momento en donde el azul rey del agua cambia por completo y se vuelve marrón, de hecho, en un punto se puede observar cómo la franja del mar se encuentra a medio beso con la rio del amazonas, es como si fuese una transfusión médica, una nueva sangre corre por las arterías del planeta. De inmediato los insectos empiezan a aparecer, y por el rio matorrales de pasto deambulan vagabundos, algunos de ellos sirven como transporte y refugio para la fauna, me comenta C. “hay que tener cuidado con esos matorrales boludo” de donde soy yo muchas veces traen serpientes.

La vida respira y baila a su propio ritmo.

El primer puerto que tocamos con el ancla se llama Boca de Valeria, es una pequeña aldea de menos de 200 personas en medio del bosque tropical, llegamos hasta ella en un bote de rescate, bajamos de el y una vez cruzando una pequeña estructura de madera que sirve de puente los locales se acercan ofreciéndonos comida, fotos con perezosos y un pequeño paseo en lancha. Decidimos tomar el paseo, tan sólo 5 dólares por persona.

Tambaleando el equilibrio nos subimos a la pequeña barquita de motor eléctrico y aquí empieza quizá lo que ha sido el paseo más lindo de mi vida, nuestro guía apenas habla, se limita a sonreír e intercambiar algunas pocas frases en portugues, me gusta eso.

Es más un paseo contemplativo, nos conduce con rapidez por el río, a nuestros costados vemos muchísimos árboles de agua, es como si debajo nuestro existiera un bosque oculto y sólo alcanzáramos a ver la la copa de los árboles, es algo majestuoso, el murmullo de los pasajeros se atenúa y reina el silencio, es así que sabes que estás en presencia de algo más grande, el motor también atenúa a los pocos minutos y llegamos a un jardín de lotos gigantes, me corrijo después a mi mismo, no son lotos sino; Nenúfares gigantes, que son enormes hojas circulares con bordes curvados hacia arriba, las hojas están sujetas por largos pedúnculos submarinos que pueden alcanzar hasta ocho metros de largo, esta planta también es conocida como Victoria Regia, y existe una leyenda acerca de ella:

La leyenda cuenta que la princesa india Victoria Regia estaba enamorada de un guerrero, pero sus padres se rehusaron a su casamiento, y querían que se casara con otro, así que los dos pretendientes atendieron a un duelo a muerte. Después de una dura pelea, el pretendiente que no le gustaba a la princesa mató al guerrero indio y reclamó la mano de Victoria Regia. Pero ella se negó a casarse con él. Seguía enamorada del guerrero indio y muy triste.

Todas las noches se quedaba contemplando la luna durante largo tiempo, pues para los indios la luna es un dios. Le pedía que le devolviese a su amor. Ella creía que su amor estaba con el dios de la luna. Un día estaba mirando la luna cerca de un lago. La noche era muy clara y el agua del lago estaba muy limpia, por lo que se podía ver perfectamente en el lago el reflejo de la luna. Victoria Regia creyó que la luna estaba en el lago, y que en la luna estaba su amor, así que saltó al lago para ir en busca de su enamorado y se quedó para siempre allí.

Ahora nos encontramos en presencia de Victoria y de su jardín, nos quedamos sin palabras, la inmensidad nos rodea, me trae mucha satisfacción estar fuera de mí, saberme insignificante ante la presencia de algo mayor. En un punto y a nuestra vuelta empieza una lluvia intensa que cae sobre nosotros, nos moja la cabeza, a nadie le importa, es como si la vida explotara por todos lados, nos reímos, todo nos conduce a una especie de excitación muy visceral, Victoria reclama su territorio, la vida en este punto es un jardín acuático, es un insecto volando y rozando la panza el rio, es la nymphaea alba que es la flor que nace de los nenúfares y que interrumpe con su color rosa lo verde y marrón del rio, la vida es los árboles de agua que nacen de un mundo oculto antiquísimo al nuestro, es lo tibio del agua del rio, es lo poco que ha tocado el humano.

Bajamos de la barca hechizados por Victoria, a nuestro costado derecho escuchamos música y una pequeña estructura de madera en medio de la selva, caminamos cómo si supiéramos que es lo que toca hacer, a continuación, unos locales nos reciben con cachaza que es una bebida alcohólica destilada de la caña de azúcar, hay un hombre cantando con una bocina, nos invita a bailar y cantar con él.

En un trago estamos ebrios, pero no es por la bebida, es por la vida que en ese momento estallaba irradiando desde ese paseo en el rio, en un momento estamos bailando con los locales, bebiendo, empapados de lluvia, por un momento me siento feliz y pleno, no me importa nada, es una sensación de dulce ligereza.

Bajo la cabeza y agradezco por la grandeza que me rodea. Dios, está aquí. ¿Es que no lo ves?

Andrés Uribe Carvajal