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(Segunda parte)

Este artículo es continuación de uno publicado en este mismo espacio el 21 de abril del 2023: https://www.lajornadamorelos.mx/opinion/bacterias-y-heredabilidad-perdida/

 

A partir del descubrimiento de la estructura del ADN en 1953 por Watson y Crick, junto con la teoría evolutiva propuesta previamente por Darwin, se estableció firmemente en la comunidad científica la idea de que todas las características fenotípicas de un organismo estaban contenidas en el ADN de ese mismo organismo, por lo cual, irremediablemente los hijos tenían que parecerse a sus padres. Así, los hijos de personas de ojos azules también tendrían ojos azules y los hijos de personas delgadas también serían delgados porque esta información está contenida en el ADN que se transmite de padres a hijos. Esta heredabilidad seguramente es válida para muchos fenotipos como el color de ojos, la estatura, el pelaje o la forma de las orejas, pero resulta que muchas otras características que son hereditarias no están contenidas en el ADN.

El problema surge cuando consideramos fenotipos como obesidad, cáncer, diabetes, síndrome metabólico o autismo (por mencionar solo algunos). Tomemos el cáncer de mama como ejemplo. Estudios en linajes familiares han mostrado que personas que padecen cáncer de mama han tenido, con alta probabilidad, familiares en su linaje superior (madres, tías, abuelas, bisabuelas y tatarabuelas) que también han sufrido el mismo tipo de cáncer, por lo cual es natural pensar que este fenotipo se hereda genéticamente. Lo mismo ocurre con otras enfermedades como la diabetes y el autismo. Los médicos incluso hablaban de una “predisposición genética” para el desarrollo de ciertas enfermedades como si estuvieran de alguna manera contenidas en nuestros genes esperando la oportunidad para manifestarse.

Sin embargo, ahora que tenemos todas las herramientas tecnológicas y el conocimiento para estudiar la estructura genética de los organismos vivos, se ha encontrado que la “predisposición” genética para cáncer, diabetes, autismo o Alzheimer no existe. Los avances biotecnológicos y bioinformáticos desarrollados a finales de la década de 1990 y mejorados durante los siguientes veinte años, nos han permitido conocer a fondo la estructura del material genético de los organismos vivos. Si el cáncer de mama, por ejemplo, fuese una enfermedad hereditaria, debería haber “marcadores” en el ADN de las personas con cáncer que nos indiquen anomalías genéticas incluso antes de que la enfermedad se manifieste. Pues bien, científicos en laboratorios de todo el mundo han comparado el ADN de personas con cáncer contra el ADN de personas sanas para encontrar las diferencias genéticas que identifiquen a esta enfermedad. ¿Saben qué encontraron con estos estudios? Nada. No se ha encontrado ninguna diferencia significativa en los genes de las personas con cáncer y de las que no lo tienen. ¿Cómo es esto posible si los estudios de linajes familiares demuestran que existe una alta probabilidad de heredar este padecimiento? Lo mismo ocurrió con la diabetes, cáncer de colon, autismo, esquizofrenia, síndrome metabólico y muchas otras enfermedades. La heredabilidad que se mide en estudios de linajes familiares simplemente no está presente en los estudios genéticos. Este es el problema de la heredabilidad perdida. En otras palabras, si todas las características del fenotipo están contenidas en nuestros genes, ¿por qué no vemos ninguna diferencia significativa en el ADN de personas que padecen enfermedades que son heredables?

La solución a esta paradoja radica en que estamos partiendo de una premisa falsa al suponer que todas las características del fenotipo humano deberían están codificadas en los genes humanos. Esto no es cierto. Muchas características del fenotipo humano están codificadas en los genes de las bacterias que viven en nuestros cuerpos (el conjunto de todas las bacterias que habitan un organismo se llama microbiota). Estamos llenos de bacterias. Las tenemos en la piel, en la nariz, en los ojos, en los pulmones, en el estómago, en los intestinos. En fin, cada parte de nuestros cuerpos está llena de bacterias. Y esos bichitos microscópicos no están allí gratuitamente sin hacer nada, sino que interactúan metabólicamente con nosotros alterando nuestros fenotipos.

Sorprendentemente, los marcadores genéticos de la diabetes, cáncer de mama, autismo y otras enfermedades hereditarias que no fueron encontrados en el ADN humano, sí se encontraron en el ADN de las bacterias que viven en las personas que sufren esos padecimientos. ¿Quiere esto decir que las bacterias que nos habitan son heredables? ¡Claro que lo son! Desde el parto y la lactancia la madre transmite sus bacterias a los hijos. La cuna del bebé que es preparada por los padres, la habitación, la mesa, etc., todo está lleno de las bacterias que tienen los padres. Así que los hijos heredan la microbiota que los padres, sin quererlo, han preparado para ellos. Actualmente, científicos alrededor del mundo están estudiando cómo las bacterias influyen en el desarrollo de varias enfermedades y cómo tales fenotipos se pasan de padres a hijos. Es un campo de investigación muy activo en el que aún queda mucho por descubrir. Lo que sabemos con seguridad es que las bacterias con las que convivimos día con día son fundamentales para nuestra salud y también para el desarrollo de enfermedades que antes se creían contenidas exclusivamente en el ADN humano, por lo que podrían prevenirse simplemente cambiando la composición de las bacterias que habitan en nuestros cuerpos. Hijos de padres o madres diabéticos o con cáncer no necesariamente tienen que padecer estas enfermedades si se cambia oportunamente su microbiota. En este sentido, el futuro es prometedor.

*Instituto de Ciencias Físicas, UNAM / Centro de Ciencias de la Complejidad, UNAM.

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Cada parte del ser humano está repleta de bacterias. Tomada de internet / Cortesía del autor