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Miguel A. Izquierdo S.

La aspiración de cualquier organismo público dedicado a la academia, por la naturaleza de su quehacer, es la autonomía. Así nacieron las primeras universidades europeas, con autorización papal o de algún rey, para ejercer sus funciones, fueran fundadas por estudiantes o por profesores, o por ambos tipos de sujetos. Ese régimen permite resolver internamente sobre su organización: gobernarse a través de órganos que atiendan sus funciones docentes, de investigación, difusión y extensión.

La UPN Morelos surgió en 1980 como una dependencia de la Universidad Pedagógica Nacional, órgano desconcentrado de la Secretaría de Educación. Luego pasó a ser dependencia del Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos, gran desacierto gubernamental, al disminuir su estatus, fuera del ámbito de la Educación Superior, y sin posibilidades de acceder a financiamientos propios de este nivel educativo. El gobierno federal ha anunciado el pasado 17 de febrero, a través del Subsecretario de Educación Superior, que esta universidad será autónoma, quedando por aclarar, cómo se coordinarán las actuales unidades estatales, algunas dependientes del nivel básico, otras del superior, otros organismos descentralizados.

Este anuncio da esperanzas a un sector importante de trabajadores y estudiantes de la UPN, quienes estamos convencidos y tenemos argumentación sobrada, de que tal régimen jurídico es el más adecuado para esta universidad, con presencia en todo el país, a través de más de 350 centros de estudio, 5,000 académicos y más de 50,000 estudiantes.

Esta universidad tiene 44 años de existencia, ha sido abandonada por múltiples gobiernos, sus estudiantes estuvieron por muchos años impedidos de postular por becas concedidas a otros subsistemas de educación superior, sus profesores fueron igualmente excluidos de financiamientos para investigación y para infraestructura. Es hora de terminar definitivamente con tanta discriminación, con tanta desigualdad en educación superior, que ha afectado especialmente a la UPN.

Pese a ello, en gran parte de las Unidades UPN del país, se ha contribuido al desarrollo educativo estatal y nacional, diseñando y operando programas de diplomados, licenciaturas, maestrías y doctorados, repetidamente, SIN apoyo federal, por iniciativa y compromiso de sus académicos, con las necesidades educativas locales y regionales. Es hora de concretar ese gran sueño de equidad, sus actores educativos hemos aportado de sobra para el despegue tan necesario, pese a años de descuido y abandono federal y también estatal.

Este gobierno federal prometió en campaña consultar a los actores de la UPN sobre el régimen jurídico deseable. La comunidad de la UPN entregó los resultados de la consulta argumentando sobre un organismo federal descentralizado o un organismo federal autónomo.

Se llegó la hora para la UPN: que se defina el carácter autónomo y la forma de coordinación de las Unidades existentes en las entidades federativas con el ente nacional, antes de que la vorágine electoral nos deje en el olvido, como ha sucedido en dos ocasiones anteriores. Lo tenemos aprendido, debemos presionar para que se resuelva a la brevedad. Al país y al sistema educativo, le vendrá muy bien.

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