¿Transferencia hacia el psicoanálisis, o el Deseo del Analista?
Llevo algunos días dándole vueltas a un asunto en mi cabeza: ¿tener transferencia por el psicoanálisis es lo mismo que desear ser analista? Me explico: hace poco, estudiando un texto de Ernesto Sinatra, una colega me preguntó por qué elegí el psicoanálisis y no otra cosa. Se refería a por qué había elegido practicar el psicoanálisis. Pero en el instante mismo en que me lanzó esa pregunta, me di cuenta de que no sabía cómo responderla…
Pensé tan rápido como pude, y le respondí que por transferencia. Transferencia hacia mi mejor amiga, que también lo practica y le apasiona, y por quien incursioné en primera instancia en este mundo. Transferencia hacia la maestra y amiga que me abrió la puerta del psicoanálisis cuando estudiábamos los «Estudios sobre la histeria», la «Introducción del narcicismo», o «La Interpretación de los sueños» en su casa. Y después, desde luego, transferencia hacía Freud y hacia Lacan.
Pero tan pronto como apuré esa respuesta, me surgió una duda, y se la dije: «Pero no estoy seguro que tener transferencia por o hacia el psicoanálisis sea sinónimo de tener el deseo del analista». (Cuando repetí esta frase recostado en el diván, mi analista puntuó la sesión ahí, en esa precisa duda).
Aclaremos algo: en los primeros años del psicoanálisis, cuando Freud descubre la transferencia, la describe como la reactualización de formaciones inconscientes que provienen del pasado. Por ejemplo, cuando un paciente se enamora de su analista, o lo ve como su padre, madre, maestro, o amigo. Consiste en adjudicarle algo a alguien que no le es propio, que es exacerbado, y que es algo del pasado que se anuda con el presente. En un principio, la transferencia fue considerada un obstáculo, para después pasar a ser la herramienta principal (junto con la libre asociación), de un análisis. Sin transferencia, no hay un psicoanálisis.
Pero la transferencia no es única del dispositivo analítico. Nos la pasamos haciendo transferencia todo el tiempo. Nuestros amigos, por ejemplo, son nuestros amigos por la transferencia que tenemos hacia ellos. Elegimos pareja porque tenemos transferencia por ellas. Y así, nos pasamos la vida en transferencia. Por lo que, cuando hablo de que elegí al psicoanálisis por transferencia, me queda claro que he depositado mucho en él.
Por otro lado, «… el deseo del analista [es] el invento de Lacan que permite entender no sólo que haya quienes deciden finalmente no analizar (o dejar de analizar, si lo estaban haciendo) a pesar de suponerlo decidido antes de iniciar sus análisis; sino algo considerado esotérico por algunos: que alguien que no pensaba dedicarse al psicoanálisis termine haciéndolo al finalizar su análisis personal». Se trata de que «más allá —como decía Lacan— de querer arrojar a alguien por la ventana o de estrecharlo entre sus brazos —más allá de eso— que prime el deseo de analizar».
Esa es la dificultad: ¿será lo mismo tener transferencia por el psicoanálisis que desear analizar? (nótese la diferencia entre el tener y el desear. Y más interesante aún es que el deseo del analista tampoco se juega en términos del ser. No se trata de desear ser analista, sino de desear analizar, que no es lo mismo).
En cuyo caso, y como siempre, estas reflexiones no son conclusivas. Pero son pertinentes. Después de todo, como bien señalaba Lacan: el analista como resultado de su propio análisis. El analista como analizado. Sea cual sea el resultado que encuentre en mi análisis, haré caso al deseo, con su brújula y sus coordenadas. Incluso si ello implica finalmente no analizar.
Esta historia continuará…
*Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Contacto: freudconcafe@gmail.com