Ante la crisis de la obesidad en el mundo, los profesionales de la salud se enfrentan también a una generación que exige rapidez en los resultados ante la desesperación de obtener objetivos que muchas veces no tienen un origen de salud. Sumado a lo anterior, la evolución tecnológica y la globalización del pensamiento, así como la comunicación ilimitada en redes sociales; se ha generado mala información que circula de manera acelerada llegando a miles de seguidores que prefieren seguir consejos en vez de acudir a un especialista.
Pero cuando la situación se agrava la búsqueda de un profesional de salud que de manera muy rápida haga perder los kilos de más, se vuelve una aventura entre quién resuelva el “problema” más rápido, sin interesar el costo o la consecuencia fisiológica por lo que la respuesta más obvia se vuelve acudir con un bariatra que mediante medicamentos y dietas hipocalóricas haga perder kilos de manera muy acelerada, por lo que un nutriólogo pareciera ser insuficiente para la vida acelerada y la resolución de la obesidad.
Lamentablemente la mayoría de la población desconoce la labor exacta de un médico bariatra y su diferenciación con un nutriólogo, y es que no se trata de una lucha entre dos especialistas, más bien su colaboración brinda resultados favorables en cierto tipo de pacientes que requieren de una intervención quirúrgica para salvar su vida. Es necesaria puntualizar las diferencias entre estas dos especialidades: la formación de un bariatra tiene como base una licenciatura en medicina para después buscar una especialidad en bariatría mientras que un nutriólogo estudia una licenciatura en nutrición para después buscar una especialidad en especifica desde pediátrica, deportiva, clínica o experto en diabetes.
Además de la diferenciación en la preparación académica también existen rasgos limitantes en su desempeño profesional, un nutriólogo no puede recetar medicamentos para el control de peso ya que se le considera el experto en el manejo de suplementación como apoyo en la mejoría de la salud o en procesos de prevención, mientras que un médico bariatra puede recetar medicamentos y realizar cirugías ¿Cuándo hay que acudir con uno o con otro? La respuesta es simple, cuando existe un riesgo grave a la salud además de un diagnóstico de obesidad tipo dos en adelante.
En nuestro país, la guía de práctica clínica diseñada por la Secretaría de Salud establece una serie de requisitos que un paciente debe cumplir para denominar necesaria una cirugía, entre los cuales se rescatan los siguientes:
- Índice de masa corporal (IMC) mayor o igual a 40.
- Enfermedad cardiaca (hipertensión o alguna otra cardiopatía).
- Diagnóstico de diabetes Mellitus tipo dos.
- Enfermedades del sueño (ronquidos).
- Enfermedades gastroesofágicas.
- Dislipidemia (triglicéridos y colesterol elevados).
- Enfermedad articular (dificultad de algunos movimientos)
- Mayor de 18 años.
Cuando un paciente no cumple con algunas de las características anteriores, la cirugía no es un camino recomendable, es decir, en casos de sobrepeso y obesidad tipo uno, el tratamiento de pérdida de peso tiene que ser mediado por un nutriólogo para lograr dos fines en específico: recuperar la salud y fomentar un estilo de vida saludable; cuando la cirugía es inevitable e incluso necesaria el trabajo conjunto es bastante importante, pues la recuperación requiere de cuidados post operatorios eligiendo alimentos que fomenten la recuperación para después enseñar al paciente cómo sostener un peso saludable.
Actualmente pareciera que son dos profesionales peleando una batalla donde el referí es una población hambrienta de rapidez y con un conocimiento limitado por desinformación y experiencias individuales difícilmente aplicables para una generalidad; lamentablemente además de la desinformación y la “moda” de la vida saludable y orgánica, se añade la aparición de clínicas bariatras que atienden a cualquier persona que desee bajar de peso pero que pueda pagar un tratamiento farmacéutico y una dieta muy baja en calorías y repleta de restricciones. Por obviedad fisiológica los pacientes pierden una cantidad de peso extremadanamente abundante desde 10 a 20 kilos menos en un corto periodo, pero ante un estilo de e vida insostenible, el rebote y la aparición de trastornos alimenticios se han vuelto un tema que poco a poco ha consumido la salud de la población.
No es necesario solamente la difusión de las diferencias entre dos especialistas si no también es importante tocar la puerta a la responsabilidad social y a la ética profesional de cada uno para brindar información adecuada a una población llena de excusas para mantener hábitos no saludables, se requiere un trabajo en equipo en el que los nutriólogos fomenten estilos de vida sostenibles y los bariatras resuelvan los casos más extremos y riesgosos.
*Psico nutrióloga