Al Churro se le encuentra en camiones, mítines, marchas, plantones prodigando solidaridad en las luchas populares. Da recitales en teatros, fondas, cafeterías, restaurantes, pulquerías donde su música y persona alegran las veladas.
Se reconoce por su cabello alborotado y chino, gruesas gafas, la armónica como collarín: antes de toparlo se escucha su guitarra y voz entonando algún corrido histórico frente al Monumento del Memorial donde reclaman justicia las muchas fotografías de muertos, desaparecidos y caídos.
Su figura alegra a quienes nos reunimos, en alguna ocasión, para rendir homenaje a Samir Flores Soberanes, o se le encuentra a orillas del río Cuautla, acompañando con sus cantos la liturgia que oficia el obispo Alfonso Leija bendiciendo la herida que el tubo le causó al manantial para robarse agua y echar andar la termoeléctrica en Huexca.
Arturo es trabajador de la cultura popular, se inició en el canto desde chamaco con canciones de la iglesia. Fue en catedral donde conoció la Teología de la Liberación y le brotó la conciencia política.
Trabajó en una fábrica textil y luchó con los sindicalistas independiente, lo corrieron.
Gracias a un amigo holandés, brazo izquierdo de Salvador Allende, entró al grupo Mascarones donde aprendió teatro con obras de Bertolt Brecht y Nicolás Guillen.
Considera su música rupestre, estilo al que pertenecen Rokdrigo, Roberto González, Carlos Arellano, Kristos Lezama entre otros. Roqueros con contenido social, nada panfletarios, con calidad poética.
Pasó a formar parte del Colectivo Grupo Cultural Cero, escisión de Mascarones.
Conoció a Carlos Prieto, papá de Deni, la joven acribillada por militares el 14 de febrero de 1974 en la casa de seguridad del Frente de Liberación Nacional, -antecedente del EZLN. Carlos Prieto comenzó a formarlo leyendo documentos que hablaban de la guerrilla.
En 1994 el levantamiento zapatista lo lleva a Chiapas, se encuentra fuera de la iglesia de San Andrés Larraizán, muchos de los miles que forman los cinturones de paz requieren servicios médicos. Arturo usa la acupuntura y quita dolores. Los zapatistas piensan sería muy bueno contar con su presencia. Le avisó a su mamá por teléfono que regresaría en 15 días, que se convirtieron en 15 años que vivió en territorio zapatista donde pone sus conocimientos de herbolaria y acupuntura al servicio de las comunidades. Por medio de la música, canciones y teatro enseña el español a los indígenas. Su hijo crece en zona del EZLN, después de muchos años, él y su mujer deciden regresar a Oaxaca, de donde ella es oriunda.
Años después, ya viudo, regresa a Cuernavaca a vivir y cuidar a su mamá.
Recientemente apareció el libro “Rostros de Babel” con las plumas de once cuentistas dirigidos en un taller literario por Arturo Núñez, fue presentado con éxito en la Bigotona y en Coyoacán CDMX.
La escritura se ha convertido en su pasión, es autor de corridos de trova suriana, hoy de cuentos.
Le deseamos a Arturo Torres “el Churro” que tenga éxito, también, en ser cuentista- Mucho qué decirnos, mucho que aprender.
¡Justicia para Mafer!
¡Alto al genocidio en Gaza!
Arturo Torres el Churro. Foto: Juliana Barnard / cortesía de la autora